Las alternativas del ocio
Por: Renatta Vega Arias
(Primera parte)
Cuando era adolescente y empezaba a tomar mis decisiones y a salir por mi cuenta, parecía que ir a conciertos, al teatro o al ballet era carísimo, que para una persona de ingresos limitados estaba negado el acceso a la ópera, museos y esas cosas, porque eran muy caros los boletos. Pero sucedía también que un equipo de difusión cultural de la UNAM llevaba pases para ofrecerlos a las alumnas de la Normal de Educadoras, donde yo estudiaba. Eran gratuitos, para los domingos o sábados, por lo que no tendríamos que faltar a la escuela para asistir. Sin embargo, muy pocas los pedían. A mí me gustaba ir.
Recuerdo con mucha claridad un ballet del Taller Coreográfico de la UNAM con música de los conciertos de Brandemburgo de Bach. Todavía viene a mi mente la cadencia de la danza cada vez que escucho esa música y con ello aquella sensación de libertad, de absoluto goce, viendo a los bailarines con sus trajes de color en un escenario negro con luces cambiantes. Recuerdo el olor de aquella Sala Miguel Covarrubias que para mí era fascinante, y desde entonces me di cuenta de la enorme oferta cultural que existe por todos lados y el poco público que asiste. Casas de Cultura en los Municipios, Centros Culturales de las Universidades, públicas o privadas, donde la entrada es, si no gratuita, si mediante un pago simbólico. Mi credencial de estudiante era la llave mágica, como después lo fue la de profesora, para poder entrar con descuento o gratis y lo será también cuando tenga acceso a la de la tercera edad. Podría usted pensar ¡qué buena suerte ha tenido esta mujer! Y seguramente sí, pero esta posibilidad de acceso no era para mí por sorteo o porque tuviera amigos en las altas esferas de la Cultura (así, con mayúscula), ni “por mi linda cara”, como reza el dicho, no. Pero ¿y si no tiene ninguna credencial de descuento? pues igualmente encontrará opciones, siempre las hay.
A principios de los 80´s, iba los sábados y en vacaciones al Centro Cultural Coyoacanense a tomar las primeras clases de pintura de mi vida. El Profesor se llamaba Felipe Loperena Martínez y fue quien, sin proponérselo, me ayudó a encauzar mi vocación. Al salir de clase me gustaba ir a algún museo, por ejemplo, el de Frida Kahlo, que quedaba a unas cuantas cuadras. La entrada era gratuita y no había restricciones para pasar a todas las áreas, así que, siempre sin tocar y dentro de la normatividad, tuve la oportunidad de visitar esa casa por lo menos una vez al mes por varios años. Me gustaba respirar ese ambiente y lo absorbía con mucha tranquilidad, me hacía preguntas, me detenía delante de los cuadros. Confieso que el ambiente creativo de la casa de la pintora me causaba fascinación. Cerca de sus cuadros, pinceles, trajes, utensilios y hasta su extraña cama, podía respirar su esencia, sentir el dolor de esa vida que en ese momento era nuevo para mí. Recuerdo que su caballete me producía un extraño anhelo, ¡un caballete profesional! …Hoy, a veces cuando veo el mío, recuerdo esos días con cariño, eran días en que todavía el cuadro “Las dos Fridas” estaba aún en la casa, porque luego, durante un asalto, al intentar entrar por las ventanas rompieron los vidrios y finalmente la administración del museo tuvo que tomar la resolución de tapiarlas, pero yo sí que tuve la oportunidad de asomarme a aquella ventana a la que Frida echaba vaho para dibujar con su dedo sobre el vidrio. Así es como lo recuerdo, vaya usted a saber si todo fue exactamente así, pero en esos tiempos en que yo era visitante asidua, el nombre de Frida Kahlo todavía no era tan famoso y yo solía ser la única visitante, porque antes de que se pusiera de moda, el museo estaba siempre vacío o con muy pocas personas más.
Luego, cuando salieron el libro “El Pincel de la Angustia”, de la escritora Martha Zamora, la película de Paul Leduc “Frida, Naturaleza Viva”, con Ofelia Medina como Frida y años después, “Frida, los Matices de una Pasión”, protagonizada por Salma Hayek y dirigida por Julie Taymor, se desató la moda de Frida, pero es muy importante que usted que puede y ahora mismo está leyendo estas letras, sepa que mientras vivió, antes de estar de moda Frida Kahlo, la gente no acudía a la Casa Museo de la artista ¿por qué?
Más aún yo le pregunto a usted ¿por qué esperar a que algún crítico nos diga que es bueno o malo un artista, para conocer su obra? ¿por qué esperar a que se escriba un libro o se haga una película para asomarnos al mundo de un creador? ¿por qué no darnos a nosotros mismos la oportunidad de hacernos una opinión, antes de que alguien más nos dicte lo que debemos pensar o a quién aceptar? como le comenté con amplitud en la entrega número 6 de esta columna, Frida no vendía sus cuadros, sencillamente porque nadie se los compraba y hoy en día su obra es una de las más caras del arte latinoamericano. Ya lo dije entonces, pero hago esta referencia para hacer hincapié en que Frida Khalo, su obra y su museo ya existían antes de que la pusieran de moda a y fuera complicado entrar a su casa-museo.
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