El consejero jurídico extorsionador

Por: Felipe de Jesús Fernández Basilio

No cabe duda que con la auto-llamada “cuarta transformación”, cuando creíamos haber visto toda clase de escándalos de corrupción, cada vez nos sorprende con uno nuevo y que, como ya nos tienen acostumbrados, supera al anterior.

Vaya, el cochinero es tan grande que ahora ya no hay ni quien se acuerde de las promesas hechas desde antes de 2018 y que por, puro morbo, vale la pena recordar; decía el entonces candidato y hoy presidente López Obrador que si ganaba la corrupción prácticamente se iba a terminar, porque la iban a combatir de manera implacable mediante el colocar a gente honesta al frente de las dependencias públicas con lo cual la corrupción se iba a “barrer de arriba para abajo”, López Obrador dixit, y que además se iban a revisar y cancelar todos los contratos abusivos que hubieran firmado gobiernos anteriores, así como también se iba a castigar con todo el peso de la ley a quienes lucraron indebidamente con el patrimonio de todos los mexicanos.

Pues desgraciadamente, ninguna de las tres cosas sucedió y todo está resultando en un gran engaño y en lo que más ha fallado López Obrador a sus votantes es en la primera de las promesas, ya que no ha colocado al frente de las dependencias a personas honestas, ni mucho menos se ha “barrido la corrupción de arriba para abajo” y muestra de ello es el personaje muy pero muy vinculado a López Obrador del que vamos a tratar en esta ocasión y quien protagonizó el más último escándalo de corrupción en el gobierno de la autollamada 4t: Julio Scherer Ibarra.

Resulta que este personaje siempre fue un amigo muy cercano, tan cercano de López Obrador que cuando abandonó el cargo de la consejería jurídica, el presidente se despidió de él diciendo que “Julio es como mi hermano, nos ha ayudado mucho” y no es para menos, si Scherer lo acompañó desde el 2006 para denunciar el falso fraude electoral del que dicen que fueron víctimas y en la última fue el operador político del candidato, resultando nombrado tras el triunfo electoral de 2018 como consejero jurídico de la presidencia, es decir, el abogado personal del presidente.

Y sí, porque ese cargo que oficialmente se denomina como Consejería Jurídica del Ejecutivo Federal es la encargada de revisar y validar todos los decretos, acuerdos y demás instrumentos jurídicos, tales como iniciativas de ley e incluso proyectos de ley aprobados por las cámaras del Congreso de la Unión y que se remiten para su promulgación y publicación o en su caso ejercer el derecho de veto.

Como bien pueden darse cuenta, quien ostenta ese cargo es el encargado de asesorar al presidente de la república en el ejercicio de prácticamente todas sus facultades constitucionales y por lógica elemental se entiende que dicho cargo debe de recaer en una persona con conocimiento de leyes y que sea de todas las confianzas del ejecutivo.

Nada más que, resulta que el señor Scherer aparte de dedicarse al cumplimiento de sus funciones legales, también se dedicaba a otras “asesorías legales” que adolecían, y mucho, de la legalidad y lo peor de todo, es que esas asesorías consistían en la vieja relación entre dinero, poder y persecución o no penal; nada más y nada menos que lo más clásico de la corrupción ejercida desde lo más alto del poder.

Y es que, por dichos del propio Scherer, quien publicó un desplegado hace algunos días quizá tratando de anticipar un golpe que le puede venir desde el poder, nos enteramos que tanto él como el “fiscal perverso” (ver la primera entrega de esta serie) y la primera secretaria de gobernación y ahora presidente de la mesa directiva del Senado de la República, la exministra de la SCJN Olga Sánchez Cordero, formaron una trama de corrupción que consistía en buscar a personajes con manejos dudosos (casos Juan Collado, Cruz Azul, Inés Gómez Mont, Viaducto Bicentenario) en los que el modus operandi era comunicarse con los implicados, ofrecerles criterios de oportunidad penales a cambio de millonarias sumas de dinero que se pretendían cobrar a partir de despachos de abogados que debían de ser contratados como defensores y a quienes se les pagarían las cifras como honorarios.

Y también, según el mismo Scherer el presidente, que como dice López Obrador: “lo sabe todo”, era consultado previo a hacer las “propuestas indecorosas” y obviamente las mismas se hicieron con su venia.

Scherer obviamente se presenta como una víctima de los otros dos y trata de presionar al presidente para que no le suceda nada y más porque a raíz del reacomodo del gabinete como consecuencia del fracaso en las pasadas elecciones intermedias, él quedó fuera del gabinete mientras que el fiscal sigue siendo arropado por López Obrador, lo cual lo deja en franca desventaja frente a sus rivales en las alturas del poder.

Mas aquí lo relevante es que el “affaire” Scherer, no solo confirma la gran corrupción que existe en los más altos niveles del gobierno federal, sino que es una revelación que se hace desde lo más profundo del mismo gobierno y es en ese punto en donde deja mal parados y exhibidos tanto a los directamente señalados, como al presidente y, desde luego, al mismo autor de las revelaciones.

Dejándoles tan en mal que el presidente en lugar de “ponerse a barrer enérgicamente de arriba hacia abajo”, mejor esconde la cabeza y dice que no se mete en esos asuntos y que serán los tribunales los que juzguen; con lo cual se va cayendo el teatrito, ya que en vez de poner a los más honestos y barrer la corrupción, se ha hecho justo lo contrario al poner a los más corruptos y ensuciar a más no poder al gobierno de México.

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Twitter: @FelipeFBasilio