El callejón del romance
Por: Armando H. Noriega.
Empezaba a asomarse el sol por la ventana, la temperatura corporal de Jessica estaba subiendo conforme avanzaba la mañana, el cuerpo semidesnudo de esta mujer como todos los días empezaba a adquirir un tono rojizo por la aquella calidez del astro rey que depositaba en su tez blanca, las pecas de la cara se marcaban en cada momento un poco más, ella vivía sola en aquella casa de adobe situada en el callejón del romance, muy cerca del centro de Morelia, era un conjunto de casas construido a finales del siglo XIX, por el mismo material que se construyeron eran casas muy cálidas, más en primavera, por fin decidió levantarse de la cama para tomar un baño fresco, ya en la ducha se estaba enjabonando aquel cuerpo de diosa del cual ella se sentía orgullosa, sentía como le escurría el agua tibia por aquel busto firme, por esas piernas muy bien torneadas, por esa cintura que era dueña de muchas miradas en el día a día, cuando de la nada sintió un ligero soplido en la nuca que hizo que la piel se le pusiera de gallina, fue inevitable soltar un grito ante aquella sensación escalofriante, como pudo se quitó el jabón del rostro y se dio cuenta que estaba sola en el baño, apuró a terminar aquella ducha placentera que estaba tomando, momentos más tarde ya en su recamara se estaba cepillando el cabello, únicamente traía puesto su ropa interior, observaba en el espejo como un conjunto de pecas bajaba por aquel busto del cual ella se sentía orgullosa cuando inevitablemente sintió una mirada incómoda, no encontraba algúna explicación lógica a aquellos sentimientos que ya venía sintiendo días atrás, y es que existe la leyenda de un acaudalado personaje del siglo XIX llamado Don Juan, cuenta la leyenda que vino a hacer fortuna a la Nueva España y llegó a Valladolid, ahora conocida como Morelia, se enamoró de una chica, Leonor, el padre de aquella doncella le negó la mano de su hija ya que Don Juan era un usurero abusivo y dejó sin vivienda y sin tierras a muchas familias en aquella época, Leonor vivía muy cerca de aquel callejón, justo donde está el famoso acueducto de Morelia, Ambos personajes estaban enamorados, pero Don Juan al no poder obtener la mano de su amada estalló en ira matando a toda la familia de su amada, se dice que los padres de Leonor antes de ser asesinados la dejaron encerrada en su habitación, Don Juan al momento de escapar de aquel lugar un grupo de personas enardecidas por aquél atroz crimen lo siguió y lo ejecutaron sin ninguna piedad, no sin antes jurar a toda la gente que tomaría venganza ante esos hechos, la gente ignoraba el paradero de Leonor, nadie sabía que estaba encerrada en su habitación, después de varios días pudo abrir un pequeño orificio donde sólo podía sacar su mano para poder pedir una caridad, la gente que pasaba por ahí la ignoraba, hasta que el día que murió se juró a ella misma que encontraría a su amado en otra vida y serían felices por toda la eternidad. Jessica ignoraba que aquella vivienda perteneció a Don Juan, y obviamente no sabía de aquella leyenda, ni del peligro que estaba a punto de enfrentar.
Empezaba a obscurecer cuando aquella sensual mujer estaba llegando a su casa, a lo lejos de aquel callejón vio una sombra, que empezaba a caminar a ella, sintió miedo, cuando al fin logró entrar a su casa, aventó las llaves a una mesa y de inmediato se asomó por la ventana, lo único que logró ver fue aquella sombra que siguió de largo por la calle, a lo lejos logró observar como la sombra desapareció sin más.
Ya en su recamara, cansada después de un día de trabajo bastante pesado, se estaba despojando de aquel vestido entallado, se quitó el sostén y se tiró en su cama, así sin más, hacía mucho calor, cuando poco a poco se fue quedando dormida. Ya entrada la noche Jessica empezó a sentir una caricia bastante agradable alrededor de su busto, otra más en aquellos muslos bien torneados, se dibujó una sonrisa en la boca, en su inconsciente no sabía si era realidad o un sueño, el caso es que empezó a sentir un gran placer, aquellas caricias fueron subiendo de intensidad y justo antes de poder alcanzar un placentero éxtasis escuchó un murmullo que le decía, oh mi amada Leonor, fue en ese momento que salió un grito de lo más profundo de su ser, un grito no de placer, de miedo, fue en ése momento que despertó toda angustiada, desesperada, confundida, no sabía lo que estaba sucediendo, se sentó en la orilla de la cama, con respiración acelerada, pero con un pequeño sentimiento de placer aún, así como estaba decidió meterse a la regadera a darse un baño de agua fresca, necesitaba bajar esa sensación de lujuria que le había dejado aquel sueño, ya en la regadera, fue inevitable recordar lo que momentos antes había soñado, la temperatura corporal empezó a subir nuevamente pues inconscientemente ella estaba terminando lo que había comenzado en aquel sueño pero ya en la realidad, sus manos estaban tocando los puntos más vulnerables en su cuerpo, los más sensibles, el placer se intensificaba en cada momento, ella sabía perfectamente lo que tenía que hacer, en qué momento ir rápido, en qué momento ir más despacio, ése sueño la había dejado como un volcán en plena erupción, hasta que logró, por propia mano dejar dormido aquél volcán, pero Jessica ignoraba el peligro que corría, ya fuera de la regadera, en su cama, ya relajada decidió acostarse como había llegado al mundo, y así, sin más, se quedó dormida, ya entrada la madrugada aquella sensual mujer abrió los ojos y sintió tremendo golpe en el rostro que la dejó totalmente desorientada, no sabía lo que estaba sucediendo, estaba llorando, cuando en medio del silencio sólo escucho una voz que le decía aléjate de mi amado Don Juan, Jessica estaba confundida y aterrada, sólo dijo quién eres, déjame en paz, y soltó en llanto hasta quedarse profundamente dormida.
A la mañana siguiente, arreglándose para salir a sus labores, frente al espejo notó la marca de una mano en su mejilla, se empezó a sobar, una lágrima brotó del ojo, tenía ojos marrones muy expresivos, alcanzó a ver de reojo la silueta de una mujer parada en la esquina de su recamara, instintivamente se paró de un solo movimiento y no podía creer lo que estaba viendo, una mujer, ahí parada, con el rostro cubierto por un velo blanco, Jessica, con la cara a medio maquillar y aún en ropa interior empezó a cuestionar a aquel ente, quien eres, que quieres de mí, porque me estás acosando, aquel ente lo único que hacía era mover la cabeza de un hombro a otro, como tratando de entender lo que le estaba diciendo, Jessica sentía que se estaba volviendo loca, no daba crédito a lo que estaba viendo, aquél ente empezó a desplazarse hacia ella, se quedó muda, no podía articular palabra alguna, estaba inmóvil mientras veía como se le acercaba aquel ente, la puerta de su recamara se empezó a abrir muy lentamente, aquel ente y Jessica al mismo tiempo voltearon a la puerta, Jessica no podía creer lo que estaba viendo, no sabía si era sueño o realidad, una sombra apareció por aquella puerta, sólo se escuchó una voz áspera que decía, oh querida Leonor, he venido por ti, Jessica instintivamente volteó a ver aquel ente, ya no estaba, preguntó quién eres, que quieres de mí, cuando fue interrumpida por aquella voz diciendo, no me reconoces amada mía, soy yo, tu amado Don Juan, he venido por ti, ya podremos estar juntos, cuando Jessica interrumpió, yo no te conozco, déjame en paz, yo no soy esa Leonor que dices, ya te arrepentiste de nuestro amor, dijo Don Juan, de mí nadie se burla, yo pedí tu mano, y no me interesa que tus padres se opongan a nuestro amor, no me niegues o te arrepentirás, dejaré ir toda mi ira en ti, si no eres para mí no serás para nadie, al mismo tiempo sacó una daga, Jessica no sabía qué hacer, se pegó a la pared y sin darse cuenta se estaba acercando peligrosamente al alma de Leonor que ya la estaba esperando dispuesta a acabar con ella, estaba llena de celos, y sin más entró al cuerpo de Jessica, todo para poder comunicarse con su amado, amado Juan, te he esperado por mucho tiempo, ven a mí, la daga que traía Don Juan cayó al piso, corrió a abrazar a su amada que estaba ocupando el cuerpo de Jessica como un médium, ambas almas se estaban fundiendo en un beso apasionado, con una mano Don Juan empezó a recorrer el busto de Jessica, acariciándola con mucha ternura hasta lograr poner los pezones erectos, Leonor no paraba de besarlo mientras con sus manos se despojaba de aquél sostén y quedó el busto al descubierto, eran unos senos perfectos, firmes, lucían como piel de durazno, mientras Don Juan con la otra mano empezó a acariciar aquellos muslos bien torneados al mismo tiempo que decía oh mi amada Leonor, eres perfecta, los dedos de Don Juan acariciaban aquellos muslos hasta lograr poner la piel erizada de Jessica, aquellas manos empezaron a recorrer el cuerpo perfecto de Jessica, una mano se paseaba por ambos senos firmes, recorría peca tras peca, incluso acariciaba el lunar que tenía en uno de ellos, era un lunar del cual Jessica se sentía orgullosa, un lunar muy sensual en el lugar perfecto, mismo que Jessica siempre buscaba la manera de presumirlo con escotes muy sensuales, mientras con la otra mano recorría el camino perfecto al placer, al punto del éxtasis total, ambos espíritus estaban a punto de llegar al clímax, cuando de pronto toda esa pasión se vio interrumpida por el timbre de la casa, ambos espíritus se desvanecieron, Jessica cayó sobre su cama casi inconsciente, no entendía nada de lo que estaba sucediendo, minutos más tarde se levantó y se vio en el espejo, sin ropa, no podía dar crédito a lo que le estaba sucediendo, tenía un sentimiento de clímax combinado con miedo cuando a través del espejo vio en el piso aquella daga, no sabía si levantarla o no, volvió su mirada al espejo y aún podía observar la piel de sus senos erizada todavía, estaba totalmente confundida, no sabía si vestirse, aún llena de miedo sentía aquel clímax, a pesar de que durante aquel momento no entendía nada, tenía sensación pero no supo qué fue lo que pasó, lo único que recordaba era aquella sombra que la amenazaba con aquella daga, y de ahí ya no podía recordar nada hasta que cayó en la cama, se sentía confundida, muy asustada, no podía sacar de su mente aquellos espíritus, no entendía por qué estaba totalmente desnuda si ya se había puesto la ropa interior, decidió bañarse nuevamente, esta vez con agua helada ya que las piernas no le paraban de temblar, se arregló a toda prisa y se dirigió al trabajo.
Ya empezaba a caer la tarde y Jessica caminaba por el centro de Morelia, tenía una sensación muy extraña, tenía miedo de regresar a su casa pero al mismo tiempo no podía negar que ante esos acontecimientos, en medio de todo ese terror que sentía también sentía placer, era incluso un placer muy extraño, distinto, no sabía por qué, pero sentía mucho placer, no sabía que era más fuerte, si su placer o su miedo, ya empezaba a obscurecer, se dirigía a su casa, al llegar a aquél callejón a lo lejos volvió a ver aquella sombra, sintió miedo, pero también sintió curiosidad, estaba confundida, sentía una atracción extraña a esa sombra, conforme se fue aproximando a ella decidió entrar a su casa, tenía la respiración muy agitada, pero esta vez no fue por temor, fue por un placer muy extraño, notó una humedad en su cuerpo muy placentera, sin más se dirigió a su recamara pero esta vez fue directo a darse un baño, no podía evitar pensar en ese par de espíritus que la estaban atormentando, fue entonces cuando se dio cuenta que el espíritu de Leonor le daba mucho miedo, pero el espíritu de Don Juan le provocaba cierta atracción, por aquellas sensaciones placenteras que le provocaba, cada vez que veía esa sombra estaba excitada, eso, muy en sus adentros le agradaba, pero Leonor le provocaba mucho miedo, no quería salir del baño, más tarde se dio valor y salió, sólo envuelta en una toalla, se recostó en su cama, tenía la mirada perdida en el techo, no quería voltear a ningún lado, cuando sucedió lo que ella ya sospechaba, frente a ella estaba el espíritu de aquella mujer, vestida de blanco con el rostro cubierto por un velo blanco, no podía verle el rostro, Jessica estaba paralizada, sentía que iba a morir de miedo, el espíritu de Leonor se aproximó a ella, esta vez logrando poner su mano en el cuello, sentía que le empezaba a faltar el aliento, sentía mucho dolor, de un movimiento alcanzó a quitarle el velo a Leonor, vio su rostro, era un rostro horrible, tenía la piel pegada a los huesos, dientes negros, pero lo más espeluznante eran los ojos negros sin vida de aquél espíritu, Leonor logró comunicarse con Jessica, la estaba amenazando, le decía que se alejara de su amado, era sólo de ella, o pagaría las consecuencia de su atrevimiento, Jessica estaba llorando, no entendía lo que estaba sucediendo, Leonor desapareció, Jessica se quitó la toalla húmeda y al poco rato se quedó dormida.
Justo a las tres de la mañana, la hora en que los espíritus y entes suelen aparecer en las habitaciones de las personas, se sientan a observarlos, Jessica abrió los ojos ante la sensación de sentirse observada, justo frente a su ventana estaba la sombra de Don Juan, la estaba observando como reposaba su cuerpo perfecto sin ropa, Jessica instintivamente se cubrió con su sábana, solo escuchó aquella voz áspera que le decía que pronto estarían juntos para siempre, la sombra desapareció, Jessica estaba asustada, pero al poco rato empezó a quedarse dormida, el sueño se le espantó al sentir como aquella sábana empezó a deslizarse muy lentamente hacia el piso, no sabía lo que estaba sucediendo, tenía mucho miedo, no podía moverse, de reojo volvió a ver a aquella mujer parada justo frente a su ropero, la sábana seguía cayendo, Leonor no dejaba de observarla, Jessica no dejaba de pensar que era sólo un mal sueño, que esto por la mañana iba a terminar, cuando de un solo movimiento Leonor volvió a entrar en su cuerpo, y justo junto a Jessica, en su cama se encontraba Don Juan, dispuesto a llevarse esta vez para siempre a su amada Leonor, Jessica esta vez estaba semiinconsciente, podía sentir las caricias que le daba Don Juan en el busto, en su vientre, Jessica podía sentir la humedad de su cuerpo, pero esta vez sentía miedo de que el espíritu de Leonor no pudiera salir de su cuerpo, sentía un enorme placer, Jessica estiró la mano y sintió la imagen de la virgen que tenía en su mesita de noche, como pudo la tomó y la puso en su pecho, Leonor salió en ese momento de su cuerpo, desapareció de la recamara, pero el espíritu de Don Juan seguía haciendo de las suyas, estaba confundida, no sabía qué hacer, en ese momento dejó de sentir miedo, sólo sentía placer, no quería abrir los ojos, sólo se limitó a sentir, a disfrutar del momento, podía sentir aquellas caricias en su pecho, en sus piernas, esta vez sintió como el espíritu de Don Juan fue más allá, ella le permitió seguir, nunca con ningún mortal había sentido tanto placer como con el espíritu de Don Juan, llegaron al clímax total los dos al mismo tiempo, al voltear a ver a Don Juan, éste ya no se encontraba, Jessica, después de algunos minutos se sentó en su cama, se sentía confundida y satisfecha al mismo tiempo, se puso de pie y de su bolso sacó un cigarro, jaló una silla, abrió la ventana y disfrutó de aquel cigarro, estaba sonriendo, al terminarlo se metió a su cama y durmió plácidamente.
Al despertar después de su baño vio en su mueble aquella daga, era una daga antigua, la estaba observando, y decidió ponerla en su bolso, sacó la deducción de que si Don Juan iba a terminar con la vida de Leonor con aquella daga, ella lo haría, salió de su casa un poco más temprano de lo acostumbrado y se dirigió a la catedral de Morelia, estaba muy cerca de su casa, entró a la catedral y se dirigió directamente a la pila de agua bendita, parada frente a aquel líquido sagrado después de un rato de meditación sacó la daga de su bolso, la sumergió en el líquido bendito diciendo que esta daga me iba a librar de todo mal espíritu o ente maldito que intentara atentar nuevamente contra ella, dijo en voz baja unos rezos, la sacó y la volvió a guardar en su bolso, salió de aquel recinto sagrado y se dirigió a sus labores.
Ya entrada la noche se dirigió a su casa directamente, observó, como en los días anteriores aquella sombra que pareciera que la estaba esperando cada día, esta vez no la esperó, se metió a su casa, se sentía segura, traía aquella daga ya bendita en su bolso, como cáda noche, se duchó, esta vez muy tranquilamente, ya no sentía miedo, esta vez sentía nervios solamente, salió como de costumbre envuelta en su toalla, se sentó frente al espejo, de reojo volvió a ver el espíritu de Leonor, se puso de pie, se sentía extremadamente nerviosa, Leonor se empezó a acercar a Jessica, estiró las manos para atacarla, Jessica sin pensarlo metió la mano a su bolso y en un solo movimiento sacó la daga bendita, con un solo movimiento la pasó por el cuello de Leonor, después se la enterró en el vientre, se escuchó un lamento, el vestido de Leonor cayó humeante al piso, Jessica sin pensarlo dos veces levantó aquella vestimenta, se dirigió al patio trasero, la roció con solvente y la quemó, regresó a su cuarto, se quitó la toalla, se postró frente al espejo, con tranquilidad, después de haber acabado con el espíritu de Leonor, cepilló su larga cabellera, se puso maquillaje a discreción, un poco de perfume, al final puso la daga bendita en su mesita de noche, se paró frente a la ventana, disfrutó de un cigarro observando la luna que lucía radiante esa noche, una vez en su cama no pudo evitar poner su mano en uno de sus senos y mientras acariciaba aquel lunar sensual que tenía no dejaba de observar la daga que estaba en su mesita de noche, el sueño la venció.
Esa misma madrugada a las tres en punto Jessica volvió a sentir aquella presencia, sin abrir los ojos, sintió como el espíritu de Don Juan se postraba en su cama, Jessica empezó a sentir aquellas caricias en el busto, en la parte interna de sus muslos, sentía como los pezones empezaban a erguirse producto de la excitación que sentía, volteó a la mesita de noche, observó la daga, estiró la mano e instintivamente abrazó el espíritu de Don Juan, no lo podía evitar, sentía un placer incontrolable, nuevamente llegaron juntos al clímax, Don Juan había desaparecido, Jessica estaba aún en clímax y cayó profundamente dormida.
Y así, cada noche Jessica llega a su casa de trabajar, observa cómo Don Juan la está esperando al final del callejón del romance, se ducha, cepilla su cabello, se maquilla discretamente, se pone un poco de perfume, con aquel cuerpo perfecto como el de una diosa se acuesta cada noche para esperar con su lecho enardecido a su amante perfecto Don Juan a la hora de siempre, las tres de la mañana, hora en que se aparecen los espíritus, entes, demonios, que se ponen a observar a las personas mientras duermen, sin mencionar que si los quieren observar mejor hacen que se levanten de su cama a beber agua o para ir al baño.
Fin