¿Hacia a dónde vamos?
Por: Felipe de jesús fernández basilio
No solo concluye un año, sino que también lo hace una década y ello nos deja una serie de reflexiones acerca de qué rumbo estamos tomando como sociedad y no me refiero a minucias políticas como el populismo rampante que simula un aumento del salario mínimo como si fuera una dádiva del actual gobierno cuando en realidad es para cumplir con los dictados emitidos en el número 1600 de la Avenida Pensilvania en la ciudad de Washington D.C., y es que sencillamente los vecinos del norte quieren igualar los salarios de aquí a los que se pagan allá.
Ni tampoco al desmantelamiento de las instituciones ni por esta vez me referiré a la agobiante inseguridad, la que pese a las desmañanadas cotidianas de los funcionarios que deben de garantizarla, sigue aumentando.
Mas bien ahora vamos a reflexionar sobre algunas cuestiones sociales que son producto de un mundo globalizado y que trascienden a cualquier país o gobierno en turno pero que allí están y que presentan serios retos para nosotros y principalmente para las próximas generaciones.
Y es que queridos lectores realmente se está volviendo complicada la convivencia en un mundo que rechaza cualquier tipo de compromiso y que además se ofende porque se lo dicen.
Siendo un ejemplo de ello los estudiantes de una famosa universidad de la Ciudad de México (el ITAM) quienes protestaron de manera muy airada en contra de sus profesores y de sus autoridades y protestaron no porque fueran objetos de abusos sexuales o de agresiones en su persona o de cobros muy altos en las colegiaturas; no, no lo hicieron por alguna de esas razones, protestaron porque ¡Háganme el favor! sus catedráticos son muy estrictos y la carga académica es muy pesada, situaciones que según ellos provocaron que una alumna se quitara la vida.
Es decir, ahora los estudiantes se quejan porque tienen que cumplir a cabalidad con la única responsabilidad que tienen en su vida, la cual es estudiar y prepararse para ser los mejores en la profesión que escogieron y aquí no se trata de ser insensible a los problemas emocionales de alguna persona o de resucitar viejos principios como el de “la letra con sangre entra” pero sí de pensar y actuar con lógica y esa lógica nos dice que si la actividad de una persona es estudiar, lo menos que se le puede exigir es que lo haga bien.
Y esa exigencia no proviene de alguna clase de autoritarismo, sino que lo hace de la naturaleza humana y es que el hombre es un ser social que prospera en grupos, en los cuales cada individuo aporta una actividad en la que por gusto o por necesidad se especializa a cambio de obtener la manera de beneficiarse de las actividades que realizan los demás y si bien los estudiantes no están todavía integrados en esas actividades sociales, sí están realizando una que consiste en prepararse para integrarse a su sociedad.
Mas si no se preparan bien, lo más seguro es que sean malos profesionistas y que por lo mismo ofrezcan servicios deficientes a sus sociedades, lo cual a su vez traerá como consecuencia la decadencia de esa sociedad, siendo por ello necesario que se les exija cumplir con la obligación de estudiar.
Otra cosa que se ve en estos tiempos es que la gente, sobre todo los más jóvenes, se ofenden y ven discriminación en casi cualquier cosa y no solo eso, sino que además descargan su furia de manera desproporcionada en contra de quien o quienes consideran como los agresores.
Ejemplos de ello hay muchos, pero en esta ocasión vamos a tomar dos que resultan muy ilustrativos para explicar esto.
Algunas mujeres que se dicen feministas importan de un país de Suramérica un numerito que en mi parecer artísticamente es de mal gusto y que además tiene un mensaje con un alto contenido de agresividad y odio pero que ahí está y que también, aunque no todos compartamos su pensamiento, tienen todo el derecho del mundo para expresarse de esa manera.
Sin embargo, la cosa cambia cuando sucede lo que tiene que suceder y que sucede con cualquier cosa, porque así somos los humanos y lo hemos sido desde nuestros orígenes, o sea que empiezan las parodias en relación a su número musical y ahí reaccionan de una manera excesiva e intolerante, buscando prácticamente el exterminio de quien tuvo la osadía de faltarles al respeto de esa manera y como ejemplo de ello tenemos a los jugadores infantiles del Club América, quienes después de que fueron quemadas sus banderas por las féminas, recibieron una sanción deportiva por algo que no solo no es una infracción en el deporte que practican, sino que ni si quiera es una ofensa en contra de nadie ya que su conducta se trató de una simple parodia.
Otro caso lo tenemos con la “famosa” pintura que hicieron de Zapata y que debido a la imagen feminizada con la que proyectaron al personaje se armó un revuelo y se dijo que la obra era ofensiva tanto para los veneradores de esa figura revolucionaria como también lo era para la comunidad LGBTT (no me sé más siglas), cuando en realidad se trató de una pintura de mal gusto que no debió de trascender pero que lo hizo porque de alguna manera refleja el tipo de sociedad que aquí y ahora existe en México, después de todo el arte no es más que el espejo de la sociedad en la que se produce y no es que añoremos tiempos idos y digamos que las obras clásicas hayan sido producto de una sociedad mejor a la actual, porque eso tampoco es cierto ya que en esos tiempos se alcanzó ese grado de refinamiento debido a que ese tipo de arte solo era de las élites y para las élites, quedando fuera el resto de la sociedad.
Mientras que ahora el arte es masivo y por lo mismo refleja a la sociedad casi completa y el revuelo junto con la cotización que adquirió esa pintura no es más que producto de la sociedad contemporánea de nuestro país o incluso de más allá.
Una vez dejadas estas reflexiones, me despido de todos ustedes deseándoles felices fiestas y espero que nos reencontremos en la próxima década o sea en enero próximo.
felfebas@gmail.com
Twitter: @FelipeFBasilio