Crisis y rescate: el tortuoso ciclo que acosa a las naciones endeudadas

La carga de deuda de los países en desarrollo, que en este momento se calcula que supera los 200.000 millones de dólares, podría alterar economías y causar el desmoronamiento de los avances logrados en educación, salud y los ingresos.

Emmanuel Cherry, director ejecutivo de una asociación de empresas constructoras de Ghana, estaba sentado en un café ubicado al margen del parque infantil de Acra, cerca del tren para niños y la ruinosa rueda de la fortuna, haciendo cuentas para calcular cuánto les debían las agencias gubernamentales a miles de contratistas.

Según explicó, antes de intereses, los pagos en mora ascendían a 15.000 millones de cedis, aproximadamente 1300 millones de dólares. “La mayoría de los contratistas están en casa”, dijo Cherry. Ya despidieron a los trabajadores.

Al igual que sucede con muchas otras personas en este país de África occidental, los contratistas deben esperar en fila para recibir su dinero. Los profesionales que se están formando como docentes afirman que ya les deben dos meses de salario. A los productores independientes de electricidad, que han advertido que habrá apagones extensos, se les adeudan 1580 millones de dólares.

En esencia, el gobierno está en bancarrota. Después de incurrir en incumplimiento en el pago de miles de millones de dólares adeudados a acreditantes extranjeros en diciembre, al gobierno del presidente Nana Akufo-Addo no le quedó más remedio que aceptar un préstamo de 3000 millones de dólares de la institución que era su último recurso: el Fondo Monetario Internacional (FMI).

Es la ocasión número 17 en la que Ghana se ha visto obligada a recurrir al FMI desde que logró su independencia en 1957.

En parte, esta última crisis se debió al caos provocado por la pandemia de coronavirus, la invasión rusa a Ucrania y el aumento en el precio de los alimentos y combustibles. Pero lo cierto es que este es el tortuoso ciclo de crisis y rescates que desde hace varias décadas viven decenas de países pobres y de ingresos medios de África, América Latina y Asia.

Joshua Teye, profesor en Suhum, Ghana. La crisis fiscal del gobierno ha ocasionado grandes recortes en la inversión en las escuelas.

Estos ciclos despiadados serán el tema de conversación en la Asamblea General de las Naciones Unidas que se está realizando. La carga de deuda de los países en desarrollo, que en este momento se calcula que supera los 200.000 millones de dólares, podría alterar economías y causar el desmoronamiento de los avances logrados con gran esfuerzo en la educación, el cuidado de la salud y los ingresos. El problema es que los países pobres y de bajos ingresos han batallado para captar la atención internacional a largo plazo.

En el caso de Ghana, el FMI estableció un detallado plan de rescate para lograr que el país se recupere (con acciones como controlar la deuda y el gasto, elevar los ingresos públicos y proteger a los más pobres), mientras negocia con sus acreedores extranjeros.

Sin embargo, persiste la acuciante pregunta para Ghana y otros países emergentes endeudados: ¿por qué pensar que esta vez será diferente?

El plan de rescate más reciente que se ha formulado para Ghana se ocupa de problemas clave, explicó Tsidi M. Tsikata, investigador sénior del Centro Africano para la Transformación Económica en Acra. Pero también fue así con muchos de los anteriores, señaló, y de todas maneras las crisis se repitieron.

La última vez que Ghana recurrió al fondo fue en 2015. En tres años, el país iba encaminado a pagar el préstamo y era una de las economías de crecimiento más acelerado en el mundo. Entonces, Ghana se presentaba como un modelo para el resto de África.

La producción agrícola se había incrementado y las exportaciones principales —cacao, petróleo y oro— estaban al alza. El país había hecho inversiones en infraestructura y educación, e incluso había iniciado un proceso de limpieza en la industria bancaria, que estaba plagada de prestamistas en dificultades.

Sin embargo, Ghana se encuentra de nuevo en una situación desesperada. El convenio de préstamo del FMI y la entrega de una parcialidad de 600 millones de dólares en mayo han ayudado a estabilizar la economía, calmar marcadas fluctuaciones en la moneda y restaurar un mínimo de confianza. La inflación todavía supera el 40 por ciento, pero ya bajó con respecto a su punto más alto, del 54 por ciento, en enero.

Sin embargo, Ghana se encuentra de nuevo en una situación desesperada. El convenio de préstamo del FMI y la entrega de una parcialidad de 600 millones de dólares en mayo han ayudado a estabilizar la economía, calmar marcadas fluctuaciones en la moneda y restaurar un mínimo de confianza. La inflación todavía supera el 40 por ciento, pero ya bajó con respecto a su punto más alto, del 54 por ciento, en enero.

No obstante, a pesar del proyecto del FMI, Tsikata, que por tres décadas fue jefe de división en el fondo, indicó que no hay muchas esperanzas de que Ghana logre evitar experimentar una situación similar en unos años.

Los efectos devastadores del cambio climático empeoran la situación. En la próxima década, según calcula un análisis de las Naciones Unidas, se requerirán billones de dólares en nuevos financiamientos para mitigar el impacto en los países en desarrollo.

En Ghana, el gobierno debía 63.300 millones de dólares a fines de 2022, no solo a acreedores extranjeros, sino también a acreditantes locales como fondos de pensiones, aseguradoras y bancos locales que habían confiado en que el gobierno era una inversión segura. La situación fue tan inusual que el FMI, por primera vez, puso como requisito para el rescate la liquidación de la deuda nacional. En febrero concluyó una reestructuración parcial que redujo los rendimientos y recorrió las fechas de vencimiento. Si bien el recorte era necesario, socavó la confianza en los bancos.

En cuanto a los acreditantes extranjeros, este grupo incluye a miles de organismos privados, semipúblicos y gubernamentales, entre ellos China, que tienen distintos objetivos, convenios de préstamo y controles regulatorios.

Debido a la magnitud y el tipo de la deuda, “esta crisis es mucho más grave que las dificultades económicas que Ghana enfrentó en el pasado”, dijo Stéphane Roudet, jefe de misión del FMI en Ghana.

La vertiginosa proliferación de acreditantes ahora caracteriza gran parte de la deuda que abruma a los países en crisis en todo el planeta, lo que también la vuelve más compleja y difícil de resolver.

“No es que tengas a seis personas en una sala”, explicó Joseph E. Stiglitz, ganador del Premio Nobel y antiguo economista jefe del Banco Mundial. “Tienes a mil personas en una sala”.

Frente al estrecho puesto que Victoria Chrappah tiene en el mercado Makola, pasaban hileras serpenteantes de vendedores que llevaban pollos vivos, paquetes de papel higiénico y cargadores electrónicos en canastas gigantes sobre sus cabezas.

Mientras se realizan las negociaciones de reestructuración con los prestamistas extranjeros, los hogares y las empresas hacen todo lo posible para sobrevivir. Chrappah se ha dedicado a vender tapetes de baño importados, cortinas para regadera y otros artículos para el hogar desde hace más de 20 años.

“El año pasado fue el peor de todos”, dijo.

Se disparó la inflación y el cedi perdió más de la mitad de su valor con respecto al dólar estadounidense, clavándole una estocada a los consumidores y las empresas de un país que importa todo tipo de artículos, desde medicamentos hasta automóviles. El Banco de Ghana elevó las tasas de interés para lidiar con la inflación, lo que afectó tanto a los negocios como a los hogares que dependen de préstamos a corto plazo o desean invertir. En este momento, la tasa de referencia es del 30 por ciento.

Debido a la rapidez con que se está depreciando la moneda, explicó Chrappah, “algunas veces vendes algo por la mañana a un precio y luego debes cambiar ese precio para el día siguiente”.

El poder adquisitivo y los ahorros han perdido la mitad de su valor. Doreen Adjetey, gerente de producto para Dalex Swift, una empresa financiera con oficinas en Acra, señaló que un frasco de Tylenol para aliviar el dolor de dientes de su bebé de 19 meses costaba 50 cedis el año pasado. Ahora cuesta 110.

Ahora gasta más de 3000 cedis en las compras de víveres para el mes, mientras que antes gastaba 1000. Antes, su situación era cómoda, pues entre sus ingresos y los de su esposo recibían 10.000 cedis mensuales, equivalentes a unos 2000 dólares cuando el tipo de cambio era de 5 cedis por dólar. Al tipo de cambio actual, sus ingresos equivalen a 889 dólares.

Joe Jackson, director de operaciones comerciales de Dalex, afirmó que los índices de morosidad de las pequeñas y medianas empresas “están por las nubes”, pues han pasado del 30 por ciento al 70 por ciento.

El mercado inmobiliario y de la construcción también se ha hundido. “Se ha producido un descenso drástico del número de viviendas en el segmento de los primeros compradores del mercado”, dijo Joseph Aidoo Jr., director ejecutivo de Devtraco Limited, un gran promotor inmobiliario.

Cuando estalló la pandemia en 2020 y se paralizaron las economías, se redujeron los ingresos y se elevaron los costos de los servicios de salud, aumentó el temor de una crisis de deuda global. Ghana, al igual que muchos países en desarrollo, había acumulado préstamos considerables durante los años de tasas comerciales bajas.

Cuando la Reserva Federal y otros bancos centrales decidieron elevar las tasas de interés para combatir la inflación, los pagos de deuda externa de los países en desarrollo —denominados en dólares o en euros— se dispararon al mismo tiempo que subieron los precios de los alimentos importados, los combustibles y los fertilizantes.

A medida que las reservas de divisas de Ghana se acercaban a cero, el gobierno comenzó a pagar las importaciones de petróleo refinado directamente con oro comprado por el banco central.

Con todo, aunque esta serie de desafortunados sucesos globales quizás exacerbaron la crisis de deuda de Ghana, lo cierto es que no la crearon.

El gobierno actual, al igual que los anteriores, gastó mucho más de lo que recaudaba en ingresos. Por si fuera poco, los impuestos, como proporción de la producción total, están por debajo del promedio para el resto de África.

Para cubrir el faltante, el gobierno siguió pidiendo préstamos y ofreciendo tasas de interés cada vez más altas con tal de atraer acreditantes extranjeros. Luego pidió más dinero prestado para pagar los intereses generados por los préstamos anteriores. A fines del año pasado, los pagos de intereses sobre la deuda absorbían más del 70 por ciento de los ingresos gubernamentales.

“El gobierno está sobredimensionado y es ineficiente”, dijo E. Gyimah-Boadi, presidente del consejo de Afrobarometer, una red de investigación. La construcción de escuelas, hospitales y otros proyectos no se concluye cuando llega un nuevo gobierno. La corrupción y la mala gestión son problemas adicionales, señalaron varios economistas y líderes empresariales en Ghana.

Un aspecto más fundamental es que la economía de Ghana no está diseñada para generar el tipo de empleos e ingresos necesarios para lograr un desarrollo amplio y crecimiento sostenible.

“La historia de éxito de Ghana es real”, indicó Aurelien Kruse, economista líder de país en la oficina para Acra del Banco Mundial. “En lo que tal vez exageraron un poco”, dijo, fue en “que el rápido crecimiento no se diversificó”. La economía depende principalmente de las exportaciones de materias primas como el cacao, el petróleo y el oro, cuyo precio llega a un tope y luego baja en picada.

El sector manufacturero apenas representa el 10 por ciento de la producción del país, lo que significa un descenso con respecto a 2013. Sin un sector industrial próspero que proporcione empleos estables y produzca bienes exportables, Ghana carece de otras fuentes de ingresos procedentes del extranjero que puedan generar riqueza y pagar las importaciones necesarias.

Este modelo —la importación de bienes caros y la exportación de recursos baratos— era una característica del sistema colonial.

Senyo Hosi, presidente ejecutivo de Kleeve & Tove, una empresa de inversiones con sede en Accra, dijo que tenía una agroindustria que producía arroz en la región del Volta y trabajaba con más de 1000 cultivadores. Sin embargo, no puede realizar las mejoras necesarias en los equipos porque las tasas de interés del 30 por ciento hacen que los préstamos sean imposibles. “Dejé de producir”, dijo.

Mientras el sistema financiero mundial lucha por restructurar cientos de miles de millones de dólares en deuda existente, la cuestión de cómo evitar la trampa de la deuda en primer lugar sigue siendo más urgente que nunca.

Se requieren grandes cantidades de dinero para invertir en carreteras, tecnología, escuelas, energías limpias, etc., que se necesitan desesperadamente. Pero decenas de países carecen del ahorro interno necesario para pagarlas, y las subvenciones y los préstamos a bajo costo de las instituciones internacionales son escasos.

“El tema fundamental es la necesidad de financiación”, dijo Brahima S. Coulibaly, investigador del Instituto Brookings.

Así que los gobiernos recurren a los mercados internacionales de capitales, donde los inversores buscan grandes rentabilidades en todo el mundo. Tanto los líderes políticos como los inversionistas suelen buscar ganancias a corto plazo, ya sea en las próximas elecciones o en la convocatoria de beneficios, dijo Martín Guzmán, exministro de Finanzas de Argentina que se encargó de la reestructuración de la deuda de su país en 2020.

Esta libre circulación de capitales por todo el mundo ha provocado una avalancha de crisis financieras. “La desigualdad está incrustada en la arquitectura financiera internacional”, concluyó un análisis del Grupo de Respuesta a la Crisis Mundial de las Naciones Unidas.

Incluso las inversiones meritorias —y no todas lo son— no siempre generan ingresos suficientes para devolver los préstamos.

Cuando llegan los malos tiempos o los prestamistas extranjeros se asustan, los gobiernos quedan conmocionados. Este proceso puede acelerarse en África, donde la percepción del riesgo es exagerada, lo que rebaja la calificación crediticia y eleva los costos de financiación.

Sin un colchón de seguridad al que recurrir, una pequeña crisis de liquidez del gobierno puede convertirse en un desastre. Piensa en un hogar en apuros que no puede cubrir el alquiler del mes siguiente y es desahuciado. Ahora, en vez de tener una deuda de unos cientos de dólares, los miembros del hogar se han quedado sin casa.

“Para nosotros”, dijo Ken Ofori-Atta, ministro de Finanzas de Ghana, una rebaja de la calificación crediticia “significa el cierre”.

Varias organizaciones han planteado vías de escape de la trampa de la deuda, entre ellas más préstamos a bajo costo de entes multilaterales como el Banco Mundial.

Debt Justice, una organización que aboga por la condonación de la deuda, junto con muchos economistas, sostiene que hay que cancelar parte de los 200.000 millones de dólares de deuda. También ha pedido que los gobiernos y los prestamistas revelen públicamente el importe y las condiciones de los préstamos, y para qué se utilizó el dinero, de modo que se pueda hacer un mejor seguimiento y auditoría.

Otros grupos de investigación han estudiado formas de estabilizar el cambiante mercado de bonos africano y ayudar a los gobiernos a sobrevivir a los déficits a corto plazo, así como a las oscilaciones de los precios de las materias primas.

Ofori-Atta dijo que tenía “extrema confianza” en que Ghana tendría un fuerte crecimiento después de salir de esta crisis de la deuda.

Pero sigue existiendo el problema de encontrar cantidades manejables de capital provenientes de inversiones de bajo costo.

¿Dónde consigue un país africano —o cualquier país en desarrollo— el tipo de financiación que necesita para crecer?, preguntó Ofori-Atta.

Para poder romper el ciclo de crisis de la deuda, hay que responder esa pregunta.

-The New York Times