Mis últimos segundos

Por: Mireya Hernandez

Se encontró el cuerpo de un hombre en descomposición en una casa que se creía abandonada, ubicada en las afueras de la ciudad. Murió de un impacto de bala en el estómago. Sostenía sobre su mano derecha una hoja, en la que estaban escritas las siguientes líneas:

No sé cómo me siento, no sé que siento, solo sé que la vida para mí se está apagando.

Antes podría tener tiempo para sufrir, para pedir perdón, para luchar, pero justo ahora, es lo que menos ocupa mis pensamientos, y eso no significa que me encuentre feliz en este estado, simplemente que las fuerzas y la voluntad han empezado a abandonarme.

Por mi mente desfilan imágenes rápidamente y desaparecen, al tiempo que aparecen otras, que también se fugan, incluso han llegado algunas que creía olvidadas. Por mi cabeza está circulando una película, cada vez más rápido, cada vez más…

El líquido viscoso y rojo, crece con lentitud, como recordándome que él me lo está robando todo, ¡sí, puedo ver como sonríe! Puedo ver que está disfrutando mi agonía. Él sabe que nadie vendrá a verme, ¡él sabe que para todos estoy muerto desde hace mucho tiempo! ¡Él sabe que estoy solo! ¡Él lo sabe, y por eso está feliz! Y no va a dejar de correr, hasta que se haya endulzado lo suficiente con la melodía que escucha en mi agonía. Mientras tanto, seguirá mirándome.

Quisiera poder decirte que aún no me ha vencido, que aún no he perdido la batalla, pero mis ojos empiezan a cerrarse en contra de mi voluntad, y siento que a cada segundo mi cuerpo pesa más, mucho más…

Y pienso en aquellos días en que yo me deleitaba viendo como aquel líquido rojo apagaba la vida de alguien más, mientras yo me creía inmortal, ¡que iluso había sido!

¡Que me está pasando! Estoy perdiendo la cordura. La sangre no puede mirarme, la sangre no se ríe de mí, soy yo el que quiero pintarle un rostro, para que al menos algo me mire, pero ella no dejará de ser viscosa y roja, que correrá y no dejará de correr, su única función. ¿Y mi función? ¿Cuál es, o fue mi función? arrebatar el mejor de los privilegios (la vida) sin la autorización del involucrado, no es una función.

Si tú justo ahora pudieras verme, seguramente te rompería el corazón, porque nunca has dejado de quererme, aunque yo no fui merecedor de ninguna de tus lágrimas, pero si tú supieras que aún vivo, y que aquella nota de periódico en la que decía que había muerto en un enfrentamiento fue falsa, correrías a abrazarme, y estarías ahora aquí conmigo, seguramente llorando y haciendo hasta lo imposible por salvarme, pero no estás, y es evidente que ya nunca estarás.

No sé por qué estoy escribiendo esto, si a nadie le importo, y estas líneas están llenas de incoherencias, pero necesito desahogarme, necesito liberar esta carga que me está consumiendo. ¡Necesito que sepas que fui un demonio! ¡Que devoré vidas, muchas vidas, y que eso me llenaba! ¡Porque nadie debía ser afortunado y feliz si yo no me sentía satisfecho con nada!

Seguramente si pudiera regresar el tiempo, lo volvería a hacer sin dudar, porque yo no nací con la capacidad de valorar lo que tenía y respetar la vida de los demás, quizás no estuve atento a aquellas señales que me decían que estaba transitando por un camino lleno de tinieblas, pero que crees, seguí caminando.

No estoy en condiciones de decirte que me arrepiento, porque siento que empieza a alejarse de mí la razón, lo único que puedo decirte es que ya no transitará más aquella alma que parece que fue lanzada a un mundo equivocado, porque no debía jamás ocupar los pensamientos de alguien como tú.

Lo único que podría iluminar mi rostro, un rostro lleno de las sombras de todas las vidas apagadas, es saber que ya se acabó todo. Se acabó aquello que nunca disfruté, aquello que apagué, aquello que destrocé, y lo mejor de todo, se acabó, escúchalo bien, se acabó mi soledad, bueno, al menos aquella soledad que dolía, que pesaba, aquella que podía percibir, que podía sentir. Supongo que ahora vendrá algo peor, pero lo único que me alegra es que ya no podré darme cuenta de ello.

No digo adiós, porque ésta en realidad no es una despedida para nadie, solo tenía ganas de recordar, de recordar y escribir, una historia que ya no existirá más.

Fin.