William S. Burroughs: mago y chamán

Fue James George Frazer (1854-1941) quien logró dar en clavo: la magia es el sustrato en el que se sostiene nuestra sociedad moderna. La civilización sigue sostenida por el caparazón de una tortuga, como creían los antiguos. A diferencia de los positivistas de Comte, el mundo no ha abandonado ni el estado metafísico, ni el estado teológico. William S. Burroughs (1914-1997), escritor estadounidense que ha sido comparado con Genet o Henry Miller, fue un auténtico mago, un chamán de Missouri.

En su libro de 1890, La rama dorada, Frazer divide la magia en “empática” y “contaminante”; magia de unión y magia de destrucción. Burroughs, con su libro El almuerzo desnudo (Anagrama, 1999) hace lo segundo. El libro, en apariencia caótico, desarrolla una historia que va de camino a la destrucción total. Burroughs no solo desnuda a la sociedad norteamericana sino que hace uso de maldiciones para destruir todo lo que la sustenta: universidad, sexualidad, justicia, el ejercicito, los psiquiatras y los drogadictos.

Estos dos últimos serán su obsesión: el Dr. Benway, representante del mal en la tierra, de la alienación y de la racionalidad psicótica, un enemigo de la magia. Es Burroughs, ex estudiante de antropología de Harvard, quien estudia a los drogadictos (yonquis) como una tribu urbana. Sabe perfectamente los demonios que poseen estas sustancias: “La coca es un deseo puramente cerebral, una necesidad sin sensación, sin cuerpo, una necesidad de fantasma terrenal, ectoplasma rancio barrido por un viejo yonqui que tose y escupe en las mañanas enfermas.”

La novela se redactó un estilo de tipo collage, cortando y uniendo trozos de sus historias más estrafalarias, Burroughs escribe todo un viaje en busca de la droga final que lo llevará a un punto sin retorno. “La droga es una calle de dirección única. No tiene regreso. Jamás se puede volver.” Es un libro policiaco, dantesco, alucinante. Un libro que, en paralelo con Foucault, destruye todas las instituciones panópticas.

Hay violencia sexual en abundancia, y es que como un mago pitagórico, la violencia es parte de sus rituales, maldiciones, conjuros y encantos. Así, Burroughs muestra su parentesco con figuras tales como Apolonio de Tiana. El libro, es un conjuro para el lector (el autor es poeta, después de todo) y un maleficio a toda institución de alienación que resulta tan desquiciante como el estilo del mago de Missouri.

-Héctor M. Magaña