¿Quién vive del arte? (Tercera y última parte)

Por: Renatta Vega Arias

Luego de dos entregas en las que he planteado algunas consideraciones para responder a la cuestión de ¿quién vive del arte?, hoy termino esta serie de tres. No ha sido sencillo y seguramente tampoco abarca todos los aspectos, porque tampoco me propongo hacer de ésta una plataforma de denuncia, pero logro al fin mi deseo, que es dejar en manos de usted, estimado lector y espectador y parte del gran público del arte, algunas claves para dar respuesta a esta pregunta.

Empezaré con esta historia que, por haber sido tan polémica, se conoció bastante. Se trata del artista Maurizio Cattelan, quien expuso un plátano, pegado con cinta adhesiva – de esa ancha y gris – a una pared. Esto podría parecer una locura sin más, pero lo hizo para exponer en la feria de arte Art Basel, en Miami Beach. La obra, titulada “Comedian”, fue comprada por 120.000 dólares (2,354,342.40 pesos mexicanos). Según el autor, la hizo para provocar la reflexión sobre el valor que le damos a las cosas y qué tipo de objetos valoramos. A tal grado juega a veces el arte conceptual con la ironía, que entonces un plátano cualquiera, pegado en cualquier pared, con cualquier cinta, no tiene ese resplandor que lo hace ARTE. La calidad de arte se la concede el artista y esa es la diferencia: Es el concepto que creó el artista. Es decir, no es lo mismo que lo pegue cualquiera y sin ninguna “idea”, a que lo pegue él. Como epílogo a este asunto, le comento que el artista David Datuna asistió a la mencionada exposición, despegó la fruta y, simplemente, se la comió, mientras lo grababan y decía algo como “‘Hungry Artist’ (artista hambriento), Una performance mía, dijo “Amo el arte de Maurizio Cattelan y me encanta esta instalación. Está deliciosa”.

He hecho la relación de estos hechos, no porque defienda o ataque tales ideas, yo solo pongo en la mesa el asunto, ya usted sabrá que pensar y ese es mi objetivo. En la tercera entrega de esta columna, le conté a usted el cuento del traje nuevo del Rey, en el que solo un niño, gracias a sus naturales inocencia y sinceridad, fue capaz de decir, en honor a su percepción, que el Rey iba desnudo, al verlo desfilar ante sus súbditos en tal situación. El rey, creyendo disimular su incompetencia e ignorancia, había sido engañado por una pareja de “sastres” que le prometieron un traje maravilloso que, según ellos, solo los inteligentes podían ver.

Antonio García Villarán, famoso youtuber español, a quien le recomiendo haga usted una visita, acuñó el término HAMPARTE, para referirse al arte que, mediante estrategias comerciales y fraudulentas, crean un halo de fama alrededor de algún artista, para que parezca valioso y se venda su obra, a menudo en precios muy considerables. El fenómeno no nos es ajeno, ¿recuerda la canción de Willie Colón, que en sus coros dice: “no tiene talento, pero es buena moza”? en referencia a una persona que, aún sin talento, con bastante “producción” y publicidad, podría llegar a ser UNA GRAN ESTRELLA y ganar mucho dinero. El fenómeno es el mismo, pero ¿quién es el responsable de eso? ¿quién es capaz de comprar esta obra? Pues esa persona que le sigue el juego a pesar de que el artista le esté diciendo prácticamente “estoy pegando este plátano aquí, para ver quién es capaz de darle el valor que digo yo que tiene, nomás porque lo digo YO”. Lo dejo aquí, para su consideración. Desde luego el arte conceptual, sobre todo las instalaciones, ya son harina de otro costal, y hablaremos de estas expresiones en algún otro momento.

Otro fenómeno que no es raro en el comercio de las artes plásticas, es que el propio artista o su equipo, compran algunas de sus obras en una exposición a precios altísimos, estableciendo así un récord de venta. Los compradores, al ver que hay demanda de las obras, se deciden a comprar, porque la obra “se está vendiendo”. Si, se especula de muchas maneras es igual, igual a las estrategias que en cualquier otro comercio, pero eso es en el gran mundo del arte, donde las casas de subastas y las galerías marcan las líneas. Pero en el mundo común y corriente, trabajamos artistas plásticos, pintores, grabadores, dibujantes, fotógrafos, escultores, y otros que nos dividimos, nos multiplicamos y diversificamos para poder vivir de nuestro trabajo sin renunciar a nuestra vocación. Hacemos exposiciones para acercarnos al público, invitamos a todos los espectadores a que conozcan nuestra propuesta, ofreciéndola a la venta. Acudimos a ferias, hacemos eventos en línea, nos asociamos a galerías más o menos “famosas” y les damos de 40% al 60 % del costo de las obras, por su gestión comercial. También hacemos cursos y talleres, ilustramos libros, revistas, en fin, hacemos gala de nuestra creatividad y si, al final, vivimos del arte.

Por cierto ¿qué tal sus muros? ¿no estarán muy solitos? ¿no le hará falta una obra de arte original en su casa, oficina, taller, negocio?

¿Se ha dado cuenta de que en los grandes almacenes le ofrecen artículos realmente costosos, por ser auténticos, únicos o porque son exclusivos de TAL diseñador? Bueno, pues la obra de un artista ES, AUTÉNTICA, ÚNICA, EXCLUSIVA y, además, ORIGINAL. En suma, no hay otra igual en todo el mundo.

Termino con la misma recomendación: entre a una exposición, mire, pregúntese cosas, llénese de imágenes y, si algo le gusta, busque la forma de hacerse con ella. Apueste por un artista y dele un nuevo valor a la imagen. ¿Se anima?

Renatta Vega Arias

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