Un cuento `El Traje nuevo del emperador´
Por: Renatta Vega Arias
Permítame contarle un cuento que se llama “El Traje nuevo del emperador”: “Hace muchos años vivía un rey que era comedido en todo excepto en una cosa: se preocupaba mucho por su vestuario. Un día oyó a Guido y Luigi Farabutto decir que podían fabricar la tela más suave y delicada que pudiera imaginar. Esta prenda, añadieron, tenía la especial capacidad de ser invisible para cualquier estúpido o incapaz para su cargo. Por supuesto, no había prenda alguna sino que los pícaros hacían lucir que trabajaban en la ropa, pero estos se quedaban con los ricos materiales que solicitaban para tal fin.
Sintiéndose algo nervioso acerca de si él mismo sería capaz de ver la prenda o no, el emperador envió primero a dos de sus hombres de confianza a verlo. Evidentemente, ninguno de los dos admitieron que eran incapaces de ver la prenda y comenzaron a alabar a la misma. Toda la ciudad había oído hablar del fabuloso traje y estaba deseando comprobar cuán estúpido era su vecino.
Los estafadores hicieron como que le ayudaban a ponerse la inexistente prenda y el emperador salió con ella en un desfile, sin admitir que era demasiado inepto o estúpido como para poder verla.
Toda la gente del pueblo alabó enfáticamente el traje, temerosa de que sus vecinos se dieran cuenta de que no podían verlo, hasta que un niño dijo:
«¡Pero si va desnudo!»
La gente empezó a cuchichear la frase hasta que toda la multitud gritó que el emperador iba desnudo. El emperador lo oyó y supo que tenían razón, pero levantó la cabeza y terminó el desfile.”
(Wikipedia El traje nuevo del emperador (Keiserens nye Klæder), también conocido como El rey desnudo, es un cuento de hadas danés escrito por Hans Christian Andersen y publicado en 1837 como parte de Eventyr, Fortalte for Børn –Cuentos de hadas contados para niños-)
Este cuento me sirve para explicar lo que pasa a veces con el arte. Vemos algo que nos parece difícil de entender, porque nos dicen que es algo maravilloso y tal vez no nos parece tan maravilloso, pero como nos lo dice esa gente que sabe de arte, pues ponemos cara de que entendemos, pero por dentro no nos sentimos muy convencidos. ¿Qué hacer?
Yo creo que hay que ser como ese niño, que sea capaz de reconocer que el emperador está desnudo y punto. En su inocencia, el niño no siente aún el peso de la vergüenza o el temor a hacer el ridículo si dice la verdad.
Pienso que no tenemos la obligación de ver lo que dicen que está ahí y no tenemos la obligación de saber, porque eso no nos lo han enseñado. No es importante cuánto sabemos de arte, sino cuánto estamos dispuestos a vivirlo. Podemos ser valientes y reconocer que “el emperador está desnudo”, si eso es lo que percibimos. Lo que sí es importante es ir y ver, sentir y dejarse conmover por el arte. Y sepa usted, que, al salir de una exposición, su espíritu habrá vivido una experiencia estética. Tal vez le gustó lo que vio o tal vez no, pero no olvide que cada vez que lo haga, se estará dando la oportunidad de algo distinto.
Hay que tomar en cuenta que, como dice el dicho “El que no conoce a Dios, en cualquier esquina se hinca”, es decir, mientras más arte vemos, más se van sensibilizando nuestros sentidos, además de estimular zonas importantes de nuestro cerebro, un descanso para él, que siempre tenemos entretenido en resolver cuestiones cotidianas.
Podemos estar conformes en escuchar siempre la misma música, pero entonces no vamos a saber de lo que nos perdemos si no conocemos a otros artistas. ¿Qué tal entrar poco a poco a conocer algunas canciones de artistas que no hemos oído nunca? ¿Podría usted aceptar la invitación para entrar a ver una exposición (presencial o por internet), solo con la idea de “sentir” lo que la obra transmite, tratar de “escuchar” lo que los cuadros nos dicen sin hablar?
Renatta Vega Arias