Silencio
Por: Malec Lestrange
Era como cualquier otro día. El despertador sonó exactamente a las 6:00 a.m. e Ingrid se levantó con la alegría del nuevo día. Como todas las mañanas, se dirigió a la cocina por un café buscando la energía que necesitaba para trabajar. Con la taza ya en las manos y esa delicada fragancia activando sus sentidos, se asomó a la ventana esperanzada en que una gota de sol la iluminaría. Sin embargo, se frustró en su búsqueda, solo encontró unas sombrías nubes que la desanimaron a salir, pero ignoró ese sentimiento y prosiguió con su rutina. Esperaba que un baño lograra lo que el café no, calentarse un poco. El agua humeante recorría su cuerpo, pero ella solamente reconocía un escalofrío en su espalda que la dejó inquieta por unos momentos hasta que decidió salir del baño.
Como ya era costumbre, prendió la televisión para ver las noticias mientras desayunaba, rogando escuchar alguna noticia que provocara en ella una pequeña sonrisa, pero su petición quedó en el olvido apenas se encendió la televisión. “Se reportan 5 nuevos feminicidios”, “Familia entera es asesinada”, “Balacera deja un saldo de 5 muertos y varios heridos, entre ellos elementos de la policía”. Solo pudo pensar en el horror de aquellos encabezados, pero en el momento en que sus emociones se sacudieron fue cuando logró escuchar a la reportera decir: “Acaban de encontrar en una zanja el cuerpo sin vida de una menor de 5 años con signos de tortura y violación”.
Quedó petrificada de la impresión. El miedo recorría su cuerpo fibra por fibra. Intentó moverse pero sus manos y ojos no respondían. Tras unos minutos recobró la conciencia. “¡Cómo es posible!” era lo único que pensaba. De sus ojos salieron unas gotas que resbalaron por sus mejillas para perderse en el suelo. A su compás, el cielo empezó a llorar el sufrimiento de aquella niña.
Después de tal impresión se armó de valor y salió. Empezó a recorrer las calles inundadas de un silencio sepulcral, mientras que la fuerte lluvia la obligó a acelerar su paso. Se encontraba a dos calles de su trabajo cuando se llenó de una brutal desesperación. Sintió cientos de miradas clavadas en ella, pero no había nadie: De
repente el sonido de un motor al unísono de sus gritos rompieron el silencio de aquella ciudad. Ella no podía siquiera entender lo que estaba pasando cuando recibió un fuerte golpe en la cabeza y por más que se mostró fuerte se desplomó al suelo y en tan solo un segundo el silencio regresó.
Pasada una semana, la preocupación continuaba. Los policías no paraban de buscarla. Sus familiares y conocidos ya habían agotado sus lágrimas de tanto llorar por ella y sus lamentos por rezar. Habían buscado en todos los lugares posibles, edificios abandonados, zanjas, potreros y bosques, la periferia, basureros, pero no encontraban nada. Pasó otra semana y los ánimos empezaron a decaer pero la búsqueda continuaba.
El frío recorría el cuerpo de Ingrid, sus sollozos se perdieron en el aire, mientras las lágrimas no cesaban. Ahí se encontraba ella sola, sucia, ultrajada, con quemaduras de cigarrillos, marcas de golpes y signos de estrangulación, tirada como basura. Apenas podía darse cuenta de dónde estaba y dar crédito a lo que había pasado y más difícil fue concentrarse mientras sentía su sangre escurrir de alguna parte de su cabeza. Así, poco a poco, se fue apagando hasta que se perdió.
Abundaron los llantos, lamentos, maldiciones, pero nada regresaría a Ingrid que por más que gritó nadie pudo escucharla.
Pasados ya varios días la noticia se olvidó y de nuevo la ciudad volvió a su silencio habitual.
SEGUNDO LUGAR
ESTUDIANTE: ISAÍ MORALES PONCE
ESCUELA: COLEGIO TERESITA
DOCENTE: CECILIA MUÑOZ MORA