Breve reflexión en torno al aborto

Por: Mario Evaristo González Méndez

El próximo miércoles 29 de julio de 2020, se discutirá en la Suprema Corte de Justicia de la Nación, el proyecto para despenalizar el aborto en México. El debate en la agenda pública ha generado diversas reacciones en la opinión ciudadana. A continuación, se ofrece una reflexión en torno a algunas premisas que sostienen quienes promueven la legalización y legitimidad del aborto:

 

 

  • El embrión no es una persona humana, por tanto, no es sujeto de derechos.

 

Tal aseveración es tanto como negar la belleza armónica de la naturaleza humana, la unidad del ser. La potencia efectiva de la unión de los gametos femenino y masculino es engendrar un ser de su misma especie. Este argumento, si acaso representara un bien para quienes lo defienden, sería un bien deleitable, pues es un argumento que sólo satisface la insuficiencia del conocimiento sensitivo y se limita a la conjetura.

 

  • La mujer es dueña de su cuerpo, por tanto, es autónoma para decidir la interrupción del embarazo.

 

La autonomía del cuerpo sólo es efectiva en el marco relacional, el cuerpo es un límite orgánico que define nuestro modo específico de existencia. El cuerpo es la materia de nuestro modo de ser, permite un primer reconocimiento de la semejanza entre la especie y evidencia la individualidad de la persona, pero el individuo sólo es tal en tanto advierte la otredad. La corporeidad nos impone la comunión con el ecosistema y con la comunidad humana. 

En el ejercicio de la genitalidad humana, el cuerpo es un bien compartido y la autonomía se ejercita al decidir cuándo, cómo y con quién se comparte en sus dimensiones amorosa, erótica y reproductiva, asumiendo las consecuencias.

La tesis de fondo es que el embarazo tras una relación coital consensuada es un error, mismo que puede ser solucionado desechando el embrión concebido; esto es una solución parcial que afirma como derecho la posibilidad de violentar el propio cuerpo y el cuerpo de otro.

Si aceptáramos este argumento, la analogía podría extenderse a la dispensa de la agresión sexual, del homicidio, del secuestro y de otros tantos crímenes donde invocando la autonomía del cuerpo es posible justificar la violencia.

Este supuesto es un bien defendido por quienes asumen la exclusividad de valor sensual-erótico del cuerpo, que en los últimos años es de interés económico y político.

 

  • Ninguna mujer puede ser obligada a ser madre, por tanto, en caso de un embarazo no deseado, el aborto es una opción legítima.

 

Tanto la maternidad como la paternidad (realidades conjuntas) son decisiones personales en el marco de un proyecto de vida, pero hay una dificultad que enfrentamos hombres y mujeres jóvenes de este siglo: algunos hemos creído en la ilusión de la mercadotecnia que sobrevalora el presente, lo espontáneo y el desapego, en consecuencia, no tenemos un proyecto de vida porque para proyectar se requiere memoria y visión. La primera es imposible cuando el pasado se nos ha presentado como un error que es necesario arrancar (revisionismo histórico); la segunda se limita a soñar los sueños que otros nos imponen para consumirlos a altos costos enriqueciendo a quienes los producen. Hallaron en el discurso comunista y humanista la mina de oro para el bolsillo capitalista.

La maternidad y la paternidad son opciones de vida, implican un modo específico de existir y de relacionarse, es algo que se discierne a la luz de la inteligencia, pero la sobreestimulación de los sentidos parece acotar las posibilidades de un proyecto de vida razonable, que responda a la realidad y no sea un espejismo.

Ninguna mujer puede ser obligada a ser madre y ningún hombre puede ser obligado a ser padre, pero la ideología imperante defiende que es mejor no serlo; irónicamente propone que se puede ser y hacer lo que se deseé (cambio de sexo, el éxito profesional y económico, cambio de imagen), pero aquella cualidad connatural que no genera riqueza es mejor evitarla, es más, es un error si no se tienen ciertas cualidades aceptables por el estándar del progreso.

El bien que se persigue tras esta afirmación es de utilidad para quien produce (anticonceptivos, clínicas, publicidad, asociaciones); y deleitable para quien considera que la maternidad es un obstáculo para la realización personal.

Quien deliberadamente interrumpe la vida del embrión concebido tras la unión coital, atenta contra su propia dignidad, niega la belleza íntegra de su naturaleza sexual y la belleza armónica de su modo específico de existencia. 

Hago una acotación para referirme a las mujeres y hombres que optan por no tener hijos, es una decisión legítima y un modo específico de vivir su sexualidad. Pero no puede ser una decisión posterior a haber concebido, sacrificando la vida de una persona que no pudo elegir; estas circunstancias se enfrentan y se resuelven según la dignidad humana.

 

  • El aborto es una opción legitima en caso de enfermedades y malformación congénitas en el embrión.

 

Esta afirmación es inversamente proporcional a lo que pretende: atenta contra los derechos humanos, es un tipo de discriminación que promueve el natalismo selectivo. Es evidencia del deterioro ético y moral que se esconde tras la idea del progreso, aceptarlo es un retroceso en la promoción del desarrollo humano. Es una versión burda de la eugenesia arraigada en el darwinismo social del siglo XIX y promovida por sectores racistas y nacionalistas. 

Es un bien útil para quienes ven en la población con enfermedades o malformaciones congénitas un peso muerto en la cadena de producción y consideran su eliminación como un mal necesario para evitar fugas del capital público en esquemas de seguridad social para este sector poblacional.

También es un bien útil para la perversión del mercado del diagnóstico prenatal, la ingeniería genética y la fecundación invitro; por último, es un bien deleitable para las personas cuyo concepto de belleza se limita a su percepción sensorial y no están dispuestos a compartir la vida con lo que les parece repulsivo o cuestiona su autopercepción de perfección.

 

  • Garantizar el acceso universal al aborto es una medida legítima para reducir la injusticia social que representan los pobres.

 

De nuevo se recurre al viejo argumento del darwinismo social. Se afirma la hipótesis de que, eliminando a los pobres se acabará la pobreza y el mundo tendrá mejores condiciones de vida. Es una ilusión, mueren miles de pobres al día y la pobreza aumenta, siempre habrá pobres porque son necesarios para que haya riqueza económica, pues por definición ésta implica tener más, no porque sobre sino porque se retienen o se controlan los bienes a los que otros no pueden acceder y es un privilegio que no están dispuestos a compartir quienes dominan.

Es una mala respuesta a la miseria del mundo, se piensa que estamos en una situación donde proveer la muerte es un acto de justicia, de solidaridad intergeneracional. Antes que compartir, antes que desinstalarse del privilegio, antes que reorientar el consumo de bienes y servicios, sigue siendo mejor que alguien muera.

Lo que es absurdo es que las mujeres feministas proaborto que conozco son pobres y sospecho que carecen de conciencia de clase; marchan con la bandera del progresismo procurando el conservadurismo del capitalismo que las usa para fines políticos y económicos, ignoran (eso espero) que tras sus pañuelos verdes avanza un sistema que no tiene espacio para ellas, ni lo tendrá para sus hijas e hijos.

¿Qué de bondad puede haber en contratar al jornalero para cavar un pozo con promesa de darle agua, sabiendo el patrón que lo ha mandado a cavar su propia tumba para no compartir su agua?

 

  • Dado que hay mujeres que mueren por causa de abortos clandestinos, el Estado debe proveer los medios y recursos necesarios para garantizar el acceso médico gratuito y seguro para interrumpir el embarazo.

 

Con la legalización lo que se pretende es precisamente la tutela del estado (señalado de patriarcal) en el asunto. Se acude al manejo pernicioso de la estadística, que puede sumar o restar según convenga. Es un reclamo lógico en el discurso del feminismo hegemónico utilitarista, promovido desde organismos internacionales que dictan las normas y financian a alto interés su operación. 

El aborto, como acto voluntario, podrá ser legal (y de hecho lo será), pero nunca será legítimo. Aunque se presente como efecto positivo de la educación sexual y el progreso social, la razón de fondo siempre es una renuncia a las obligaciones y evidenciará la debilidad de mujeres y hombres para vivir con dignidad. La aceptación del aborto sólo cabe en una conciencia perezosa intelectualmente, resentida culturalmente y diluida en la economía de las sensaciones.

Como varón, frente al crimen del aborto, mi opción es por un ejercicio responsable de mi sexualidad y una paternidad que dignifique la vida para mujeres y hombres: cuidar, proveer, educar, amar.