Si abriera los ojos, ¿me alejaría de ti?

Por: Mireya Hernández

Nunca lo había visto, pero sin embargo podía imaginarlo, dulce, tierno… ¡perfecto! Era el ser más maravilloso que había conocido en su vida, pero, lo recordaba de nuevo, nunca lo había visto. En sus sueños lo escuchaba, pero su imagen era difusa. El contacto de sus manos le hacía sentir una energía fantástica, pero no podía verlo… no podría verlo… ni ahora, ni nunca.

Estaba consciente de que no conocía ni conocería a alguien tan perfecto como él, tan lindo, tan especial. Pero como siempre, pasaba a su lado, su olor le indicaba su presencia, su voz, que aunque no siempre eran palabras dirigidas hacia ella, era… era hermosa. Coincidían un par de veces al día, a veces no se encontraban, pero todo era diferente en cada encuentro. A veces, él no sabía que ella lo escuchaba, y que no pedía nada, más que escuchar su sonrisa y saber que estaba bien.

No le pedía a la vida estar siempre junto a él, pedía, simplemente, que los segundos que podían compartir, por gracia del destino, y en un momento cualquiera, él los recordara, y pudiera sonreír satisfecho… satisfecho de haberla conocido. Pero todo era silencio, silencio de su corazón que parecía no estar de acuerdo con sus palabras, y pasaba al lado de él, siempre anónima.

Se decía feliz porque él se detenía a saludarla, porque aunque prácticamente él sabía más de ella que viceversa, ella lo adoraba, y más que desear que él supiera lo que pasaba en su interior cuando estaba cerca, pedía no decir, o hacer algo que los alejara definitivamente, porque eso sería peor que no escucharlo.

El dolor de él era su dolor, aunque claro, él no lo sabía. A sus espaldas, ella investigaba lo que su timidez le permitiera saber acerca de él.

Ella era una pequeña sombra, que hacía invisible a su rostro, para que él no viera, que su presencia la hacía encender sus mejillas.

No era fácil, porque la mayoría del tiempo era silencio. Ella… ella pedía poder algún día abrazarlo, y que en ese abrazo él supiera lo especial que significaba en su vida. Ella… ella a veces pensaba en poner en las manos de él su corazón, pero luego se arrepentía, porque estaba muy confundida.

Solo… solo deseaba poder darle a él todo lo que necesitara, aunque la energía especial que hacía latir con fuerza su corazón, él nunca pudiera percatarse de su presencia.

Estaba segura de que él la quería… que la quería mucho; lo sabía porque siempre la había tratado con gran ternura. No le parecía que estuviera fingiendo, ella sabía que había algo entre ellos, ¿qué nombre ponerle? Lo desconocía, pero se decía siempre, que a su lado todo era mágico, realmente mágico.

¿Que si cambiaría algo de lo que ha vivido a su lado? La respuesta definitivamente era y sería siempre la misma… ¡jamás!

Adoraba su sinceridad… su inteligencia. Aunque él decía no ser una persona especial, ella estaba completamente segura de lo contrario, y nunca le había mentido cuando se lo decía.

No le gustaba sentirlo triste, y saber que una sombra… la sombra de los recuerdos lastimaba su corazoncito. 

Estaba consciente de que ella no podía resolverlo todo, pero pedía a la vida, que le diera las fuerzas a él para poder superar cualquier obstáculo, y que supiera, que aunque invisible, la mano de ella siempre estaría cerca, para sostenerlo cuando tropezara, y estrecharlo con todo su cariño… al final del camino… para que supiera que nunca estaría solo.

Con el tiempo, ella ha entendido, que las palabras no son la mejor muestra de los sentimientos, que lo que se queda grabado en la memoria son los pequeños momentos, aquellos, en los que casi sin darte cuenta, te muestras tal cual eres, frente a la persona que adoras, aunque después vuelvas a cubrir tu cuerpo de aquel disfraz espeso que es la soledad, que a veces puede ser tu mejor amiga, pero muchas más, se convierte en tu peor enemiga.

Ella Quiere que sepas que si eso pasa, ella… ella siempre estará para ti… y no, si abriera los ojos, tu serías tan importante para ella como lo has sido hasta ahora, y lo serás siempre, porque cada persona tiene un espacio especial en su corazón, y no, no son necesarios los detalles materiales, para abrir o cerrar aquel espacio, o para lanzarte al más obscuro rincón.

Tú ya tienes un lugar en su corazón, lo tienes porque supiste como ganártelo, y ser aquella personita tan especial… fue la puerta de entrada.

Ahora ella se pregunta ¿le crees? Porque cuando escribe esta historia está pensando en ti…

Fin.