La cotidianeidad del aparato educativo: lo miserable de nuestras miserias
Por Artemio Ríos Rivera*
Lo concreto es concreto porque es síntesis de múltiples determinaciones, señaló hace tiempo un famoso científico social. Un pequeño y concreto acto, por casual que parezca, se llena de significaciones, de determinaciones, de síntomas de nuestros tiempos, por ejemplo:
Me desempeño en el Sistema Educativo Mexicano, en el estado de Veracruz. En un pleito que no me concierne, en un documento en el que llaman a comparecer –como imputado– a mi compañero de oficina ante la autoridad superior, se hace alusión a mi persona, como confabulado con él para dañar a alguien. El documento dice: “Rápidamente levanto mi vista y observo que 3 personas más atrás están el Mtro. Artemio, escribiendo o usando su celular, al percatarme de ello y como ya me habían comentado que quieren a toda costa conseguir pruebas para desestimar mi testimonio y con el temor que en ese momento me dio…”
Sí yo no conociera al maestro Artemio, pensaría que es un malvado montonero que hostiga y vigila a una pobre e indefensa mujer, porque es una Directora la que afirma lo anterior. La verdad, el momento, el lugar y la circunstancia de la que se habla me pasaron desapercibidos.
¿Cuál es el contexto del fragmento de texto? No me interesa ser preciso, pero sí dejar claras algunas cosas. Mientras debiéramos estar preocupados por la situación académica de los alumnos de educación básica y por el tipo de País que estamos contribuyendo a construir, nuestros recursos y energías las consumimos en mezquindades manipulando gentes y situaciones a conveniencia personal o de grupo.
Quien hace la afirmación citada anteriormente es una mujer, agravante inequívoca para juzgar a quienes ella prejuzga.
La Directora, tiene una dirección efectiva de escuela telesecundaria, hizo funciones de auxiliar administrativa en la Sección de maestros federalizados del SNTE en el Estado. Estuvo ahí acompañando a quien era su pareja sentimental y, a quien –como premio a su lealtad al Equipo Político (corriente sindical antidemocrática del SNTE)– le otorgaron una Supervisión Escolar en la región de la capital del Estado. La Directora, ¿concursó como él para el ascenso?, sería una buena pregunta.
Ella se fue con él a la Supervisión Escolar. Cuando tuvieron desavenencias de pareja, ella buscó donde acomodarse sin tener que irse muy lejos de la ciudad. Así llegó como apoyo a una Jefatura de Sector, donde yo me desempeñaba. Mientras se posesionaba del espacio se mostró muy amable con el Jefe de Sector compartiendo comentarios políticos, aunque ambos pertenecían a corrientes sindicales distintas.
Después hubo problemas por tareas en la oficina (sobre el aseo de los baños). Vinieron las acusaciones, actas administrativas, testimonios y toda esa parafernalia. Así se dio la ruptura entre el Jefe de Sector y la Directora. Así nos entretenemos al no tener proyectos académicos.
Por otro lado, yo había gestionado, con el sello y firma de la Jefatura de Sector, unos materiales educativos, mismos que usaba y uso para promover la lectura en las escuelas, a cada académico del Sector le proporcioné un juego.
Siempre fui amable en el trato con la Directora y hasta la fecha mi relación con ella es institucional y como compañeros de trabajo. Creo que el trato ha sido recíproco o, al menos, yo no ando buscando señales de distanciamiento o algo que se le parezca.
En la ruptura, el Jefe de Sector le dijo que me tenía que devolver los materiales. Yo siempre estuve lejano de sus diferencias, ya que no me interesaban y, físicamente, me encontraba en un espacio aparte al que ellos ocupaban. Sin duda, llegaban los ecos del pleito, pero uno no se entera de lo que no se quiere enterar.
Al irse del Sector, la Directora me preguntó que si me tenía que devolver el material del que he hablado, yo le dije que no. Ella contestó que el Jefe decía que sí, entonces le comenté que sí me los devolviera. Se fue sin darme nada. Por un lado el Jefe me pedía el material, por otro, La Directora no me dio nada. Aunque es algo muy simple, trato de ejemplificar cómo a los contrincantes no les importa lo que pase con los demás, si se los llevan o no “entre las patas”. Su egolatría está por encima de cualquier sentido de compañerismo.
A mí, el material no me importaba, pero al no entregarme lo que en estricto podía ser un material de la oficina, me enfrentaba al Jefe de Sector, él me lo reclamó sin mucha convicción. Yo no le di importancia, pero me quedó claro que no les interesaba el respeto a los otros, sino cómo molestarse el uno al otro. Cómo vencerse, ganar, vengarse.
Como resultado de un concurso de selección cambié de oficina y fui a parar a la Supervisión Escolar, dependiente del mismo Sector de la que depende la escuela en que se reubicó la Directora. En el corto tiempo que estuvo el Supervisor, callejísta también, desarrollé mi trabajo sin cotratiempos. No tuvimos ningún problema.
Si de simpatías sindicales o políticas hablamos, no soy afecto a las preferencias de la Directora ni a las del Jefe de Sector, en todo caso, mis antecedentes están en los movimientos contestatarios emergentes en el Magisterio y siento simpatía por las corrientes de pensamiento que forman la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación, nunca ha sido un secreto. Callejístas e Institucionales me parecen instrumentos del mismo ogro filantrópico del que habla Paz.
Entiendo que hay imperativos éticos que van más allá de las egolatrías, por eso he podido trabajar varios años con mucha gente, poniendo por delante el bien común. Con el Jefe de Sector llegamos a pactos muy básicos: el respeto al trabajo del otro. También he tratado de conservar un perfil, difícil en un medio donde la mayoría de la gente te quiere usar para sus fines. He tratado de construir un perfil académico y no caer en manipulaciones. Si es necesario, no renuncio a manifestar mis preferencias y diferencias, pero respetando a los demás, tratando de ser leal, sin dobles intenciones. Así, es difícil moverse en espacios donde cada quien usa las cosas y “jala agua a su molino”. Así, manifestamos lo miserable de nuestras miserias.
Parecía que los personajes de la “alternancia” podrían caminar con nuevas prácticas, pero no ha sido así y siguen atrapados en las mismas mezquindades, sin atender lo sustantivo de nuestra función: la educación de los niños.
En este contexto, aprovechando filias y fobias, el Supervisor de la zona escolar en cuestión permutó su lugar a una Supervisora de negros antecedentes, hubo más actores involucrados en la decisión. Esto provocó la movilización de los maestros de la Zona para impedir la llegada de la mujer. La oficina se quedó acéfala y a cargo del Jefe de Sector.
El Supervisor saliente, de la manera más ilegal y amparado en la impunidad, se fue llevándose mobiliario, equipo, papelería y tres recursos humanos. Un día llegué a trabajar y la oficina estaba desmantelada. La autoridad educativa actuó con negligencia y complicidad. Además, el Supervisor saliente había acordado con los directores cercanos a él, cambiar las escuelas a la nueva zona escolar. Un claro síntoma de la manera patrimonialista y poco institucional como se maneja la cosa pública en Veracruz.
Esto contextualiza el pleito entre el Jefe de Sector y la Directora, que al parecer, no terminó con la salida de ella de la Jefatura de Sector. Hay muchos interesados en que “el agua se mantenga revuelta” y sacar ganancia de esas situaciones, sin importarles la educación ni la institucionalidad. Para muchas autoridades de la actual administración, andar avivando fuegos, perdón apagando, desde su perspectiva les da su razón de ser: colaborar a los acomodos políticos y la correlación de fuerzas ante cualquier eventualidad electoral. Se trata de buscar aliados, cómplices, vender favores, cobrar agravios.
Ella –la Directora– se sintió, como otros, contenta de irse con su escuela a la otra Supervisión. Un Supervisor que nunca está en la oficina y que permite que todos hagan lo que quieran, con un discurso divorciado de una práctica siempre es llamativo. Si tiene buenas relaciones y hasta puede gestionar créditos del ISSSTE, “más mejor”. Dejar a uno hacer lo que quiera siempre es atractivo. Esos vacíos son la madre de vicios y virtudes, si tienes proyecto académico y entiendes la autonomía de gestión, puedes hacer muchas cosas. Si no, te puedes ausentar durante semanas de la escuela y tampoco pasa nada. Basta una palmadita en la espalda y comprometer el voto.
Pero el movimiento de los maestros impidió lo que podríamos llamar una “rezonificación” de facto. Así, la Directora se sintió en una correlación de fuerzas desfavorable y buscó cómo justificar que su escuela se vaya a la otra zona escolar ¿lo habrá consultado con el personal de su escuela?, ¿entenderá el mapeo de las escuelas y el peso de la geografía en esas decisiones?, ¿pensará en el bien común y no sólo en sus intereses personales? En fin, hay muchas preguntas sin respuesta clara. A cualquiera con un poco de sentido común le queda claro que es una desproporción la pretensión de la Directora. Parece que no hicieran falta respuestas para quienes están acostumbrados a recoger las migajas de quienes toman decisiones, compran complicidades y andan eternamente cachando votos.
Me faltaba decir que el Maestro compareciente, mi compañero de oficina, es hijo del Jefe de Sector, lo que lo hace sospechoso de facto de alianza con esa figura en contra de la indefensa Directora. Como en La Colonia, los hijos heredan las deudas de sus padres, esa parece ser la lógica. Aunque el documento que ella signa a la autoridad superior reitera “nuestra inmediata adhesión a la zona escolar” del Supervisor que se fue, la verdad es que no hay justificación para tal medida. Entonces el pretexto se funda en imputar al Maestro de malos tratos a su persona, diciéndose asustada. Argumenta que al haber poco personal en la Supervisión, necesariamente tiene que tratar con este Maestro. Y agrega la referencia que hace de mí, para mostrar como argumento que tendría que tratar con alguno de los dos, poniéndome en el mismo saco del Jefe de Sector y del Maestro. Así el “motivo” se vuelve infalible: somos potencialmente personas que la pueden maltratar, por eso su escuela tiene que irse a otra zona escolar, no a cualquiera, a la del Supervisor en cuestión.
Respeto al Jefe de Sector, como al Maestro y la Directora, para mí son mis compañeros de trabajo y eso es importante para mi desempeño profesional. Dice que yo estaba atrás de ellos cuando él la maltrató y que seguramente yo estaba recabando “evidencias” para desacreditar sus dichos en un testimonio. No voy a entrar aquí a decir que se trata sólo de su dicho, que no aporta pruebas mas que su palabra. Que es una vil y barata calumnia, que ni siquiera me conoce, en fin. Eso no me interesa, en todo caso le corresponde responder al imputado. Lo que sí puedo decir es que yo no he escuchado o visto que haya sido maltratada o amenazada por el Maestro. Me consta, en general, de su trato pertinente al personal de la zona escolar.
Concluyendo, a pesar de la referencia que se hace de mi persona, mi trato será, como ha sido: institucional con la Directora; considerando, antes de cualquier otra cosa, que es mi compañera de trabajo y estamos al servicio de los chicos que acuden a las escuelas para las que trabajamos, no para andar midiendo a ver quien puede más, a ver quien puede joder al otro con impunidad.
No me interesan los pleitos de la Directora con nadie, ya sea en la institución o fuera de ella.
Lamento sus sentimientos persecutorios (lo digo porque de acuerdo a su escrito se infiere que yo soy parte de ese complot), debe ser difícil relacionarse con los demás pensando que hay predisposiciones para hacerte “mal”. Que descanse un poco, le juro, por la memoria de mi madre, que no me interesa en lo más mínimo su vida laboral o personal.
Si escribo todo esto es sólo por la alusión que se hace a mi persona, para darle certeza y tratar de aliviar un poco sus preocupaciones. Y, si se me permite, para que no se manche una reputación que me ha costado mucho trabajo construir.
No me interesa si su escuela se pasa a otra zona escolar o si ella se cambia de escuela a otra zona, esto último podría ser lo correcto o lo menos desproporcionado. Esa debería ser su petición, en caso de que tenga razón y no se trate de un mero revanchismo politiquero. Personalmente no me interesa, institucionalmente es lamentable que juguemos este tipo de juegos y la “autoridad” se mueva en esos vaivenes calculando dividendos.
En lo particular, no sé de lo que habla en su escrito. En cuanto a la situación precisa que señala no vi, oí o constaté algún mal trato de parte del Maestro para con ella. Ni siquiera recuerdo la situación que describe.
Lamento el desgaste de las instituciones y el oportunismo para aprovechar y azuzar pequeñas mezquindades y usarlas políticamente contra quien esté a la mano.
Lamento profundamente verme involucrado en estás tonterías y tener que manifestar una posición al respecto, pero lo atiendo por sucederse en mi entorno laboral, con mis compañeros de trabajo y que de alguna forma afecta el servicio que brindamos al País, estas situaciones nos envenenan el aire. Ni modo, tendré que estar ahí en contra de mis convicciones más profundas.
Y sí, ojalá estas circunstancias fueran excepcionales, pero no, parecen ser la regla. El pan de cada día.
Así las pugnas por pequeños espacios de poder, así las ínfimas hogueras de las vanidades. Así los mandarines de un subsistema educativo en el estado. Así los epígonos consolidando sus pequeños y mezquinos reinos.