¿Se puede ser siempre feliz?

Por: Mireya Hernandez

En ocasiones me he preguntado si he sido siempre feliz, y vuelvo a la misma conclusión: aunque en mi rostro no estuvo pintada una sonrisa cada hora de mi existencia, y no fui muy afectiva, puedo confesar abiertamente que me sucedieron muchas cosas que me hicieron sentir realmente dichosa, incluso ahora lo soy, porque estoy satisfecha al narrarte esta historia, y porque agradezco a la vida por haberte conocido.

Te voy a decir lo que me hizo feliz: en mi vida no fui muy exigente, ¿sabes? Me emocionaban cosas sencillas, como el olor de las prendas puestas en su lugar asignado en mi guardarropa, el poder tocar la textura de las telas que cubrirían mi cuerpo, ¿qué color tenían? Nunca fue una prioridad para mí; también me robaba una sonrisa poder encontrar todo lo que buscaba en el lugar que yo había dispuesto; me emocionaba escuchar a aquellos que se detenían a describir el mundo que me rodeaba, ¡me llenaba de gozo poder conocer el mundo a través de mis manos! me fascinaba el olor de la comida, de los libros, ¡de mi guitarra! Me llenaba de satisfacción poder percibir aquellas voces sinceras que me acompañaban en mi camino, el sonido de la noche era una melodía magnífica con que me deleitaba, y aunque no podía mirar la llegada del alba como seguramente lo haces tú, ¿Qué mejor aviso que el cantar de las aves? Pero hubo algo, que aún ahora me sigue robando una sonrisa, y ello fue poder percibir, por la forma en la que hablaba mi familia, que en ciertos momentos se permitían ser completamente dichosos, sin pensar en un mañana (por eso la llegada de la cena, que era cuando normalmente podíamos estar juntos, o comiendo a mitad de la carretera mientras nos aventurábamos a un viaje maravilloso, era lo que hacía de aquel día perfecto para mí)

Y te preguntarás por qué te digo esto como si ya no me hiciera feliz, la respuesta es que escribí estas líneas cuando ya estaba lista para que mi corazón dejara de latir, y ahora ya no estoy para contártelo, pero siempre tuve una sonrisa en mi rostro cuando pensaba en ti.

Quiero decirte que estoy tranquila, porque si hubiese tenido la oportunidad de redactar mi historia desde el primer momento que estuve en este mundo, seguramente la habría escrito tal y como la he vivido, con sus buenos y malos momentos, aunque nunca fueron tan malos, porque tú formaste parte de ellos, y siempre me diste tu mano y me ayudaste a esquivar los obstáculos para que no tropezara, pero también me soltaste, cuando me viste lista para caminar sola, y conocer el mundo con las estrategias que me había trazado, aunque no olvido tu carita de preocupación por mi cuando salí a caminar sin que fueras tú a mi lado, no pude verla, pero podía imaginarla, y eso me hace quererte aún más.

Eres tan genial, que no sé qué sería de mi vida si no hubieses estado conmigo, quiero que nunca lo olvides.

¿Te confieso algo? Pero quiero que prometas en mi memoria que no se lo dirás a nadie, confío en que lo harás porque te conozco, y porque nunca salió nada de tus labios que yo te hubiese dicho: aunque a veces yo decía que necesitaba verte, que me era indispensable poder mirarte a los ojos, poder sostener tu mirada o mirar al suelo, poder observar tu rostro cuando mi necedad te incomodaba, ver tu silueta al alejarte, mirarte haciendo lo que más te gustaba y te salía tan bien, aunque tú te empeñabas en negarlo, mirar tu sonrisa que estoy segura es hermosa, cuando me leías un libro o me ayudabas con mis actividades, y podía notar que te detenías a intentar descifrar lo que pasaba por mi mente en esos momentos, pero qué crees, eso será un secreto que prefiero conservarme. En fin, aunque en ocasiones soñaba con mirar tu rostro, conocer físicamente a aquella personita que tantos momentos gratos me había regalado, ahora puedo decirte con toda certeza y sin más cavilaciones que al fin de cuentas, no me hizo falta: no conocí el color de tu piel, la belleza de la luna de la que tanto me hablabas, la luz de las estrellas que siempre me describiste, el color de las rosas que fueron mis favoritas, de la ropa que me cubría, de las aves que cantaban tan hermoso, del mar que siempre me fascinaba escuchar el choque de las olas, de los autos que avanzaban con prisa como si la vida se fuera en ello, del crepúsculo que era mi momento favorito del día, del alba que siempre me emocionaba, del arcoíris del que todo mundo hablaba, de las obras de arte, libros e instrumentos que podía llevarme horas escuchando lo que decían sobre ellos, de los planetas que siempre me había apasionado saber todo de ellos, y de las nubes, del cielo, de los muebles, ¡de todo que haya tenido color! Pero te lo repito, ¡no me hizo falta! No necesité todo aquello (pero eso no significa que haya vivido resignada, simplemente me dediqué solo a la mágica aventura de vivir) pero fue un privilegio que tú si lo hayas tenido, y nunca sentí envidia por eso, pero sí tuve algo, y te lo quiero decir: tuve la fortuna de conocer el mundo con mis manos, de poder percibir su olor, su sabor, y también te tuve a ti, y te conocí mucho más de lo que tú crees, y por eso te adoré tanto, y lo seguiré haciendo, porque tienes el corazón más maravilloso que he explorado, ¿sabes? Aunque te esfuerces en negarlo, ya no me puedes convencer de lo contrario, porque ya no estoy para que lo intentes, y eso me permite dibujar una sonrisa en mi rostro, pero que te quede claro, es con mucho cariño.

Si te escribo esto, es porque pude percibir que te sentías culpable y triste porque no podía mirar el mundo, pero quiero decirte que nada de lo que me impidió hacer todo aquello fue tu culpa, ni la mía tampoco, y si tuve una misión en la vida, yo creo que esa fue quererte y dar todo para hacerte feliz, para que aprendieras a vivir poniendo mucho cuidado en valorar lo que tenías y en no amargarte la vida por lo que te faltaba, y porque no, también a conocer un mundo distinto al que percibías habitualmente (y con esto no te estoy diciendo que pretendí ser indispensable para ti o que te estoy pidiendo cuentas por lo que hice por ti, porque el corazón no tiene memoria cuando hace las cosas por amor) pero sí quiero decirte que no me arrepiento, y si pudiera regresar el tiempo lo volvería a hacer sin pensarlo dos veces, porque me regalaste los mejores momentos de mi existencia.

Quizás fui fría en ocasiones, y no te abracé mucho y me molestaban algunas cosas y no tuve el mejor carácter para que tuvieras la confianza de decirme todo lo que pasaba por tu mente (y habría dado lo que fuera por no haber sido así y dejar el orgullo a un lado), pero quiero confesarte que en mi corazón siempre estarás hasta que mi vida se apague.

A pesar de todo, y aunque no siempre tuve una sonrisa en el rostro, y pasé por momentos sumamente tristes, que estuvieron a muy poco de derribarme, puedo decir que no solo fui, sino que soy feliz, y me atrevo a decirte que te admiro, y que siempre fuiste un ejemplo para mí, ya sé que esto puede sorprenderte, pero es la verdad, y si no te lo dije antes, te lo confieso ahora, eres una persona digna de admiración, y aunque no todo en nuestras vidas ha sido perfecto, yo estoy satisfecha por todo lo que hemos vivido.

No sé si tengo la respuesta a la pregunta de que si se puede ser siempre feliz, pero sí te puedo decir que ser feliz no solo implica estar siempre sonriendo, es mucho más que eso, la tranquilidad y satisfacción de no buscar dañar corazones, el estar bendecidos y agradecer por nuestra buena fortuna, disfrutar los regalos de la vida, el no maldecir nuestra mala suerte, y no culpar a nadie por lo que nos sucede, ni mucho menos culparnos a nosotros, pueden ser algunos de los mejores amigos de la felicidad.

No todo es perfecto, yo no soy perfecta, nadie es perfecto, pero tú has sido el pilar que le ha dado luz a mi vida, y ya no necesito nada más.

Fin