Dedican honoris causa de Galeano a los 43 normalistas de Ayotzinapa
Juan Carlos G. Partida.
Corresponsal.
Guadalajara, Jal.
Si Eduardo Galeano (1940-2015) escribió Los sueños de Helena para, como muchas veces expresó, vengarse de la pobreza de sus sueños frente a los portentosos de su tercera esposa y compañera de vida, Helena Villagra, ayer ella, en el paraninfo de la Universidad de Guadalajara (UdeG), se vengó de la muerte del escritor uruguayo al dedicar el doctorado honoris causa conferido postmórtem a Galeano a los 43 estudiantes de la normal rural de Ayotzinapa desaparecidos en Iguala, Guerrero.
“Dedico en su nombre este doctorado honoris causa otorgado por la UdeG a la lucha de esos ‘nadies’ doctorados en Ayotzinapa, los queridos 43, que le han enseñado al mundo que los músculos de la conciencia son antídotos contra el espanto, y que en estos tiempos donde no abunda la solidaridad, hay muchos corazones decentes que laten juntos”, manifestó Villagra.
El discurso de la viuda de Galeano, emotivo y breve, fue posterior al acto en que el rector de la UdeG, Itzcóatl Tonatiuh Bravo Padilla, le entregó el pergamino y la medalla conmemorativa.
Ahí se dieron cita autoridades universitarias y el embajador de Uruguay en México, Alberto Delgado Fernández.
Recogedor de lluvias
Helena Villagra recordó que tras la partida del escritor y periodista, el pasado 13 de abril, quedó entre el aturdimiento y el dolor, sin querer ni poder salir de la casa que compartieron hasta casi un mes después hasta que acudió a la ceremonia que su marido pidió, depositar sus cenizas con el Río de la Plata, al que siempre llamaba “río-mar”.
La siguiente salida de casa fue a finales de mayo cuando, compartió Villagra, Ayotzinapa llegó a Montevideo y en presencia de familiares de los desaparecidos se realizó una marcha hacia la sede de la embajada mexicana, a la que dijo habrían acudido ella y Galeano tras el impacto que causó en sus vidas la noticia de lo ocurrido en Guerrero el 26 de septiembre del año pasado.
Al final de la marcha, dijo, luego de llegar a las vallas y policías que rodeaban el inmueble, una joven mexicana recitó Los nadies, el conocido poema de Galeano.
Rememoró sus múltiples viajes a México, en compañía de su marido, sus andanzas en los campamentos de Oventic, “con Carlitos Monsiváis tan querido”, en un Chiapas donde a Galeano lo llamaban “el recogedor de lluvias” y “de las palabras de abajo”, como entre los saharauis de África del Norte lo conocían como “perseguidor de las nubes”.
“Gracias, Eduardo, el abeio de nuestros nietos, mi querido Dudú, por todas esas vidas, las de tantos nadies del mundo que se reconocen en tus letras”, concluyó entre lágrimas de muchos de los presentes y un prolongado aplauso, unánime, con las venas bombeando sangre al corazón abierto.
Antes de Helena Villagra, el rector del Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades de la UdeG, Héctor Raúl Solís Gadea, explicó que el trámite universitario para el honoris causa a Galeano comenzó el 30 de julio de 2013 por sus aportes de periodista, historiador, literato, activista y crítico social.
“En 1971, a los 31 años de edad, el maestro Galeano publicó lo que sería una de sus obras más exitosas, que alcanzó una influencia continental y aún más allá. Me refiero a Las venas abiertas de América Latina, ese texto que formó la conciencia política de muchas generaciones y ofreció una lúcida interpretación de la historia de nuestros pueblos y el despojo que han vivido desde los días de Cristóbal Colón”, reseñó Solís.
Destacó la prosa literaria y poética de Galeano, lo que le permitió situarse “mucho más allá de los estrechos límites a los que a veces se reducen los científicos sociales”.
Solís habló de los exilios del homenajeado en Argentina y España, cuando escribió la trilogía Memoria del fuego, publicada en 1982.
“Creo que la mayor aportación de Eduardo Galeano, la clave de su vigencia, es que con su vida y obra demostró que se puede ser de izquierda sin dejar de ser crítico, sin ser dogmático y sin perder la alegría de vivir. También dejó claro que se puede ser intelectual de cuerpo entero, con emociones y sentimientos, y que todo eso se refleja en la posibilidad de articular un lenguaje bello”, afirmó.
El dirigente universitario dijo que la distinción a Galeano es un honor para la UdeG que la obliga a mantenerse como institución digna, más ahora que la voz del homenajeado “no puede elevarse para discrepar de lo que hagamos o no los universitarios”.
Periódico La Jornada
Viernes 4 de diciembre de 2015, p. 3