¿Dónde está Duarte?
Por Javier Solórzano Zinser*
En la vorágine en la que nos trae Donald Trump no hay que pasar por alto algunos asuntos como si hubieran desaparecido. Antes de entrar a uno de ellos revisemos en breve lo último de la pesadilla llamada Donald Trump.
Ayer el presidente de EU arremetió de nuevo en contra del país. En este caso menospreciando la multicitada llamada con el Presidente Peña Nieto.
Jugando con la duda Trump no aclaró quién llamó a quién. Lo que sí hizo fue calificar la conversación como “no tan importante”, repitiendo lo que ha dicho varias veces sobre el Presidente Peña Nieto: “es un buen hombre”.
Como suele suceder con Trump, nunca queda claro qué es lo que quiere decir. En la mayoría de las ocasiones que habla del país o de Peña Nieto remata con “México va a pagar el muro”; zanahoria y el garrote.
Pasando a lo otro, no todas las acusaciones en contra de Javier Duarte han de ser ciertas. Tiene el derecho a defenderse, la ley debe ser firme y bajo el Estado de derecho en democracia suponemos que se defenderá y deberá ser escuchado.
Después de tantos meses sin que lo hayan detenido todo lleva a que lo que lo mantiene en libertad es la red de complicidades. Cada día que pasa es un día más en que el Gobierno federal se lleva un revés.
¿De qué tamaño es la red que mantiene en libertad a Javier Duarte? Deben ser muchas cosas a la vez. No hay manera de creer que estén a punto de detenerlo en Guatemala, la colonia Del Valle, Chiapas, Xalapa o Costa Rica y que se les pele.
Si tuviera una red tipo Chapo Guzmán sería quizá explicable, pero incluso este personaje terminó por ser detenido después de haberse fugado en dos ocasiones, a todos nos vio la cara.
La clave está en saber de dónde vienen las complicidades que le permiten moverse. Va un paso adelante de Interpol, de las policías locales y de la federal, lo cual sólo puede ser posible por una mano que mece la cuna. A Duarte lo tienen en libertad la complicidad, los intereses y el dinero.
Quien cada vez está más en entredicho, lo estuvo desde que aparecieron las primeras demandas en contra del exgobernador, es el Gobierno federal. La pasividad con que actuó permitió a Duarte y a su comitiva moverse siendo gobernador cuando ya había indicios y elementos para confirmar la existencia de sus tropelías.
Tuvo tiempo hasta para salir en la televisión, a donde los funcionarios regularmente van para confesarse. Sabían dónde estaba, conocían a detalle sus movimientos y además tenían información puntual de las irregularidades que había y seguía cometiendo. Suponemos que el folder era voluminoso y no estaba sustentado únicamente en el “se dice”. Había elementos firmes para iniciar un proceso serio y no se hizo.
La fuga al final no sorprendió a nadie. Lo dejaron actuar a sus anchas, nadie lo interrogó y menos lo persiguió. En medio de la contienda electoral veracruzana no lo tocaron bajo el supuesto de que todo formaba parte de una “guerra sucia”.
No se pueden ver las cosas de otra manera: si alguien sabía lo que pasaba en Veracruz debió ser el Gobierno federal. La tardanza en su detención confirma las muchas sospechas que provoca, las cuales estaban ligadas a la red de complicidad, impunidad y corrupción que construyó Duarte en el estado.
Si bien no porque Miguel Ángel Yunes se la pasara señalando a Duarte tenía que ser cierto, el actual gobernador no es necesariamente presentable, lo que era una evidencia para las y los veracruzanos es que el saqueo era una forma de vida.
Lo vieron, lo dejaron pasar, lo dejaron huir y en eso penosamente andamos.
– RESQUICIOS.Así nos lo dijeron el miércoles: La Constitución de la CDMX es producto de un gran acuerdo democrático y es un mensaje para todo el país. La Constitución no tiene ideologías, es un documento ciudadano que se nutrió no sólo de los partidos, es también producto de la opinión de los habitantes de la capital: Alejandro Encinas, senador presidente de la Asamblea Constituyente de la CDMX.
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