Especialistas no resolverán solos la criminalidad
- Deben establecer una relación con la sociedad para que sus investigaciones sean más útiles, afirmó Pablo Piccato, profesor de la Universidad de Columbia
Por Paola Cortés Pérez* Pablo Piccato, profesor-investigador del Departamento de Historia de la Universidad de Columbia, Estados Unidos, ofreció una conferencia en el Instituto de Investigaciones Histórico-Sociales (IIH-S) de la Universidad Veracruzana (UV), durante la cual afirmó que la idea de que el crimen se resolverá sólo con la ayuda de especialistas en el tema es una ilusión, pues el problema es multifactorial.
El investigador norteamericano abordó el tema “Interpretaciones del homicidio en México. Entre Lombroso y Sade”, el jueves 17 de agosto, como parte de las actividades del Seminario de Historiografía.
Juan Ortiz Escamilla, investigador del IIH-S, presentó su ficha curricular y comentó que la relación de Pablo Piccato y la UV data de hace 19 años, cuando realizó una estancia de investigación en esta casa de estudio.
“Ha venido en varias ocasiones e impartió clases a las primeras generaciones del Doctorado de Historia y Estudios Regionales de este instituto, ha sido profesor visitante en universidades de México, Argentina, Brasil y Francia.”
El invitado trabaja temas de historia social y cultural de la Ciudad de México; y la historia de las representaciones sociales del crimen en nuestro país durante el siglo XX.
En entrevista, Piccato dijo que afortunadamente en México hay muchos académicos que abordan temas como la criminalidad, la violencia o algunos similares; sin embargo, la investigación se ha hecho para el gobierno, para proponer programas y estrategias, lo cual está bien.
Pero “tiene que existir una relación y retroalimentación entre los científicos sociales y la sociedad civil, porque es necesaria una discusión pública, donde haya una participación más amplia”.
Mencionó que si bien “es importante estudiar estas temáticas, se debe ser escéptico respecto a los saberes especializados sobre el crimen; esto es, sí hay científicos sociales que estudian y trabajan esto, pero no podemos decir que la opinión de la sociedad civil no sea importante.”
Con referencia a la preparación y el papel que debe tener el científico social, en especial los historiadores, agregó que debe caracterizarse por presentar sus investigaciones ante la sociedad, con apoyo de medios audiovisuales, del periodismo, de historias orales, en museo, entre otras.
“Todo historiador debe saber un poco de todo esto, es parte de la educación de un científico social para compartir sus resultados con el público en general, esto los haría más útiles.”
Reiteró que el trabajo del científico social debe ir más allá de la academia, porque uno de sus objetivos es educar al público contra los prejuicios, contra las ideas heredades, por ejemplo sobre el crimen y los criminales, como en su caso.
“Los historiadores no pueden decir que lo pasado hace 60 años explica lo que pasa en la actualidad, nunca pretendería decir eso con mi trabajo; pero el mostrar cómo era antes y cómo ha cambiado, ayuda a imaginar no solamente las causas de los problemas actuales, sino las posibles soluciones”, subrayó.
Escepticismo en la justicia viene de los años veinte
Con referencia a su trabajo de investigación, Pablo Piccato comentó que al hacer historia de la criminalidad busca entender las percepciones que se tenían de los criminales del siglo XX (en específico, de la década de los veinte hasta los cincuenta), porque es una manera de entender a la sociedad de esa época.
Durante estos años, dijo, se creó una serie de reglas, ideas y estereotipos que siguen vigentes.
Explicó que en la primera mitad del siglo XIX se tenía una idea antropológica criminal positivista, la cual clasificaba a los criminales y el tipo más común era el criminal nato, los especialistas consideraban que era un humano que no había evolucionado y cometía crímenes porque así era su naturaleza.
Se pensaba que todos los criminales eran mentirosos –igual que las mujeres–, por eso sus testimonios eran poco creíbles. Esta idea dominó hasta principios del siglo XX, pero dejaron de funcionar.
“La gente cambio su pensamiento, ideas y percepción del crimen, el cual se construía a partir de casos, de historias, de narrativas, que eran interesantes. Lo común en las narraciones es que el Estado no resolvía los casos.
”Se tenía la idea de que la verdad nunca se conocería por el Estado, que la justicia o los investigadores policiales nunca querían encontrar la verdad, no eran confiables ni buenos; entonces, la verdad había que buscarla en otro lado, en la misma palabra de los criminales, en las narraciones de la nota roja.”
Otra idea que perduró a lo largo de la primera mitad del siglo XX, era pensar que los criminales son el personaje más importante para entender y resolver el crimen porque sabían la verdad, podían decir qué paso y por qué; y no a través de una investigación realizada por el detective y el científico.
“Esto de alguna manera sobrevive en el México actual, por ese escepticismo de la sociedad, pero también por la mitología sobre los criminales que vemos en el periodismo actual y en los libros publicados, todo se centra en el punto de vista del criminal.”
Era tal su importancia, detalló, que daban entrevistas a todos los medios de comunicación, incluso les tomaban fotografías como si fueran personajes reconocidos de la sociedad, pero lo común de estas narrativas es que el Estado no resolvía el caso y dejaba de lado a la víctima, la cual no tenía voz.
Ejemplificó esta situación al relatar los casos de criminales famosos de aquella época: Alberto Gallegos (1932), quien asesinó a una mujer de clase alta y de la aristocracia europea, tenía gusto por la lectura y gustaba de ser entrevistado; Gregorio “Goyo” Cárdenas Hernández, estudiante de química que mató a cuatro mujeres (tres prostitutas y a su novia) que enterró en el patio de su casa.
María del Pilar Moreno le quitó la vida a un senador que mató a su padre; Santiago Rodríguez Silva les quitó la vida a tres mujeres; entre otros.
Al preguntarle si esta atención hacia los criminales que viene de principios del siglo XX, ha derivado en que los jóvenes y algunos niños vean a los narcotraficantes como modelos a seguir, Piccato respondió que lo sucedido hace más de 60 años dista mucho de la actualidad.
“En los años cuarenta y cincuenta, las tasas de homicidios eran muy bajas, el crimen no era tan perturbador de la vida cotidiana como lo es ahora; en la actualidad, el negocio de las drogas es más grande y hay mucho dinero en juego, el crimen organizado ha expandido su efecto.”
Dijo ser escéptico del argumento de que en algunas regiones del país los narcotraficantes son vistos como héroes populares, como pudieron ser algunos bandidos y rebeldes cristeros en el siglo XX.
Consideró que hay un poco de mitología al equipararlos con bandidos del siglo XX, porque la violencia que se vive hoy en día es tan grande que ha logrado permear en casi todo el país.
“Me parece que en una localidad donde el Estado no puede garantizar seguridad y justicia, realmente la población no tiene una alternativa, los criminales o el crimen organizado son quienes tienen el poder; entonces, no creo que sea decisión u opción de la gente el imitar a estos criminales, claro que gente preferiría no beneficiarse de su generosidad.”
Por lo tanto, el abordar y presentar la historia de la criminalidad es para entender cómo en ese momento la sociedad civil construyó el escepticismo hacia el sistema de justicia del país, mismo que sigue presente. Colaboración*