Donald Trump, la universidad y los hechos alternativos
Por Adolfo Gilly
El presidente de Bard College, antigua y respetada institución universitaria de Estados Unidos, profesor Leon Botstein, acaba de difundir un severo documento en defensa del conocimiento científico y de la libertad de investigación y enseñanza en Estados Unidos, hoy bajo la amenaza de las políticas irracionales del presidente Donald Trump en materia de educación e investigación científica y humanista. [oncampus@nytimes.com]
Las universidades de México, y en primer lugar la Universidad Nacional Autónoma de México, así como nuestros históricos y estrechos lazos con las universidades y los universitarios de Estados Unidos en investigación, enseñanza, intercambio de estudiantes, profesores e investigadores e información académica y científica, caen bajo esa misma amenaza. Es preciso enfrentarla juntos, con los instrumentos de la razón y la sólida calma de la decencia. Esto es cuanto escribe el profesor Leon Botstein:
“Nunca desde el tiempo de la caza de brujas y el mac-cartismo, la universidad estadunidense ha sufrido una amenaza tan grande por parte del gobierno. ¿Cómo va a funcionar la universidad cuando desde la presidencia y su gobierno se borra la diferencia entre hecho y ficción, postulando la existencia de hechos alternativos? ¿Cómo es posible que la universidad cierre los ojos ante lo que todo historiador conoce como un instrumento clave de los regímenes autoritarios modernos: la capacidad de disfrazar de verdad a la mentira, y de rechazar los resultados de la argumentación razonada, la evidencia y la verificación rigurosa?”
La atmósfera de sospecha e inseguridad creada por el desprecio por la verdad crea el ambiente perfecto para las medidas recientes del presidente Trump contra la inmigración. El futuro de la universidad en Estados Unidos y, en realidad, su razón de ser fundamental, están en peligro bajo un gobierno que construye muros en la frontera mexicana, cierra la entrada a los inmigrantes musulmanes y denigra la idea de Estados Unidos como tierra de destino para los refugiados.
El profesor Botstein, descendiente de inmigrantes alemanes perseguidos por el nazismo, recuerda cómo aquella inmigración contribuyó a “trasformar un sistema educativo universitario provinciano de segundo nivel, en el más refinado del mundo entero. […] Una proporción asombrosamente grande de estudiantes titulados y profesores en ciencia son hoy extranjeros o inmigrantes”.
¿Qué sucederá con nuestras grandes instituciones públicas de investigación científica?, se pregunta. ¿Habrá una reducción continua del apoyo a la investigación fundamental a favor de la que sirve a determinados productos comerciales? Los mayores progresos en medicina provinieron de la investigación realizada después de la Segunda Guerra Mundial, cuyo motivo exclusivo era permitir a la humanidad comprender mejor la naturaleza, no producir un fármaco nuevo.
“¿Qué haremos nosotros, los dirigentes de nuestras instituciones de educación universitaria –prosigue el profesor de Bard College– frente a un presidente que niega los hechos, que niega la ciencia? ¿Será mejor callar cuando repudia la ciencia del clima y revive teorías ya desechadas sobre el autismo? Ni los hechos ni las fotografías le impidieron rechazar la evidencia sobre los resultados de la elección presidencial o el tamaño de las multitudes durante su toma de posesión”. No es cuestión de partidos políticos: Se trata de cuál es el papel y la función de la academia en tiempos turbulentos:
Los presidentes de nuestros colegios y universidades deben defender los principios que han permitido que florezcan nuestras instituciones de educación superior: la libertad, la tolerancia y la apertura a todas las personas cualquiera fuere su origen nacional o su religión. Las acciones y el espíritu del nuevo gobierno amenazan los valores esenciales de la universidad estadunidense.
Las voces de nuestros dirigentes en la educación superior tienen que oírse contra tal amenaza. No es una causa partidaria. Nuestra causa es una democracia donde sean bienvenidos los ciudadanos de todo el mundo, donde estén protegidas las minorías y se respete el desacuerdo. Tal democracia es el único marco donde la investigación, la enseñanza y la búsqueda del conocimiento pueden prosperar. Ha llegado el tiempo de actuar juntos. El mundo debe tener claro qué defiende la universidad de Estados Unidos.
Los profesores, los investigadores, los estudiantes de Estados Unidos, mujeres y hombres, jóvenes y no, razonarán, resistirán, trabajarán y podrán prevalecer sobre las verdades alternativas, la ignorancia y la barbarie del Gran Dinero convertido en poder.
Desde la UNAM, las universidades, los colegios, las escuelas de todo el territorio mexicano es preciso apoyarlos, invitarlos, visitarlos, reunir fuerzas materiales y espirituales para defender y proteger a este México agredido, amenazado e insultado un día sí y el otro también por el presidente Donald Trump, sus funcionarios y su poder financiero, territorial y militar.
Podremos así plantar bandera y presencia desde donde somos y donde estamos, ahora que el gobierno federal en los hechos, los gestos y los dichos está mirando cómo pasa el tiempo. (http://www.jornada.unam.mx/2017/02/09/ Foto Ap)