Angustia (Cuento)

POR: Humberto Héctor Negrete López 

Los dos jóvenes amigos caminaban por la ciudad de manera alegre y despreocupada.
La vida era generosa con ellos y no tenían mayor motivo de zozobra que la descarga de la batería del celular o el próximo whatsapp de la novia.
Las risas y comentarios intrascendentes se vieron interrumpidos cuando una mujer con la apariencia de gitana, se acercó a ellos ofreciendo leerles la suerte.
Dispuestos siempre a divertirse, los muchachos aceptaron casi sin pensarlo.
La mujer tomó la mano derecha de ambos y se quedó mirándolas fijamente, recorriendo suavemente sus palmas con sus propias manos.

Después de segundos, donde contrastaban la seriedad y concentración de ella, con las risas y bromas de ellos, la gitana lanzó un – ¡ Oh ! – y su cabeza se hizo hacia atrás, abriendo desmesuradamente los ojos. Los dos jóvenes dejaron de reír y casi al mismo tiempo preguntaron: ¿ Qué pasa?
La adivinadora estaba inmóvil, con la boca entreabierta y miraba sin parpadear ambas palmas abiertas. – Es terrible, – alcanzó a decir, casi sin voz. – Es una terrible premonición -. Se dio la vuelta y empezó a caminar con prontitud. Los amigos, que se habían quedado con las manos al aire, reaccionaron y corrieron a alcanzarla. La detuvieron y le dijeron: – ¿ Qué viste ? ¿ Qué sucede ? La cíngara trataba de evadirlos, y evitaba mirarlos a los ojos.
Amir, el mayor de los dos, había perdido la sonrisa y, con cierto enfado, exigió les explicara lo visto en sus manos. Después de unos segundos de silencio y de mantener la vista hacia el piso, la vidente se animó a repetir: – Es terrible…uno de ustedes dos morirá de forma violenta antes de un año.
– ¡ Quién morirá ! – casi gritó Amir.
– No lo sé, no se puede saber. Es todo. Dadme una moneda si desean – . Amir sacó varias monedas y le requirió antes De entregárselas: – ¿ No se puede saber ? – No -, dijo la vidente, tomó las monedas y caminó rápidamente, perdiéndose entre la multitud, dejando desconcertados a los amigos.
Farid tomó por el brazo a Amir y le dijo: – No hagas caso, es una superchería solamente.
Los dos habían perdido repentinamente la alegría habitual y por más que trataron de bromear sobre lo sucedido, no pudieron recobrar su agudeza. Se despidieron y dejaron de verse.
Ambos perdieron la ocurrencia y la desfachatez propias de la juventud. Se tornaron taciturnos y temerosos, con pensamientos oscuros sobre la vida y la muerte.
Ambos desmejoraron mientras transcurría el tiempo. Enfermaron de angustia y miedo. La ansiedad pudo más que el raciocinio. Adelgazaron. Dejaron de reír y de disfrutar los beneficios de la vida, mientras veían acercarse el aniversario de ese encuentro.
La fecha se cumplió y ninguno murió. Es más, pasaron muchos años sin que ocurriera nada trágico. La vida era generosa con ellos pero no podían apreciarlo.
Jamás volvieron a hablar del tema; su amistad se amargó. Su jovialidad terminó ese día, esperando cada uno ver morir al otro.
Moraleja: No quieras saber el futuro, disfruta el presente y no creas todo lo que te digan.

MAYO de 2020

Autor: Profr. Humberto Héctor Negrete López