Con empatía en el aula
Por Irasel Negrete Ronzón*
“La sabiduría es la capacidad de ver más allá de las apariencias “
Edward de Bono
La empatía como característica de los docentes es un ingrediente vital motivacional para el aprendizaje de los estudiantes, ¿por qué? porque nos permite percibir y entender sus sentimientos y necesidades, si los logramos comprender, sin duda alguna podremos tener y crear experiencias educativas exitosas debido a que el aprendizaje socioemocional está íntimamente ligado con el desarrollo cognitivo.
La empatía es una capacidad y también una actitud que requiere de disposición para llevarse a cabo, según el psicólogo peruano Milton Rojas, ésta capacidad es inherente a las personas y desarrollada a lo largo de nuestra vida, en este proceso influyen el contexto, la biología y la herencia, además menciona que el ser humano por naturaleza posee impulsos agresivos que se pueden modificar los cuales no son innatos sino aprendidos; siendo así, si nosotros como docentes nos enfocamos en potenciar la empatía con nuestros alumnos, podemos prevenir la violencia y ayudarlos a construir personalidades que incluyan la amabilidad, la felicidad, la honestidad, la perseverancia, la humildad, la tolerancia, la superación, la cooperación, la escucha activa, entre otras tantas más. Y debido a que no podemos garantizar que en casa la empatía sea una característica a la que los papás le den importancia en la formación de sus hijos, voy a hablar de lo que podemos hacer en el aula.
Dentro del enfoque actual de educación básica, se pretende que los educandos sean personas propositivas, activas, innovadoras, reflexivas, etc., pero esto sólo se puede lograr cuando construimos un ambiente favorable de aprendizaje y sembramos en ellos el espíritu emprendedor que les sirva para proponer, ejecutar y liderar proyectos propios en pro del bienestar personal y común y es en este punto donde entra la empatía de nosotros como docentes ante las necesidades de ellos.
Para comenzar a trabajarla si creemos que no la poseemos, debemos prestar atención a ciertos detalles que mejorarán nuestra práctica, en primer lugar, agudizar nuestra observación y análisis del contexto donde trabajamos, debemos darnos el tiempo necesario para conocer las edades, gustos, pasatiempos, cualidades, necesidades e intereses de nuestros alumnos, datos que tomaremos en cuenta en la planeación de nuestras clases para lograr que sean atractivas y alcancen los objetivos planteados. A la par de nuestra observación, es muy importante que tengamos la conciencia adecuada de nuestro lenguaje corporal para decidir si estamos siendo congruentes con el mensaje y la imagen que queremos dar a nuestros alumnos para ello algunas recomendaciones son utilizar un adecuado tono de voz, ver a los ojos a nuestros estudiantes cuando hablemos con ellos, a través de nuestro movimiento, hacer un uso eficiente del espacio del salón ( caminar entre las bancas por ejemplo), tener una postura erguida y sobre todo, cuidar nuestras expresiones faciales, en especial debemos sonreír; de acuerdo a varios estudios, la sonrisa es contagiosa y nos relaja ya que cuando sonreímos liberamos endorfinas y eso hace que nuestra mente tenga mayor disposición y apertura y eso justamente es lo que buscamos en nuestros alumnos que se sientan relajados y dispuestos a aprender.
Aunque parezca muy obvio, para crear un ambiente cordial, el punto de partida de la generación del mismo es plantear las normas de convivencia que regirán nuestra actuación en el aula y los primeros en llevarlas a cabo deberemos ser nosotros puesto que somos el modelo de nuestros alumnos; para la redacción de nuestras normas, sugiero que nosotros los docentes ya tengamos una propuesta la cual presentemos a los estudiantes para que se pueda retroalimentar y al final, lo escrito sea un acuerdo de todos, algo que tengo muy presente es que las cosas impuestas nunca funcionan, todo debe partir de un gusto propio.
Además de que trabajemos la empatía como una fortaleza de nuestra práctica, ésta no estará aislada de ser aprehendida por los estudiantes y hacerla parte de sus características, podemos cultivar la empatía de una forma directa en cada una de nuestras actividades, no solamente las lúdicas y los avances que tengamos los podremos constatar en las conductas de los alumnos, si estos son colaborativos, trabajan en equipo fácilmente con quien sea, escuchan activamente, entre otras conductas.
Para concluir, si mostramos empatía hacia los estudiantes además de desarrollarla en ellos, podremos reducir los casos de violencia, disminuir la deserción y el ausentismo, al trabajar con empatía podremos tener grandes beneficios como lograr que los educandos se sientan con seguridad para participar, proponer y desarrollar los proyectos de aula sean o no, iniciativa de ellos, puesto que siempre el propósito de nuestras clases deberá ser dinamizar a los alumnos y promover la superación constante.
*Colaboración.