La muerte, notas de un presentimiento
Por: Mario Evaristo González Méndez
En lo que va del año han muerto miles de personas, en distintas latitudes y por diversas causas. No sabemos cuándo ni cómo, pero algún día tu y yo seremos parte de esa estadística. La vida es lo cotidiano y del mismo modo lo es la muerte que, por definición, es la extinción de aquella.
Llega un momento en que la muerte de los otros nos parece normal: “todos vamos para allá”, sugiere el dicho popular. Y ese “todos” distrae la conciencia del momento personal que será la muerte, pues sin saber cómo ni cuándo, la muerte que suceda será la mía, la tuya.
Hace poco cimbró mi pensamiento y mi sentimiento la noticia de mi muerte. Supe que moriré. No me lo dijo algún médico, ni algún adivino, ni me fue revelado en un sueño. Lo supe tras apagar la luz de mi habitación y percatarme de la oscuridad y el silencio vacíos. Fue un instante: sin duda, moriré.
¿Lo has pensado?, ¡Tú también morirás! Hoy te escribí y me leíste; en algún lugar del mundo estamos y nos enteramos de esta noticia. ¿Triste? Para algunos quizá, y muy pocos. ¿Lamentable? No lo creo. Pero me resulta espantosa la noticia.
Me asustó la oscuridad y el silencio que me trasladaron a lo que percibí como el fin de la vida, de mi vida. Desde luego, estos meses han ocurrido hechos que, supongo, mi conciencia manifestó en el episodio que te narro. Aun así, la suma de sentimientos y emociones tuvo un efecto real: vivo y moriré.
A unos días de aquél suceso, mi pensamiento ha tratado de organizar lo que sentí. Creo que morir no es un problema ni una injusticia, al contrario, es lo natural y lo justo correspondiente al movimiento de la vida. El miedo que me sobrecogió no fue sino un reflejo del apego que tengo a la vida, que más bien, considero mía.
No es mi vida, la vida se me da a cada instante; no ha sido mi elección vivir, ni tampoco lo será morir. La muerte siempre será un presentimiento, es decir, nunca tendremos la experiencia de ella en primera persona. Pensarla nos despertará algún sentimiento, generará alguna idea, pero jamás tendremos la certeza de que nos ocurrió. La muerte es parte del misterio de la vida, sólo se especula de ella y, en un acto de fe, se acepta.
Mi temor no es a la muerte, sino a las consecuencias de las que no tengo certeza ni dominio, por eso resulta absurdo, sin embargo, es común que el pensamiento se disipe en supuestos fantasmagóricos que nos arrebatan la paz que nos da la integración de la existencia.
Aquél episodio pasó, es probable que vuelva a suceder y de nuevo me estremezca; será el indicio de que estoy vivo, que amo la vida y causa dolor pensarla y sentirla extinguirse. Sin embargo, volverá la calma, me reconciliaré con la oscuridad de la noche y la serenidad del silencio, que no ya no serán vacío porque las colmaré de gratitud, pues el pensar y el sentir son signo inequívoco de que vivo.
Moriré y morirás, sucederá sin excusa. Vivo y vives, ¡que sea también sin excusa!