Navidad y Año Nuevo
Navidad y Año Nuevo
POR: Gilberto Nieto Aguilar
Una Navidad más ha transcurrido en la vida de los pueblos que acostumbran celebrarla. En otras partes del mundo, como quiera que sea, habrá transcurrido el tiempo que tiene sincronizado el gran reloj cósmico universal. Sin averiguar los orígenes de la Navidad, simplemente quienes cada año la disfrutamos de manera diferenciada, la sentimos como parte importante de nuestro calendario anual.
Ya sea que nos guste o no, que tengamos motivos para alegrarnos o aborrecerla, ésta se hace evidente por el intenso barullo de los rutinas comerciales, por el ambiente de nostalgia que la rodea, por la música que nos recuerda mucha navidades pasadas, por la derrama económica que hace a las gentes correr a los centros comerciales para comprar regalos, asistir a lugares y eventos públicos, irse de vacaciones, con una sonrisa que quizá desaparezca después del Año nuevo.
El ser humano es un animal de ritos y costumbres. Sin embargo, los abuelos, el hombre, la mujer, los niños, aquellos que tienen otras preferencias, incorporan nuevas formas al caudal humano del ser y del hacer. Las prácticas de la Navidad van cambiando con el paso del tiempo ante la impronta que dejan las nuevas generaciones, quienes van sumando a las celebraciones nuevas formas de disfrutarla, tal vez con menos religiosidad y más virtudes comerciales.
A mí me gusta mucho la Navidad. La temporada fría de aquellos recuerdos, cuando era pequeño, con las vacaciones largas del calendario escolar que cambió en 1969, nos dejaba disfrutar del calor del hogar en los meses de diciembre y enero. Completitos. Meses fríos, meses de arroparse en círculos familiares, de esperar la llegada de Santa Claus con su enorme bolsa de juguetes. Aunque nunca tuve juguetes caros, ni gocé de muchas cosas que se regalaban en la Navidad y el día de los Reyes Magos, el calor del hogar me confortó. Tuve en cambio, muchas historias y cuentos de otras navidades, en otras regiones del mundo como Europa y Escandinavia, por ejemplo.
La imaginación y las historietas me llevaron de lugar en lugar, dejando verdaderamente un hermoso recuerdo de esta temporada. Tan lo es para mí, que me sorprende cuando alguien me dice que no le gusta la Navidad. Pero, como ya lo hemos comentado, cada quien vive en su mundo construido para sí, y muchos prefieren no asomarse al mundo colectivo, donde confluyen los por qué y para qué, los cómo, dónde y cuándo de la comunidad humana, donde se sienten las versatilidades de la vida pero también su grandeza y esplendor.
Ocho días después, estaremos celebrando el Año Nuevo. Unos con ostentosidades, otros con humildad, algunos quizá sin nada con qué reverenciar el paso del tiempo y de la vida, creado por el incesante girar de los astros en el cosmos infinito. La bienvenida del año 2023 es otra celebración que se recrea desde este mes tan alegre, en el más fiestero de los meses del año.
Los motivos los da la propia vida: el nacimiento de Jesús, el paso del tiempo, la nostalgia del recuerdo, el regocijo social, el contagio que se propicia del ambiente colectivo, el patrocinio de las grandes empresas comerciales; los anuncios, programas y películas en la televisión, el compartir constante de las redes sociales. Así que, tal vez unirnos a la euforia colectiva nos haga olvidar que la vida también lleva aparejadas muchas ingratitudes, desgracias y malos momentos. Hoy disfrutas y mañana lloras, y el equilibrio interior de cada quien se fortalece con la voluntad propia porque de lo contrario, te derrumbas. ¡Feliz Año Nuevo!