Que Dios lo perdone

MARCOS DURAN FLORES

El poder de los Legionarios de Cristo se ha hecho sentir en Roma, que otorgó la indulgencia a la orden, lo que es incompatible con el dolor de las víctimas

 Fue el escritor Jacinto Benavente, uno de los autores teatrales más importantes de la historia y Nobel de Literatura en el lejano año de 1922, quien alguna vez dijo: “Perdonar supone siempre un poco de olvido, un poco de desprecio y un mucho de comodidad”.  Una buena parte de lo que dice es verdad, porque habría que aceptar que los hechos pasan y no los podemos cambiar. Al hacerlo, solo resta olvidar, perdonar o decidir que lo pasó no admite el perdón y que este no siempre es posible, y mucho menos aplica para todos los casos.

Hace unas semanas escribí en este espacio que el argentino Francisco Berboglio, promovía un discurso progresista, renovador, uno que reconocía los derechos de los homosexuales, condenaba los dogmas, las doctrinas morales y pugnaba por castigar los crímenes de pederastia cometidos por ministros de su iglesia.

Con gran ingenuidad empecé a creer en Berboglio y sus intenciones de abrir el sarcófago en donde se esconden los pecados que tanto han dañado al cristianismo. Pero todo eso acabó cuando el Papa Francisco anunció hace unos días, que otorgaba la indulgencia plena a la Legión de Cristo y a su movimiento seglar Regnum Christi durante el próximo Jubileo y por su 75 aniversario.

La Orden fue fundada en 1941 por el mexicano Marcial Maciel, quien condujo con mucho éxito la Legión hasta que a mediados de los años noventa empezaron a aparecer los signos de su putrefacción y doble vida. Aún así, la Legión navegó algunos años más en silencio hasta que su barco se vino a pique al descubrirse que a quien llamaban con elocuencia “Nuestro padre”, fue acusado de pederastia, fraude, extorsión, abusos sexuales y de tener tener más hijos que yo. Luego en una intentona de apagar el escándalo, Joseph Ratzinger, quien en abril de 2005 había sido elegido Papa, desterró a Maciel del ministerio a una “vida de oración y penitencia”; pero de castigo nada.

De inmediato, surgieron defensores de Maciel que se negaron a poner en duda su obra y atribuían las críticas a la mala voluntad, el odio e incluso al deseo de muchos por destruir el sacerdocio y con ello a la Iglesia Católica. En el 2009, un año después de su muerte, la Legión reveló que había descubierto que Maciel tenía una hija. La noticia sacudió a esta organización basada y diseñada en el culto a la personalidad de Maciel, no una que pudiera superar a su propio fundador. En lo personal, conozco a muchos hombres y mujeres ligados a los legionarios, todas son personas honorables, de trabajo y comprometidas con su fe y su comunidad. No merecen lo que Maciel le hizo a su propia orden religiosa.

Pero el año pasado la Legión se refundó, y al hacerlo emitió un comunicado en donde expresaron su reprobación por los comportamientos “gravísimos y objetivamente inmorales” de su fundador Marcial Maciel y pidieron perdón a sus víctimas. Lamentaron que muchas de ellas hayan esperado en vano una petición de perdón por parte de Maciel. “Hoy queremos hacerla nosotros, expresando nuestra solidaridad con todas ellas. Al mismo tiempo, queremos expresar nuestro hondo pesar por el abuso de seminaristas menores de edad, los actos inmorales con hombres y mujeres adultos, el uso arbitrario de su autoridad y de bienes, el consumo desmesurado de medicamentos adictivos”. Lamentaron el largo silencio. La declaración suplica para Maciel “la misericordia de Dios”, pero si es que su Dios existe, con toda seguridad ha enviado a este deleznable personaje al fuego del infierno, el mismo infierno al que hizo pasar por tantos años a los niños y niñas de quienes abusó.

Pero el poder de los Legionarios de Cristo nuevamente se ha hecho sentir en Roma. La indulgencia del Vaticano y la pretensión de dejar en el pasado las fechorías de algunos de sus miembros, en especial Maciel, no son compatibles con el dolor de las víctimas y los agravios de las familias. Se indulta la obra de un pederasta y de una institución que lo encubrió. La iglesia nuevamente ha sido herida por sus propios pecados y ni siquiera hay ya un “Mea culpa”, esto se trata más bien de un esfuerzo institucionalizado para darle vuelta a la página, como si eso fuera posible. Hoy, para él solo queda el perdón del Dios que han inventado.

@marcosduran