La democracia y el vacío de poder.
Columna «La Lámpara de Diógenes».
Por Genaro Jiménez *
Estamos siendo espectadores de un deterioro en los distintos ámbitos de la vida pública, en lo económico, lo político y lo social por mencionar algunos; el cáncer de la corrupción desde la cima del poder político está mostrando sólo la punta del iceberg de lo que realmente ocurre en los entramados del poder y digo punta de iceberg porque es sólo a lo que los ciudadanos de a pie tenemos acceso con la información que nos llega desde distintos medios.
El escenario político muestra cierto estado de retroceso a las etapas anteriores de la historia, esta noción clasista de los de arriba y los de abajo ha sido esa frontera indisoluble que ha estado marcada por las mentes infames que pretenden desde el poder tener el control absoluto de las mentes y los cuerpos de los ciudadanos. Si bien hacemos un análisis no tan minuciosos de la historia, el yugo que ha estado gobernando a las clases mas desprotegidas ha sido la del sometimiento, que ha sido blindada gracias a una demagogia muy bien articulada; pero en los últimos años esta se ha envuelto en un gran fracaso por los pírricos resultado de las políticas públicas y sociales. El poder político está cada vez más erosionado por los altos niveles de corrupción que permea en la vida y el corazón de las instituciones, lo que ha llevado que gran parte de la ciudadanía muestre su repudio. En este momento a ciencia cierta, no se sabe si los partidos sean la solución real a los problemas, aunque en el imaginario social se puedan percibir un cierto nivel de hartazgo.
En este periodo electoral la retórica de los candidatos suele considerarse como flatus vocis, es decir, palabras huecas, vacías debido a una falta de concordancia entre el discurso político y la realidad. No tan como quiera el ciudadano actual puede ser engañado con fórmulas electorales y menos aún cuando el poder que se ejerce desde el panóptico político es visto como el gran negocio, desde donde se guisan las estrategias políticas que cada vez tienen sumergido al país en un gran caos. Los hechos de violencia, impunidad y corrupción en todos los niveles son el mejor síntoma de una sociedad que se hunde en los abismos de la barbarie.
Los griegos que fueros los que instauraron el régimen democrático como sistema de gobierno bajo la directriz de una democracia directa, identificaron uno de los grandes males de esta, como es la demagogia; pero en los tiempos actuales, donde la pobreza, la corrupción, la violencia, todas generalizadas, la demagogia deja de ser el medio para construir imaginarios posibles en el ciudadano.
La guerra que se está gestando en las redes sociales sólo nos pueden hablar de referentes sin sustento, la desacreditación que se hacen entre los candidatos nos muestran un mundo dantesco donde la semilla del mal se ha reproducido en forma de metástasis; al final todos esos actores son mostrados al ciudadano como el verdadero maleficio de un país donde ninguno es digno de representar al ciudadano, esto puede llevar a adoptar la máxima “votar por el menos peor” aunque en términos deseables es lo menos idóneo.
Tal vez sea necesario un cambio de narrativa no sólo hacia la sociedad sino una transformación al interior de las instituciones políticas, una renovación de toda la sociedad, el surgimiento de nuevos liderazgos al margen de los partidos políticos, pero además con nuevas narrativas que cristalicen otras formas de hacer política, al fin la política también es creación, es el arte de construir un mundo distinto al que tenemos actualmente.