Conrado Aguirre Trujillo, un médico como los de antes
Una tarde de octubre subía la xalapeñísima cuesta de Bravo acariciada por niebla y “chipi-chipi”, evocándome el Xalapa de mi niñez, al final de la pendiente un hombre intentaba cruzar entre el incesante oleaje vehicular. Cedí el paso y atravesó con lentitud, agradeciendo con leve inclinación de cabeza y un esbozo de sonrisa. Su imagen lo distingue, alopecia amplia, lentes al final de la nariz, ataviado con larga bata blanca y maletín de médico en riestra.
Era Conrado Aguirre Trujillo, xalapeño de 80 años, médico general, sus jornadas largas, en el Hospital Civil y en la universidad donde imparte clases, le han ocupado 44 años, sin faltar un solo día.
En pleno siglo XXI, Conrado Aguirre es un médico como los doctores del medio siglo XX, discreto y gentil, las angustias del enfermo son suyas, confidente, confiable, no exhibe premios por linaje académico o político, leal a su misión, ejerce con ética, sin petulancia ni protagonismo.
Así lo moldearon cientos de obstáculos sorteados durante su humilde vida estudiantil, siempre trabajando y trasnochado, para llegar a ser médico. Su efigie se infiltra en el horizonte como heraldo de aquellos tiempos de una medicina pura, hoy cada día más lejana, cuyo mayor interés fue servir sin esperar prebendas de oropel y que se ha transformado en un bello recuerdo atesorado en nuestra memoria.
Don Conrado es respetable miembro de las últimas generaciones de médicos de familia, confidente y remanso de sosiego en la enfermedad y el duelo. Es una figura valiosa en nuestros días, cuando enfrentamos una creciente deshumanización en el ejercicio de la medicina, percibido en la actitud de muchos médicos, carentes de humildad y respeto gentil para el paciente necesitado de ellos que a cambio de su atención, sólo puede corresponder con afectuoso “gracias doctor”.
El cercano 23 de octubre celebraremos el Día del Médico. Conrado Aguirre Trujillo es la imagen emblemática del médico honesto, incansable, sin mayor interés que luchar por aliviar la enfermedad. Le daremos un abrazo caluroso con profundo cariño.
Hago una petición al Supremo hacedor; que el médico de hoy vuelva a ser como fue el doctor de ayer, consuelo en el dolor, honesto en su verdad y gentil en su quehacer. Entonces merecerá eternamente el mayor de los afectos y respeto.
(Texto publicado originalmente en Diario de Xalapa, el día martes 17 de octubre de 2017).