Bolivia, entre “masistas” y “los ninguno”
Por: Ariel López Alvarez
La historia de Bolivia, de alguna manera, es la historia que se ha repetido en Latinoamérica desde que cada nación se alzó independiente de la Corona Española: sociedades altamente desiguales y racialmente discriminatorias, con espacios políticos para cualquiera que no mantuviera sobre todo las características culturales indígenas. En especial, en el Bolivia de hoy hay un rabioso racismo, a partir de que Evo Morales usó las diferencias como bandera política, dejando confrontado a un pueblo.
Cierto, Latinoamérica es una historia de pueblos relegados al confinamiento regional cuando no han hablado español, de segregaciones estructurales. Como si fueran reservas indígenas estadounidenses, en cuanto a que aparentemente han podido tener libre movilidad, pero han estado impedidos en los hechos, por su condición económica de subsistencia.
Bolivia, como toda Latinoamérica, no ha logrado la integración de sus sectores. Hoy se evidencian las rencillas étnicas, que se potencian por la vía de las diferencias económicas y políticas. El origen es el mismo, resulta que los hispanohablantes mestizos han tenido un mayor radio de actuación, mismo que le ha permitido aprovecharse de los indígenas, hasta que estos últimos han abandonado su condición y han probado suerte en un mundo distinto al de sus progenitores y han quedado siendo indígenas por condición biológica. Por supuesto, como en nuestro México.
Antes de la renuncia a la presidencia de Evo Morales, se veía que la crisis política de ese país andino magnificaba las actitudes racistas. Era más que un pleito entre oficialistas y opositores, era un tema de enfrentamientos raciales. Apuntaba una crónica: las redes sociales y las concentraciones han servido como campo de batalla para que seguidores del oficialismo y de la oposición se insulten con todo tipo de improperios haciendo alusión a su procedencia, clase social o etnia a la que pertenecen. Se han registrado, además, intentos de destrucción de símbolos patrios como la whipala, bandera que representa algunas etnias de los Andes – finalizaba.
¿La whipala? En México todos nos identificamos con la bandera nacional; asimismo, la devoción a la virgen de Guadalupe no distingue orígenes ni condición. Sin embargo, en Bolivia, por un lado, está la bandera nacional y, por el otro, está el símbolo de identidad de los indígenas: la whipala. Ésta es la representación del odio de los que acaban de derrocar a Evo Morales, porque fue quien la elevó como segunda bandera nacional.
La conquista del poder de Evo Morales fue a través del partido político Movimiento Al Socialismo, MAS. Los “masistas” tienen una identificación total y extrema con los indígenas, habiendo sido excluyentes para con los no indígenas; fue así que empezaron a identificarse los que no eran “masistas”, autoidentificándose como “los ninguno”. La clase media de “los ninguno” se sintió segregada cuando rabiosamente se les acusaba de ser los herederos de los saqueadores del país.
Desde esta perspectiva, puede que la salida de Evo Morales sea más que un tema político; puede que sea la reivindicación de «los ninguno”. En otras palabras, en Bolivia viven un nuevo pasaje de polarización, porque están zanjadas las posiciones de la unidad nacional.