La comandante tapatía

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Por: Armando H. Noriega

Se escuchaba el ir y venir de las sirenas, había movilización policiaca por todo el lugar, el motivo, un hombre muerto, sin una gota de sangre en su cuerpo, a Rocío, Comandante de homicidios de la policía de Guadalajara, no le encontraba sentido a este y varios asesinatos que desde hace un par de meses se venían dando, hombres, mujeres, niños, todos sin una gota de sangre y con dos orificios en el cuello a la altura de la yugular, de todos las condiciones sociales; y es que existe la leyenda de que en el panteón más cercano hay un árbol, le llaman el árbol del vampiro, empezó a crecer en la lápida donde sepultaron a un conde inglés, en el siglo XIX llegó este extranjero y comenzaron a encontrar primero a los animales muertos sin una gota de sangre, la población de aquél entonces no le había prestado la mucha atención, pensaron que se trataba de una epidemia, una plaga, no sabían que era lo que pasaba, lo que tenían en común los animales muertos eran dos orificios, hasta que empezaron a encontrar a personas muertas de la misma manera, la gente tenía mucho miedo de salir de sus casas, la leyenda cuenta que el conde siempre vestía de negro y solo salía cuando empezaba a oscurecer, el pueblo vivió con miedo por mucho tiempo, hasta que descubrieron al conde chupándole la sangre a una mujer en la calle, se dieron valor y decidieron enfrentar al conde, lo mataron enterrándole una estaca en el corazón, lo sepultaron en el panteón de Belén, cuenta la leyenda que empezó a crecer un árbol en aquella lápida rompiéndola poco a poco con el paso del tiempo, se creía que cuando la lápida estuviera totalmente rota o aquél árbol se cayera regresaría el conde a buscar venganza y resurgiría de entre las tinieblas para sembrar nuevamente pánico en aquél pueblo, ahora ciudad.

Rocío no daba crédito a los asesinatos que estaban ocurriendo, tantos cuerpos sin una gota de sangre y con dos orificios en el cuello a la altura de la yugular, sin marcas de violencia, decidió investigar los bancos de sangre, el tráfico de órganos, agotó todas y cada una de las pesquisas que tenía en la línea de investigación, mandó a todo el personal que tenía a su disposición para patrullar las zonas. 

Tres días después encontró a uno de sus policías muerto de la misma manera, sin una gota de sangre, sin rastro de violencia, su arma sin desenfundar, las balas completas, estaba en plena investigación en busca de algúna pista que los pudiera llevar al asesino serial cuando se escuchó un grito desgarrador de mujer, se escuchó muy cerca, cuando al fin dieron con ella ya era demasiado tarde, ya estaba muerta, estaban haciendo el levantamiento de rutina cuando un caballero le llamó la atención, era un hombre maduro y atractivo, alto, cuerpo atlético, cabello negro con los costados platinados, barba discreta y bien arreglada, vestía traje de diseñador, vaya, un hombre de esos que imponen sólo de verlos, ella se acercó para interrogar a los testigos y fue directamente hacia él, Rocío no podía evitar sentir atracción por aquél hombre, se agudizó aún más al escuchar una voz firme y varonil; de pronto sintió una energía negativa detrás de ella, instintivamente volteó, pudo observar una sombra en el interior de una casa que estaba junto al panteón de Belén, le pareció extraño ya que esa casa estaba deshabitada desde algún tiempo; el caballero que estaba entrevistando le advirtió que no se confiara, tenía que andar con mucho cuidado, ella le preguntó que si sabía algo al respecto, el hombre negó aquél cuestionamiento, ella comenzó a caminar hacia la casa abandonada, aquél hombre no le quitó la mirada y observó el ir y venir de sus caderas, observó con detenimiento aquellas piernas bien torneadas debajo de esa falda corta en tacones altos, entró sin pensarlo, aquella casa lucía bastante descuidada a pesar de no tener mucho tiempo abandonada, no había luz, se estaba iluminando con la lámpara de su móvil, subió al segundo nivel de la casa con su arma en la mano lista para ocuparla si era necesario, revisando todas las habitaciones, para sorpresa de ella en la última habitación tuvo un hallazgo macabro que le puso la piel de gallina, era un ataúd con cuatro cirios encendidos en cada una de las esquinas, se acercó a tratar de abrirlo sin tener éxito, se asomó por la ventana y ya las ambulancias y patrullas se habían retirado, ya habían retirado el cuerpo de la víctima, solo estaba aquel caballero que estaba interrogando justo debajo de un faro de la luz pública, se estaba fumando un cigarro y como si supiera que lo estaba observando volteó a verla después de darle una fumada y al sacar el humo sólo le hizo un ademán con la mano, ella volteó a ver nuevamente el ataúd, en ese preciso momento se apagaron los cuatro cirios, se espantó ante aquél suceso,  ella comenzó a sentir un frio poco usual, quiso llamar por teléfono para pedir apoyo policiaco pero no tenía señal, volvió a desenfundar su arma, se pegó a una pared, empezó a caminar sigilosamente, salió de la habitación, bajando las escaleras vio al hombre que estaba interrogando, todavía con el final de su cigarro encendido, se sintió por unos momentos aliviada por aquella compañía, guardó su arma, ella no podía negar que fue un descubrimiento poco usual y hasta grotesco, tétrico, no sabía cómo definirlo, tampoco podía negar que sintió miedo, era un miedo poco usual, de ésos temores a lo paranormal, el caballero le extendió la mano para ayudarla a bajar los últimos escalones, le ofreció acompañarla no sin antes ofrecerle un café en la cafetería de la esquina, a lo que ella al escuchar aquella voz varonil pero también al sentir aquél frio en la habitación de arriba aceptó la invitación de aquel atractivo caballero, ya con café en mano el caballero comenzó a relatarle la leyenda del conde sepultado en el panteón de Belén, ella escuchaba aquel relato con mucha atención pero al mismo tiempo sabía que le quería tomar el pelo, ella notaba cierto coqueteo de él, así comenzó a transcurrir el tiempo, el caballero no dejaba de observarla, era una mujer muy atractiva, de estatura media, cabello negro, tez blanca, ojos azules, un busto que quedaba un poco al descubierto por aquella blusa escotada que llevaba puesta debajo de aquél saco que tenía, ambos personajes sentían una atracción mutua  ante los atributos físicos de cada uno, ella volteó a ver el reloj y faltaban cinco minutos para las doce de la noche, el caballero se ofreció a acompañarla a su casa para que no corriera ningún riesgo, ella con un movimiento sensual se descubrió la parte baja de la cintura para mostrarle el arma que traía, le caballero sólo sonrió y cortésmente se despidió y comenzó a caminar en sentido contrario a la dirección que ella llevaba, instantes más tarde volteó a ver al hombre pero éste ya no estaba, había desaparecido.

Sobre la acera sólo se escuchaba el taconeo de los pasos de la comandante, aceleraba un poco el paso hasta que por fin llegó a su carro, la niebla comenzaba a bajar, no había luz en la calle donde estaba su carro, sólo la luz que se alcanzaba a filtrar de la luna llena, algo nerviosa sacó la llave de su bolsa, no sabía porque pero estaba nerviosa, presentía algo, cuando al fin logra abrir su auto y sentarse frente al volante se sintió segura otra vez, fue inevitable seguir pensando en aquél hombre de voz varonil y físicamente bien dotado, pero también seguía con la sensación de aquella casa, sentía que alguien la estaba observando, así transcurrió un poco de tiempo cuando al fin llegó a su casa, con tremenda sorpresa notó que ahí estaba el caballero con el que acababa de tomar un café, bajó la velocidad y se dio cuenta que estaba por entrar al mismo edificio en el que ella vivía.

Apuró a estacionarse para poder alcanzar al hombre que estaba por entrar al edificio, al alcanzarlo le preguntó con un cierto asombro que era lo que estaba haciendo, cómo logró llegar antes que ella y porque la estaba siguiendo, él sólo sonrió, le explicó que había tomado un taxi y que se había mudado un día antes al departamento que estaba justo arriba al de ella, se tranquilizó un poco y juntos subieron al elevador; al llegar al piso de ella sin pensarlo lo invitó a tomar una copa de vino, sin dudarlo el caballero aceptó.

El ataúd de la casa abandonada estaba abierto, los cirios encendidos, dos calles más adelante ya había dos cuerpos ya sin vida, de la misma manera, sin gota algúna de sangre en los cuerpos, con dos orificios en el cuello, ésta vez, nadie vio nada, nadie escuchó nada, todo fue en silencio. 

Mientras tanto en el departamento de la comandante después de algunas copas de vino tinto aquél caballero parecía estar hipnotizando a aquella mujer policía que poco a poco accedía a la seducción de aquél hombre, simplemente al escuchar su voz sentía que le temblaban las piernas, éste de manera coqueta acercaba sus labios al cuello de aquella mujer que no ponía resistencia, tenía la blusa con algunos botones de más desabrochados dejando más al descubierto aquel busto firme con los pezones ya erguidos, la respiración acelerada, el vientre agitado, los ojos de aquél hombre comenzaron a tornarse rojos y de su boca comenzaron a salir los colmillos, el caballero instintivamente puso su mano en una de las piernas firmes y bien torneadas de Rocío invitándola a que las abriera un poco, la respiración de la mujer empezó a acelerarse aún más, la mujer estaba haciendo lo suyo desabrochando la camisa de su nuevo amante sintiendo los músculos del pecho firme, podía sentir todos y cada uno de los músculos del abdomen, con la otra mano sentía el poder de los músculos del brazo que estaba acariciando, se respiraba un erotismo total en la sala del departamento de Rocío, la mano del caballero comenzó a subir por las piernas, con la otra mano la despojaba de aquella falda corta que tenía para luego subirla rozando el vientre de ella, con un solo movimiento la despojó de la blusa y sostén dejando el busto al descubierto, estaban inmersos en su momento placentero que ambos amantes ignoraban la presencia de una sombra en el umbral de la otra habitación; la extraña sombra levantó una mano y el caballero instantáneamente se detuvo, Rocío tenía el pulso acelerado y estaba extasiada, no se daba cuenta que por la excitación estaba bajo los efectos hipnóticos de aquél extraño caballero que se inclinó ante la sombra implorando a su amo que a ella no la matara, que la dejara viva al igual que a él para poder velar de su sueño eterno, su seguridad para poder llevar a cabo su venganza, de la sombra sólo se veían los rojos del conde; Rocío estaba en aquél sillón con sólo las pantys puestas, tenía ése cuerpo escultural al descubierto, se podía observar aquel busto firme y el cuerpo ya dispuesto para recibir en su lecho enardecido a su amante dispuesto a darlo todo, pero ella no se daba cuenta de lo que estaba sucediendo, con un movimiento del conde el cuerpo de rocío comenzó a levitar, su cabello caía de forma natural al igual que sus manos, lo único que se podía escuchar era la respiración acelerada de la hermosa mujer y la súplica del caballero por tener a Rocío eternamente sólo para él, las luces del departamento de Rocío se apagaron, sólo se iluminaba por la luz de la luna que entraba por las ventanas del departamento, el cuerpo de la mujer estaba girando en el aire, se observaba el rostro del conde, pálido, los ojos con mirada profunda, una sonrisa macabra que mostraba los colmillos afilados y dispuestos a tomar el elixir de las venas de Rocío para acabar con su existencia, de pronto el conde extiende la otra mano y pone de pie al caballero, poco a poco de igual manera lo pone a levitar y a girar en la misma dirección de Rocío, la habitación empezó a bajar de temperatura, se podía observar el vapor que salía de la boca de la policía que al mismo tiempo no paraba de emitir esos sonidos placenteros, ella estaba hipnotizada, no tenía ni idea de lo que estaba sucediendo, lentamente empezó a bajar al caballero dejándolo con los brazos extendidos y con un movimiento lento puso el cuerpo de la mujer en los brazos de su amante, el conde empezó a flotar en el centro de la sala y con un chasquido de los dedos desapareció.

El caballero comprendió en ese momento que el conde le había brindado la oportunidad de tener una pareja, no sólo para cuidar al conde sino también para que él intentara ser feliz.

Sabía que sólo debía tomar la mitad exactamente de su sangre para no matarla, ni más ni menos, para así poderle dar vida eterna, la puso delicadamente sobre el sofá, comenzó a besarla de manera sensual por la parte interna de los muslos, subiendo lentamente por su regazo enardecido, ella poco a poco comenzó a salir del trance en el que se encontraba, disfrutaba cada caricia de su compañero, cada beso, estaba a nada de sentir el éxtasis total del placer, le estaba besando el busto con ternura, ella no podía más, el amante ya estaba despojado totalmente de su ropa, y al mismo tiempo que se fundían en un coito intenso el clavaba sus colmillos en el cuello, se podía sentir el placer de ella y el saciar de la sed de él, se fundían como si fuera uno mismo, justo cuando llegó a la medida exacta del elixir de vida para el paró y ella estalló en éxtasis total; no sabía que acababa de tener vida eterna, ya no iba a envejecer, no iba a enfermar, iba a tener fuerza física extrema; la pareja quedó abrazada, el encendió dos cigarros, uno para él y otro para ella, lo fumaron, lo disfrutaron, ella estaba en el proceso de convertirse en vampiresa, al acabar el cigarro ambos se vieron cara a cara, los dos tenían esa palidez en el rostro, los ojos rojos y los colmillos de fuera, el silencio fue roto por él al decirle que se lo había advertido pero no le creyó, ella le contestó que valió la pena la ingenuidad, se volvieron a fundir en un beso cálido en cuerpos fríos; mientras que los extraños homicidios seguían  en la gran metrópoli tapatía por la leyenda del vampiro del árbol, la gente no puede estar tranquila por las noches, ya que mientras la lápida que está debajo del árbol del panteón de belén siga rota, el conde, el caballero y Rocío se seguirán alimentando del elíxir de vida en la gran metrópoli de La Perla Tapatía…

Fin