Falsos odios II: La Nueva España: ¿reino o colonia?

Por: Felipe de Jesús Fernández Basilio

Desde a Janela

La semana pasada comenzamos esta serie que busca demostrar como a base de prejuicios, cuyo origen se encuentra en la ignorancia o en el mejor de los casos en el conocimiento parcial de los acontecimientos históricos, se ha creado un discurso de odio basado en juicios de valor que en la época analizada simplemente no existían.

Y así vimos como la llamada conquista de México no fue tal y como a partir del siglo XX el llamado “gobierno emanado de la revolución mexicana” nos empezó a contar esas historias llenas odio y de rencor que en su momento no estaban presentes y es que no existe una sola evidencia de la época que así lo demuestre.

Ahora vamos a abordar el mal llamado “periodo colonial” y es que la Nueva España no fue de ninguna manera lo que se conoce políticamente como una colonia, ya que este término en la acepción que nos ocupa se refiere a un territorio invadido y ocupado por medio de la fuerza militar y en el cual sus ocupantes aíslan o eliminan a sus habitantes originales para después disponer del territorio y sus recursos; ejemplos de ello sobran con el colonialismo que las diversas naciones europeas impusieron en áfrica y en partes del sudeste asiático en el siglo XIX.

Sin embargo, en el siglo XVI las cosas eran muy diferentes a las que había hace dos siglos, ya que por una parte las potencias europeas no existían o estaban en una época temprana de formación y por la otra ni remotamente tenían el conocimiento de las tierras que iban avistando ni mucho menos de los pueblos y recursos que contenían, como sí aconteció cuando en el Congreso de Berlín las potencias europeas se repartieron África con la única finalidad de tener una propiedad sobre las partes que a cada una le correspondió.

Ahora bien en el caso concreto de Iberoamérica, otros factores incidieron en la manera en la que se fue formando política y administrativamente y uno de ellos fue la propia estructura que tenían los pueblos ibéricos en ese entonces, pueblos que se encontraban agrupados en diversos reinos de acuerdo a sus características nacionales y que en un principio se unificaron bajo el régimen de lo que en derecho internacional se conoce como una unión personal; es decir lo único que tenían en común era un mismo monarca pero conservaban por separado todas sus demás instituciones y leyes.

Es decir, quien a finales del siglo XVI (la máxima época de esplendor ibérico) era el Rey, no se decía Rey de España o de los españoles, sino que era rey de Castilla y León, Rey de Aragón, Rey de Navarra, Rey de Portugal, Rey de Nápoles, Rey de Sicilia, entre otros muchos títulos y dominios que tenía; más en cada corte gobernaba de diferente forma y con diferentes prerrogativas, ya que no eran los mismos usos en la corte de Segovia que en la de Zaragoza ni mucho menos en Lisboa.

Pues ese sistema fue el que se trasladó a este continente y así se fundaron diversos reinos, primero de pequeña extensión como en México sucedió con el Reino de México, el Nuevo Reino de León, la Nueva Galicia, el Nuevo Santander para después pasar a unidades territoriales más grandes como lo fue el Reino de la Nueva España.

Mas todos estos reinos fundados de este lado del Atlántico fueron unidades territoriales con sus propias autoridades, pero de igual manera bajo un solo soberano, quien al no poder reinar físicamente en todas partes, utilizó a la burocracia y así se creó el Consejo de Indias para administrar a todos los reinos fundados en otros continentes y también se valió de la figura del vice-rey, que era un funcionario que ejercía con ciertas limitaciones el papel del soberano en el territorio que administraba, territorio que podía estar en América o en Europa, ya que en Italia también era muy frecuente que los hubiera.

Siendo esta una organización política que dista mucho de la que se aplicó en la época del colonialismo descarnado de los siglos XIX y XX, ya que como se dijo el afán no era el de sojuzgar, sino que era el de imitar las propias instituciones.

Por ello es un error echar en el mismo saco el colonialismo con la época de los descubrimientos y en consecuencia no podemos hablar de una época colonial al referirnos al periodo del Reino de la Nueva España, en la que si bien hubo guerras y sometimiento en algunas partes, también hubo alianzas que perduraron durante todo el periodo, tal y como fue el caso de los tlaxcaltecas, quienes conservaron fueros, tradiciones y territorio, tan es así que hasta la fecha el estado de Tlaxcala cuenta con los límites exactos que tenían sus señoríos en la época en que Cortés llegó.

Entonces ahí tenemos la primera falsa apreciación en relación con el conocimiento actual de ese periodo de la historia de México, periodo que además nos han dicho hasta el cansancio que fue una edad oscura en la cual sólo imperaba la brutalidad y el terror teológico y que, salvo la obra de algunos pocos valientes, pocas luces hubo y en la historiografía oficial es un tema tabú que ocupa muy pocas horas de clase en las escuelas, en las que se señala de manera exagerada las partes más negativas del periodo.

Pero para no cansarnos, en esta ocasión nos conformamos con entender que es equivocado utilizar los términos colonia y colonial para referirnos a la Nueva España, ya que éstos definen cosas muy diferentes a lo que fue en nuestro país en ese periodo de su historia y ya en otras colaboraciones abordaremos otros tópicos de la que fuera la Nueva España.

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Twitter: @FelipeFBasilio