Hogar-Es
Por: Mario Evaristo González Méndez
«Hogar» proviene del latín focus: fuego o brasero. Es herencia de las culturas primitivas griega y latina, donde el culto al fuego era parte esencial de la vida, por esto, al centro o en la entrada de cada casa estaba siempre encendida una hoguera (fogar) que era considerada una presencia sagrada. Allí la familia se congregaba por razones tradicionales, pero también por necesidad física de luz y calor. Entre los griegos este fuego se consagraba a la diosa Hestía, por tanto, a la familia se le denominaba epiestía, es decir, “en torno al hogar”.
La recomendación durante estos días de contingencia ha sido “Quédate en Casa”, en la medida de lo posible hay que atenderla, pero la emergencia sanitaria en algún momento pasará y dejaremos la casa para retornar a la escuela o al trabajo, que ocupan la mayor parte de nuestro tiempo, con tal suerte que la casa parece hospedería o dormitorio, donde cohabitamos sin convivir, sin compartir.
Una invitación de mayor urgencia y que trasciende el tiempo de pandemia es “Haz Hogar”. Si estás en casa o te ves obligado a salir no importa, en todo caso, estamos a tiempo para re-aprender a ser padre, madre, hijo(a). Vale la pena que ante la dificultad nos preguntemos: ¿aún hay en casa una hoguera que nos dé luz y calor?, ¿alimentamos esa hoguera con lo mejor de cada uno?
Las estadísticas indican que durante el mes de mayo la violencia familiar ha aumentado. Es razonable y se esperaba algo así, es consecuencia de una cotidianidad comercial que ha sobreestimulado a la persona y le ha llevado a poner su atención y su pasión en lo efímero como ilusión de su pertenencia al presente. La vorágine en que nos hallamos nos ha hecho incapaces de reconocernos seres históricos y proyectivos, sin raíces ni frutos, sin esperanza ni fuerza, más bien nos emociona la levedad del barco de papel en la corriente de agua y cuando nos hallamos destrozados culpamos a la fuerza natural de la lluvia.
Estar en casa, para algunos, ha hecho que el fuego de la hoguera tome forma siniestra. La estancia está siendo un infierno para mujeres, hombres y niños(as) que son víctimas del desgarre de heridas no sanadas, de emociones no reconocidas y de males que comienzan a develarse; esa hoguera estuvo tanto tiempo alimentada por hojarasca que, al tiempo que se consumía chispeaba sin sentido ocasionando destrucción. La tragedia de estos hogares será más larga que la pandemia actual y sus consecuencias más lastimosas que la muerte (por eso, muchos prefieren ésta). ¿Estaremos preparados para encontrar y acompañar a estas víctimas?
Estar en casa, para otras personas, ha sido una experiencia de reencuentro consigo mismos, con la familia, con Dios. Ha sido aprendizaje, con más o menos dolor, pero están haciendo camino. Hay que agradecer, porque estar en una situación así es una Gracia que supera las expectativas y posibilidades personales. Ha sido una experiencia de crecer en la paciencia, en el cuidado, en el perdón, en el amor. Para algunos esto sonará a “romantización” de la tragedia, pero es un camino angosto que no cualquiera está dispuesto a recorrer, muchos menos a comprender, porque aquí es lo menos importante.
Para muchos, quizá la mayoría, ha sido tiempo perdido. Y es igualmente trágico que el pasotismo se instale en nuestro ánimo, sobre todo en los jóvenes, cuando nos obnubilamos con lamentos y reclamos que agotan la vitalidad del espíritu, renunciando a alimentar nuestra hoguera con alegría y entusiasmo. La hoguera en muchas casas se ha consagrado a las redes sociales, a los videojuegos, a la cómoda indiferencia por el prójimo.
La invitación, por tanto, es ¡Haz Hogar!, porque algún día dejarás la casa, pero siempre habrá necesidad y oportunidad de hacer hogar.