La escuela en casa: un reto a la didáctica

Por: Mario Evaristo González Méndez

Desde el mes de marzo del año en curso, las autoridades educativas de México determinaron suspender las actividades escolares presenciales en todos los niveles. Esta situación ha provocado diversas opiniones entre la población acompañadas, en su mayoría, por reacciones negativas frente a la tarea escolar: desacuerdo, enojo, frustración, desánimo.

En México no saldrá bien librada la escuela tras la contingencia: los niños no lograrán los aprendizajes esperados, el demérito de la profesión docente será mayor entre la sociedad, la deserción escolar se agudizará y la educación escolar aparecerá como algo prescindible.

La estrategia educativa soportada en las tecnologías de la información y la comunicación no ha tenido el impacto deseado; esto se debe a que su uso está condicionado por la conexión a internet, que en México sólo disponen 56% de los hogares. Además, el uso de computadora y otros dispositivos para realizar tareas escolares aún es limitado entre los estudiantes. Las competencias digitales para la educación escolar no se han logrado; las habilidades para el uso exponencial de recursos que ofrecen las TIC para el proceso de enseñanza-aprendizaje son deficientes tanto en estudiantes como en docentes y padres de familia, así lo que se presenta como una herramienta para facilitar el acceso al conocimiento se ha convertido en una dificultad más para mediar el logro de los aprendizajes esperados y las competencias establecidas por el currículum.

Definitivamente, el ciclo escolar ha concluido, a pesar de la resistencia de las autoridades educativas que prefieren prolongarlo. El agotamiento por la saturación de tareas escolares, la frustración de estudiantes y padres de familia por no comprender la totalidad de los contenidos, y el excesivo trabajo docente que implica la planeación, asesoría y revisión de tareas, ha provocado que se abandonen paulatinamente las actividades escolares virtuales.

Comienzan a prevalecer en las familias la ansiedad y el enojo. Cada vez son más los desempleados y en los hogares se van acentuando las carencias, es razonable que las prioridades de los padres y madres de familias sean distintas a las tareas escolares. En México más del 60% de la población económicamente activa obtiene sus ingresos del empleo informal en la rama del comercio, siendo el sector más afectado económicamente por la contingencia sanitaria. Así, los pocos recursos que se tengan serán destinados para cubrir necesidades esenciales, entre las que no se cuenta la educación.

Pienso que, a estas alturas, la empatía proactiva debe movilizar el pensamiento crítico y creativo de los docentes, renunciar a administrar tareas escolares que difícilmente lograrán aprendizajes curriculares y apostar por valorar los aprendizajes realmente significativos, apostar por una didáctica que promueva la resiliencia en los estudiantes y en las familias. Como docente, en estos tiempos, hay algunas preguntas en cuya respuesta me detengo antes de diseñar el planteamiento didáctico:

¿Este conocimiento es prioritario ahora mismo o puede postergarse? Haciendo una analogía del triple filtro de Sócrates sobre el conocimiento que conviene: ¿es verdadero?, ¿es bueno?, ¿es útil?
¿Esta actividad es posible para todos los estudiantes? Y pienso en el aquél que tiene las menores posibilidades porque entonces así todos estarán en igualdad de condiciones para aprender algo.
¿Cómo puedo incluir a la familia en esta actividad para que sea un momento de encuentro y no de tensión? Diseñar actividades de aprendizaje que no requieran productos de alta elaboración, que tengan un objetivo específico, que las indicaciones sean claras y sencillas y que su tiempo de elaboración no exceda los 30 minutos diarios.
¿Cómo puedo acompañar al estudiante en la ejecución de esta actividad? Pensar en las posibilidades reales de mantenerse comunicado con el estudiante.
Por último, me recomiendo renunciar a idealismos. Esto es, aceptar que no todos los estudiantes entregarán las actividades, que no todos aprenderán lo que se espera, pero que, en medio de esta situación, lo mejor que puedo ofrecer es mi profesionalismo como docente.

Cabe decir que tal didáctica es poco funcional si la relación con el estudiante y los padres de familia se ha reducido a reconocer en ellos un número de matrícula o un número de cliente. Esta didáctica sólo es posible si se ha adoptado un compromiso ético con este momento de la historia que pone a prueba la capacidad de resiliencia social y es, al mismo tiempo, un modo de resistencia al paradigma de la productividad deshumanizante y la alineación ideológica.

Es una tragedia lo que sucede en el mundo, pero sería una tragedia mayor ceder al enojo que ciegamente busca y juzga responsables, anulando la parte de responsabilidad que nos corresponde y que aún podemos asumir. Sería una tragedia continuar por los caminos esperando destinos mejores.