Investigación universitaria
Por: Jorge Manzo Denes*
La investigación es una de las tareas sustantivas de la universidad. Expresa la connatural curiosidad humana que nos impulsa a ampliar y aplicar el conocimiento. Aristóteles lo dijo al inicio de su Metafísica: el hombre es un animal que siempre desea saber. El conocimiento nos permite no sólo sobrevivir, sino vivir mejor; pero aún está lejos de tener todas las respuestas. No hay mejores tiempos para reconocer su importancia y a la vez sus carencias que los que estamos viviendo, con la pandemia.
La curiosidad por saber, por conocer, desata un complejo de investigación –científica, humanística, artística o del simple sentido común– siempre acicateada por nuestras necesidades, ya sean de origen biológico, histórico-cultural o derivadas del avance del conocimiento mismo. En todo este complejo, la universidad ha sido siempre uno de los espacios donde se expresa más claramente esta sed de conocimiento. Por ello, el apoyo a la investigación y al ejercicio de la docencia, que siempre la ha acompañado, debe ser uno de los ejes en torno al cual se articule el cambio de paradigma que propongo para la Universidad Veracruzana (UV).
En este contexto, debemos estar conscientes de que no todas las investigaciones obedecen al mismo tipo de curiosidad; es decir, no todas buscan alcanzar el mismo tipo de conocimiento o enfocarse en hechos o fenómenos semejantes. Así, los objetos de la curiosidad de un filólogo, un artista plástico o un filósofo son distintos a los de un físico, un biólogo o un geólogo. Las necesidades de estos investigadores son diferentes, al igual que sus métodos. De ahí que el tipo de equipo, recursos y organización con que deben contar sean también de naturaleza muy distinta.
En breve, lo que nunca hay que perder de vista es que la investigación en artes y humanidades, en las profesiones liberales, en las ciencias experimentales y en otros campos del conocimiento tiene necesidades de apoyo sustancialmente diferentes. Lo anterior, no implica que se pretenda promover la separación entre las ciencias y las humanidades. Más bien señala la necesidad de impulsar un creciente vínculo de retroalimentación mutua entre las ciencias experimentales, las profesiones liberales, otros campos de conocimiento y las humanidades. Por tanto, mientras continúan sus caminos paralelos, estudiantes y maestros de cada una de estas especialidades puedan interesarse en lo que hacen sus compañeros, de manera que los científicos experimentales y los que siguen carreras de profesiones liberales se acerquen a los humanistas, y los artistas y los académicos dedicados a la investigación humanística se aproximen a la ciencia y a las profesiones liberales.
Estoy convencido de que una relación de complementariedad y de mutua fertilización entre estos diversos campos puede ser en gran medida productiva y beneficiosa para la UV. Por supuesto, la universidad no debe imponer a sus investigadores, maestros y estudiantes los objetos de su interés y curiosidad; la libertad de investigación y de estudio debe impulsarse. Sin embargo, como institución, la UV también ha de estar atenta y cuidar la relevancia, tanto científica como académica, de la pertinencia social de algunas actividades de investigación.
En estos casos, debe procurar en todo momento proveer la infraestructura necesaria y los correspondientes apoyos administrativos. Este soporte debe ser sólido, para que el resultado sea abundante y tenga impacto tanto para el conocimiento en sí mismo como para la sociedad. Si adicionalmente logramos impulsar una mayor y mejor relación entre investigación y docencia, estaremos obteniendo ese cambio de paradigma en las formas de llevar a cabo las actividades sustantivas de nuestra casa de estudios.
Toda investigación relevante en una universidad emerge de un trasfondo cultural. Y las humanidades y las artes son una vía natural de acceder a ese contexto; de ahí que los investigadores formados en las ciencias experimentales requieran considerar muy en serio los desarrollos y aportes de las áreas humanísticas. Al mismo tiempo, las ciencias experimentales también forman parte de la cultura, y tienen efectos lo mismo sobre la tecnología que sobre los modos como la sociedad percibe tanto la ciencia, la innovación tecnológica y las posibilidades que ambas abren para el desarrollo humano. Así, también los humanistas deben estar atentos al desarrollo y a las consecuencias de los adelantos científicos y tecnológicos, que afectan su propia labor y, de un modo más fundamental, las maneras en que conciben el mundo.
El cambio de paradigma que estoy impulsando para nuestra Universidad, habrá de hacerlo no sólo con el replanteamiento de las formas en que realizamos la investigación, sino también como hemos estado formando nuestros posgrados y nuestras nuevas generaciones de investigadores, tanto de ciencias como de humanidades. Sin embargo, nada puede hacerse de espaldas a la comunidad universitaria, se requiere del talento y la participación de todos para conseguirlo de manera eficiente.
* Es científico de la Universidad Veracruzana en el campo de las neurociencias, con especialidad en el autismo; docente del Doctorado en Investigaciones Cerebrales; profesor con perfil PRODEP; miembro del Sistema Nacional de Investigadores y miembro de la Academia Mexicana de Ciencias. Fue Coordinador de la Maestría y Doctorado en Neuroetología, así como fundador y director del ahora Instituto de Investigaciones Cerebrales, y ha sido organizador de múltiples actividades docentes, así como conferencista en diversas instituciones. Es evaluador de proyectos Conacyt y revisor de manuscritos científicos en diversas revistas especializadas. Autor de numerosos artículos científicos nacionales e internacionales.Comentarios y sugerencias: contacto@jorgemanzo.org