El precio de una traición
Por: Mireya Hernandez
Siempre he querido hacer las cosas bien y termino dañando más, ¡pero la culpa es de alguien que hizo de mí una mujer despreciable! Pero ahora voy a hablar de alguien que adoro, mi padre. Él es un médico de prestigio obsesionado con su trabajo. Mi madre decía que en la primera oportunidad que tenía la engañaba, aunque a mí me costaba creerlo porque él la adoraba.
A veces en el hospital escuchaba que morían muchas chicas, en su mayoría jóvenes, algunas por un ataque al corazón o por una sobredosis de medicamentos, problema por el cual se culpaba a las enfermeras a quienes despedían y algunas iban a dar a la cárcel, pero el problema seguía en aumento. Nadie entendía por qué, los médicos que trabajaban ahí eran de confianza, pero nadie sospechaba que entre ellos estaba el peor de los seres humanos.
Un día que fui al hospital me encontré con un viejo amigo a quien adoraba mucho y me contó que su futura esposa había muerto junto con el bebé que estaba esperando. A mí se me partió el corazón porque conocía a esa joven y era una ternura, y porque me dolía lo que a mi amigo le pasara. Desde entonces me dediqué a investigar lo que estaba pasando en ese lugar.
Un día un médico compañero de mi padre, me dio un medicamento para que le suministrara a mi madre. Ella había llegado al hospital porque se había desmallado y sin explicación alguna había perdido a mi futuro hermanito. Eso lo supe por mi madre. Me dijo que tenía que revelarme un secreto y yo le pedí que descansara, que con el medicamento que le iba a poner se recuperaría muy pronto, pero no sabía que con eso perdería a mi mamá para siempre. Me di cuenta de lo que estaba sucediendo hasta que sus signos vitales empezaron a bajar y su vida se me fue de las manos sin que pudiera hacer nada.
Busqué a mi padre por todo el hospital y lo encontré en la sala de urgencias mirando con atención a una jovencita. Le dije que mi madre había muerto después de que le apliqué el medicamento y me dijo que ya lo suponía, estaba muy enferma y el medicamento que le había aplicado había sido para reducirle los dolores, pero no los soportó, y agregó que si no me lo había dicho había sido porque ella se lo pidió.
Fue muy duro pasar los días sola, sin mi madre. Mi padre trabajaba muy duro en el hospital y yo lo admiraba por ser tan capaz, eso me ayudó a darme las fuerzas que necesitaba para salir adelante.
En una ocasión me dijo que tenía una hija muy inteligente y que me iba a pedir un favor, que le suministrara un medicamento a la que me di cuenta era la hermana de mi mejor amigo. Fui a la habitación donde se encontraba y él estaba con ella, me dio gusto verlo y le dije que con ese medicamento su hermana se pondría bien.
Me permitió que se lo aplicara y después me fui. Minutos más tarde me fue a ver con unos ojos inyectados en rabia— ¡tú mataste a mi hermana y a mi esposa que estaba embarazada después de 5 largos años de luchar para que se embarazara! ¡Tú has matado a todas las chicas de este hospital! – ¡qué! –dije sorprendida— ¡Seguramente lo hacías porque no querías que ninguna mujer se acercara a él, para que ya no le fuera infiel a tu madre como lo hizo muchas veces! – ¡sí! le dije sin pensar en lo que hacía— ¡yo las maté porque estaba harta de ver a mi madre sufrir por culpa de mi padre! ¡Por eso con todo el dolor de mi alma también la maté a ella! –Dije casi llorando—ella me dijo que estaba embarazada de mi padre y yo no podía permitir que tuviera un hijo de alguien como él, le suministré el medicamento para que perdiera al niño, pero como sabía que no estaría feliz por lo que hice y no me entendería, aumenté la dosis y la maté –le dije con firmeza— ¡yo aumentaba la dosis de todos los medicamentos que los doctores me pedían que le suministrara a las pacientes! Soy enfermera, y al menos mi profesión me sirvió de algo, odiaba mi carrera, pero mira, ahora empiezo a amarla– ¡eres una enferma! –Me dijo con una voz llena de tristeza que me hizo estar a punto de cambiar de opinión para no lastimarlo– ¡deja a mi hija! —se oyó una voz que supe era del hombre que más odiaba en el mundo –mi amigo se apartó en silencio y supuse que no lo volvería a ver jamás y me dolía en el alma porque tenía una imagen equivocada de mí. me alejé de mi padre en silencio y esperé el día en que pudiera descargar todo el odio que tenía, ¡pero se trataba de mi padre!
Un día que estaba llorando desconsolada porque mi vida no valía nada, un médico llegó corriendo y me dijo que mi padre se había puesto muy mal y que había pedido que yo le suministrara el medicamento para que se recuperara. Me di cuenta después de analizarlo detalladamente por primera vez que la dosis era correcta, porque era para él. Llena de furia aumenté la dosis al doble y fui a la habitación donde se encontraba dispuesta a matarlo. Cuando entré él me miró con ojos retadores, leí en su mirada que me preguntaba si estaba dispuesta a matar a mi padre, y yo llena de rabia le hice saber que sí, no me respondió asustado por lo que pensaba hacer, me sonrió y eso me llenó más de coraje. – ¡no lo hagas! —Me dijo una enfermera antes de que lo inyectara.
—tu madre me dio una carta para ti, donde dice que discutió con tu padre porque lo descubrió matando a una chica, y que el muy cínico le confesó que él había matado a todas las que le habían gustado y que lo habían ignorado, y que la próxima era ella, así que dejó escrito que si algo le pasaba sería su culpa –dijo ella un poco agitada.
–Así es, dijo mi padre después de haber permanecido todo el tiempo en silencio—le suministré un medicamento que la sedó, y te engañé—Me dijo disfrutando de la escena—que con el medicamento que te había dado se iba a recuperar, pero lo que tu madre no sabía era que su propia hija terminaría con lo que yo dejé incompleto a propósito.
– ¡eres un hombre despreciable! –le dije—adivino—me dijo él—Que la dosis de medicamento que me ibas a poner es mucho más de la necesaria—yo solo lo miré y antes de actuar nuevamente me detuvo la enfermera— ¡por favor no lo hagas! Si él quiere que lo mates no es porque en verdad quiere morir, ante todos siempre fue un médico impecable, y lo que quiere es que no se den cuenta que mató a muchas chicas porque se dañaría su reputación, ¡no seas tonta y dame eso! –se volvió a escuchar la voz de mi padre—cuando era joven ninguna chica me tomaba en cuenta porque decían que no era guapo o que no tenía dinero, solo una me aceptó—me dijo—tu madre, pero no era feliz, cuando me hice médico y empecé a ganar dinero y tener poder y fama, seguían ignorándome porque ahora además de todo, era un hombre mayor, eso me llenó de rabia y empecé a matar a toda aquella mujer, joven o no, que se atreviera a ignorarme, y es cierto, tiene razón esta mujer, yo mil veces prefiero estar muerto que se manche mi reputación, cuando te dije que tu madre estaba muy enferma te mentí en parte, en tu familia sí había alguien que se estaba muriendo, pero esa persona… suspiró con sufrimiento—esa persona soy yo, y tú me odias tanto porque te hice matar a tu madre que estoy seguro terminarás conmigo, ¿y sabes qué? al matarme te dejaré un pequeño regalito, automáticamente te convertirás en la responsable de todos los asesinatos, y el más sonado será del doctor Santillán, tu padre; hazlo hijita mía, te hice mi fiel retrato, y ahora tienes que hacer lo que tu padre haría si estuviera en tu lugar, ¡no seas cobarde y mátame! –Miré a mi padre, al monstruo en el que se había convertido, y a la enfermera, pero no sabía qué hacer, deseaba nunca haber existido para no sentir ese dolor que se me clavaba en el corazón.
–tengo un tumor en el cerebro—dijo mi padre cuando pensé que ya había terminado—la ventaja de que yo era médico—dijo—era que me podía suministrar medicamentos para disminuir este insoportable dolor que me estaba matando, pero más allá de todo eso—dijo tratando de ser fuerte porque pude observar que le empezaba a doler la cabeza—lo que más me dolía no era precisamente la cabeza… suspiró profundamente—lo que más me dolía era que aun siendo doctor no podía hacer nada para curarme… hizo una pausa—la peor frustración de un médico es saber la función de todos y cada uno de los medicamentos, ¡pero no poder salvar su vida! Por eso además de que nadie me tomaba en cuenta, ¡mataba a las mujeres porque las veía felices porque estaban seguras de que vivirían mucho tiempo, y yo no! ¡No podía permitir que el mundo siguiera su curso y yo me quedara en el camino! Soy el mejor médico de este hospital, yo salvé muchas más vidas que mis colegas, y me dije que si yo las ayudaba a recuperarse y esquivar a la muerte, ¡yo tenía el derecho de hacer con sus vidas lo que me viniera en gana! Pero al menos—dijo removiéndose en la cama con desesperación –la muerte de ellas era rápida, y si sufrían era solo unos segundos, después de todo yo trataba de que sufrieran lo menos posible, y en cambio… se tocó la cabeza resignado— ¡yo me estoy muriendo poco a poco! A veces quisiera ser como ellas—dijo tratando de ser fuerte para que su voz saliera con claridad— ¡para terminar con este tormento! ¡Me traicionaste! —Le dije llorando de coraje— ¡yo confiaba en ti! Pensaba que como mi padre que eras no te atreverías a hacerle daño a tu única hija, ¡por eso no revisaba los medicamentos! Hacía lo que tú me pedías porque cuando tú me ordenabas algo mis ojos se cerraban y caminaba a ciegas, ¡pero me traicionaste! ¡Nunca pensé que existiera un padre así! –te mandé llamar—me dijo con el dolor de cabeza cada vez más fuerte—a la hora que me tocaba inyectarme el medicamento, ¡y lo hice porque estoy harto de sufrir y tener que drogarme para calmar un poco este inconsolable dolor! Y sé que tú me odias tanto que me ayudarás a terminar con esto que yo no puedo hacer porque no quiero que piensen que el doctor más famoso de este hospital se suicidó, ¡cumple la última voluntad de tu padre o dame ese medicamento que me estoy muriendo de dolor! Yo lo miré confundida, ahora tenía otro motivo más para debatirme, ¿mi padre tenía un tumor en el cerebro? y solo yo podía hacer algo por él, en el fondo no me consideraba tan mala, aunque ahora lo odiara con toda mi alma él aunque quisiera no dejaría de ser mi padre, y sin que lo pudiera evitar, algo en mi corazón me decía que lo ayudara, ¡pero mi cabeza me decía que no! ¿Qué será lo correcto? ¿Quizás ese medicamento habría sido con el que él me matara a mí? pero si se lo aplicaba mi padre limpiaría su reputación, ¡pero vivo él no! alguien tenía que morir con esa fuerte dosis de medicamento.
Yo no podría vivir tranquila después de que maté a mi madre y a la hermana del hombre que más quise en este mundo, ¡y no podía permitir que ese asesino siguiera vivo! ¿Qué debo hacer? Si tú estuvieras en mi lugar, ¿Matarías a un hombre tan despreciable como mi padre aunque te convirtieras en el asesino de muchas más personas que no mataste? Pero así podrías desquitar tu furia de que mataste a tu madre por su culpa y cumplirías su última voluntad ayudándolo a que dejara de sufrir, o lo dejarías libre aunque la muerte de muchas personas quedara impune, sabiendo que si ahora fue él, para la próxima tú estarás en su lugar y él no se tentará el corazón para matarte, ¡qué dilema!
Fin.