Dolor en el ocaso
Dolor en el ocaso
21 de octubre, 5:00 pm. El cielo comienza a matizarse de un hermoso color naranja, el aire es un tanto frío y la soledad es evidente para aquel que llora sin parar. Postrado ante un Dios el cual no parece responder. Por alguna razón él se odia a sí mismo y a la vez respeta lo que alguna vez fue la obra perfecta de Yahvé.
La quise, la quiero y nunca la olvidaré. Luchar contra este sentimiento es inútil ya que nadie, ni siquiera por debajo de los abismos, ha amado como yo. Desde la creación de mi ser hasta el día de hoy mi alma no sufría igual. Entre tus labios y los míos no hubo nada más excepto por las lagrimosas dudas de la decepción que siempre quise evadir…
Dicho esto, el Ángel cayó. Sus alas se mancharon de sangre, su piel ahora es áspera y sus ojos húmedos.
A pesar de ser diablo nunca quiso serlo.
Después de todo, los mejores versos nacen de las noches de mayor crisis. Después de todo sigue ahí deseoso de palpar de nuevo a su bella mortal la cual jamás alcanzará. Yo le llamo “la paradoja celestial perfecta” o al menos así lo entiende mi corazón…
Andrés J. Reinaldo