AMLO geopolítico

El presidente López Obrador ha seguido moviendo sus fichas para evitar que actores externos, y en particular Estados Unidos, obstruyan la puesta en marcha de la llamada “Cuarta Transformación”, que tiene entre sus principales componentes: 1) fortalecer el monopolio de la CFE y Pemex, en detrimento de inversiones privadas en el sector energético; 2) instrumentar la política de seguridad de “abrazos, no balazos” que, en los hechos, conlleva acuerdos de coexistencia con grupos del crimen organizado, y 3) concentrar mayor poder en la presidencia de la República, en detrimento de contrapesos autónomos, a fin de apuntalar la continuidad de su proyecto político más allá de 2024.

Para tal efecto, ha revivido la defensa de los principios tradicionales de política exterior, especialmente los de no intervención, autodeterminación de los pueblos y defensa de la soberanía. Ello, a la par de un “giro bolivariano” para reforzar lazos con gobiernos izquierdistas de América Latina, en particular con Cuba, Venezuela, Nicaragua y Argentina, así como proponer la desaparición de la OEA y la reactivación de la CELAC.

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Con el mismo objetivo de evitar el intervencionismo externo, López Obrador ha cedido en puntos secundarios para él, pero de interés clave para Estados Unidos: 1) contener a migrantes centroamericanos por medio del despliegue de la Guardia Nacional y aceptar la continuación de la política “Quédate en México” que permite a migrantes seguir en el país en espera de que su caso sea revisado en EU, y 2) instruir acciones específicas para prevenir el tráfico de fentanilo (que el gobierno del presidente Joe Biden ve con urgencia debido a la crisis por sobredosis de opioides), como lo mostró la orden del presidente a la Marina de intervenir las oficinas de la COFEPRIS el 30 de septiembre, a petición de autoridades estadounidenses, por sospechas de que se entregaban permisos apócrifos de importación.

 

A esta lista de concesiones mexicanas frente a la administración Biden, debe sumarse el ofrecimiento explícito del presidente mexicano, durante la Cumbre Trilateral de Líderes de América del Norte en Washington (18 de noviembre), de unir esfuerzos a fin de contrarrestar la amenaza del poderío chino. Tal propuesta se delineó en el breve discurso de López Obrador en la Casa Blanca cuando dijo: “la integración económica, con respeto a nuestras soberanías, es el mejor instrumento para hacer frente a la competencia derivada del crecimiento de otras regiones del mundo, en particular, la expansión productiva y comercial de China”. Al respecto, subrayó el aumento del peso de dicho país como porcentaje del mercado mundial durante los últimos tres decenios, el cual, de continuar “mantendría viva la tentación de apostar a resolver esta disparidad con el uso de la fuerza […] Por eso, lo más conveniente es fortalecernos comercialmente en América del Norte y en todo el continente”. Por lo pronto, en el comunicado final se plasmó el compromiso de garantizar la estabilidad de cadenas de suministro y crear un mecanismo de coordinación para evitar futuras disrupciones.

El discurso del presidente mexicano provocó el airado rechazo del gobierno chino y sin duda fue sorpresivo. Cabe recordar que antes de tomar posesión López Obrador dijo que quería “abrir un nuevo capítulo en la relación con China” y el canciller Ebrard sostuvo que el país asiático era pieza clave “en la estrategia de diversificación económica”. Más recientemente, debe mencionarse la invitación al presidente Xi Jinping a participar por video en la cumbre de la CELAC en Ciudad de México, así como las peticiones de vacunas a China por parte de nuestro país.

Tal parece que este posicionamiento con respecto a China por parte del presidente mexicano fue “música para los oídos” del presidente Biden y el primer ministro Justin Trudeau, quienes consideran al país asiático como la principal amenaza a la seguridad nacional de sus respectivos países. Las declaraciones de López Obrador fueron especialmente bienvenidas en el contexto de los irritantes existentes con México en materia energética y por el apoyo del gobierno mexicano a regímenes autoritarios en el continente.

Si bien es cierto que tanto Estados Unidos como Canadá afirman mantener un fuerte compromiso con la defensa de la democracia, los derechos humanos y el medio ambiente, también es cierto que la contención de China tiene relevancia máxima en términos de realpolitik. En este sentido, cualquier colaboración con otros países para refrenar tal amenaza se considera prioritaria. De tal suerte, López Obrador ha vuelto a dar muestra de su sagacidad política, en esta ocasión entendiendo el contexto geopolítico y cómo usarlo en su beneficio.

Así, seguramente el presidente ha logrado comprar más tiempo para evitar que se manifiesten contrapesos internacionales a la consolidación de su proyecto político. Empero, su éxito hacia el futuro para evitar tal contención externa no está garantizado. Hay intereses fuertes al interior de Estados Unidos —en el congreso, organismos empresariales y sociedad civil— para que Biden se muestre más asertivo frente al gobierno mexicano en temas como combate al crimen, protección de inversiones, derechos humanos, democracia y cambio climático. Cabe recordar que de la cumbre trilateral surgieron las primeras críticas estadounidenses a la política energética de López Obrador. En efecto, hace unos días el vocero del Departamento de Estado confirmó que plantearon a la delegación mexicana preocupaciones sobre el tema. Más aún, se especula que el involucramiento del embajador estadounidense Ken Salazar fue clave para posponer la consideración de la contrarreforma eléctrica en el Congreso.

Hacia adelante, el aumento de flujos migratorios mexicanos debido al continuado deterioro económico y la persistencia de altos niveles de violencia generarán aún más presión para que Estados Unidos tome una posición más firme frente a López Obrador. Sin duda, también habría apremio para reaccionar si López Obrador toma acciones contundentes para subvertir la autonomía del INE u otros organismos autónomos. Recordemos que la defensa y promoción de la democracia está en el centro del ideario de política exterior de la administración Biden, lo que ya ha provocado críticas a los gobiernos de El Salvador y Nicaragua, e incentivado la próxima celebración de la primera Cumbre de la Democracia (diciembre 9-10). En conclusión: por el momento es previsible que Estados Unidos siga evitando criticar la agenda prioritaria de López Obrador, pero es incierto que tal postura pueda continuar en el mediano y largo plazos, no obstante otras consideraciones estratégicas.

Información Proceso*