Tiranía: amorosa amargura
Por Hugo R. Fernández Campos*
Tiranía comportamiento extremo y disímbolo, seductor y doloroso que puede destruir a quien se permite padecerla.
Las poblaciones de países enteros y durante temporadas largas han padecido la egocéntrica y narcisista acción de líderes despóticos y tiranos. El genocidio en la Alemania Nazi ordenado por Adolfo Hitler contrastaba con su vida íntima, llena de amor con su pareja y ternura con los perros, ejemplos de ello aparecen en el libro que se titula “Las mujeres de los Dictadores” de la Francesa Diane Ducret.
La tolerancia social a los actos tiranos ha sido de extremo sorprendente, la justificación religiosa para llevar a cabo los crímenes de la Santa Inquisición, la lucha eterna entre cristianos y musulmanes, la persecución China a los pobladores budistas del Tíbet, el encarcelamiento y muerte de quienes se manifestaron en contra de la Ideología Socialista en los países del Este Europeo, son ejemplos de esto. Así mismo, en los países occidentales que siempre han vivido con la paranoica idea de la existencia de células comunistas o golpes de Estado que atenten contra el estatus Quo, como sucedió con la muerte de los estudiantes en México en 1968. Resalta el actual movimiento migratorio en el mundo, que como resultado de prácticas extractivas de riqueza de los países emergentes hacia los centros de poder económico, terminan empobreciendo a sus pobladores, quienes deciden migrar a esos países ricos en busca sobrevivir o morir en el intento antes de padecer hambruna.
Argumentan los psicólogos que no hay tiranos de tiempo completo, algunos encubiertos en el seductor poder político, económico, artístico y musical pueden ocultar las peores y mas deleznables prácticas de daño físico, psicológico, emocional y material a una pareja, familiares y amigos más cercanos.
Las manifestaciones tiránicas suelen mostrarse cuando una persona o grupo disculpan dicho comportamiento bajo argumentos que suelen superponer al tirano por algún don o talento que lo ponen a salvo de las descalificaciones o críticas.
En las relaciones de pareja, la tiranía suele presentarse en escenarios en donde una de las partes sabedora de que la pareja lo ama o de su supuesta superioridad intelectual, artística, económica, política, belleza o juventud, maltrata y somete a la contraparte a través de acciones de violencia y vejación públicas o privadas.
El acto de la tiranía se alberga en una fragilidad del sometido; abrir la puesta al maltrato justificado por reconocerse enamorado, débil e inferior es apenas una pequeña parte de un complejo entramado que se da en esta dinámica que puede llegar generar codependencias en las relaciones familiares, amorosas y amistosas.
Distinguir en qué momento estamos siendo tiranos o victimas es complicado; sin embargo existen rutas para saber si el nivel de intolerancia que tenemos respecto a las diferentes razas, preferencias sexuales o religiosas nos enfadan de tal manera que seamos capaces de justificar acciones de daño al otro si es que no se coinciden con el sistema de creencias personal.
Muy frecuentemente las relaciones de tiranía las padecemos en la vida cotidiana; el amor total que se tiene para con los hijos, es aprovechada por ellos para manipular y abusar de la disposición de los padres para cubrir las responsabilidades que marca la de Ley en México de otorgar comida y sustento, exigiendo casi siempre de más o reprochando lo obsequiado. Si bien los padres otorgan una parte de la información genética a los hijos, las virtudes y defectos no son la mejor o la peor herencia de los padres; los rasgos de personalidad que conforman a los hijos tiene que ver con la construcción de un ser único e irrepetible en el universo que tendrá como responsabilidad crecer en la virtud del trabajo duro para lograr su propia independencia, sin endilgar a los padres el éxito o fracaso de su propia vida.