Vuelve la niña amante de la ciencia que une a nietos y abuelos
Jacqueline Kelly publica su segundo libro de Calpurnia Tate, un fenómeno literario
Por: ELISA SILIÓ Madrid.
A Jacqueline Kelly le escriben infinidad de abuelos. Le quieren agradecer los vínculos que han creado con sus nietos a través de sus dos novelas: La evolución de Calpurnia Tate (2010) y El curioso mundo de Calpurnia Tate, recién editado en España, ambos en Roca Editorial. Las obras se han convertido en un fenómeno mundial protagonizado por una niña de 12 años (en la segunda entrega) educada en 1900 para “aprender labores domésticas y ser presentada en sociedad al cumplir 18 años”, pero que sueña con convertirse en científica.
Por eso camina tras su abuelo, que luchó con los confederados y posee una plantación algodonera, con un cazamariposas, una cartera de piel y un cuaderno donde anota sus observaciones científicas. “Que se creen estos lazos familiares en la realidad me hace muy feliz. Mi primer objetivo es divertirme, y el segundo entretener a mis lectores. Ser didáctico es bonito, pero adicional”, cuenta Kelly a EL PAÍS por correo electrónico sobre estas historias sencillas y conmovedoras, con la ciencia como trasfondo.
Kelly, que empezó a leer muy pronto, siempre quiso ser novelista, pero dedicó sus esfuerzos a formarse en Derecho y Medicina, profesiones que ha ejercido. “En un momento se me pasó por la cabeza escribir, pero no fue hasta mediados los 40 años cuando pude encauzar mi vida como quería”, relata. El germen de La evolución de Calpurnia Tate fue el entorno de su hacienda victoriana en Fentress (Texas), pero entre ambas novelas su vivienda ardió. “Tardé mucho tiempo en recuperarme de la pérdida de mi casa. Todavía la echo de menos, pero he encontrado otros sitios en los que sentarme y observar la naturaleza. Cada pequeña criatura que vuela, salta o se escabulle me inspira para escribir el siguiente capítulo. Habrá un tercer volumen. Me encantaría que los libros se convirtiesen en una serie de televisión o una película”.
A la autora le preocupa que los chicos del siglo XXI están absorbidos por los videojuegos y los dispositivos electrónicos: “Corren el riesgo de perder el vínculo con la naturaleza. Creo que el reto real de los padres de hoy en día, al menos los estadounidenses, es poner atención al mundo natural que les rodea. Espero que mis libros supongan una pequeña ayuda”. Y hasta desconfía de la comunidad científica: “Presta cada vez más atención a las señales de los animales y la naturaleza en general simplemente porque se siente amenazada por el aumento de las aguas y el calentamiento de los océanos”.
Calpurnia hace “la mayor parte de los viajes en la biblioteca”, a diferencia de Kelly, criada en los parajes más variopintos. Nació en Nueva Zelanda, “un país pequeño que alberga casi todos los climas y ecosistemas que uno pueda imaginar”, y creció entre Vancouver (Canadá) y Texas (Estados Unidos). Una vuelta al mundo que deja huella en su prosa: “La primera vez que mi familia vio el desierto y las montañas secas de El Paso fue un gran choque. Todo el campo era amarillo y marrón hasta allá donde el ojo podía ver, a diferencia de los paisajes verde intenso a los que estábamos acostumbrados. Me llevó varios años llegar a apreciar la belleza del desierto”. Desde entonces Kelly no ha abandonado Texas, pero sí ha dejado de ejercer como abogada. “Todavía veo a algunos pacientes, pero me gustaría dedicarme a escribir todo el tiempo”. Disfrutar de todo lo que no puede Calpurnia, la única chica de siete hermanos, que se siente una “ciudadana a medias” en su propia casa.