La estupidez humana

Por: Hugo Gaytán Martínez*

Detrás de la humanidad

se esconden monstruos,

inteligentes,

de audaz entendimiento,

de razones y pasiones;

en la oscuridad transparentes,

a la luz del día invisibles

camaleones.

Detrás de la humanidad

hay muertos y vivos,

hipócritas conviven,

gruñen y ríen.

Detrás de la humanidad

bailan y pacientes,

al acecho esperan,

al tiempo de las campanas

un poco antes en misa,

todos reunidos,

venidos de casa,

para la llegada

de quien salve la mañana.

Detrás de las paredes

se encuentran seres

desconocidos por sí solos,

únicas especies,

que salen como si nada:

la luz del sol no mata.

… Bueno, yo creo en la estupidez humana. Aquella que está donde está por el sólo hecho de ser estúpida. Porque ¿qué sería si la otra estupidez -la inhumana- estuviera en nuestro lugar, en la de los estúpidos comunes? No sobreviviría (como caníbales se comerían). Y si lo hiciera, ¿de qué forma lo haría?

La estupidez inhumana es el equivalente al promedio de la minoría; esa que no aguanta el peso de su inconciencia y la descarga sobre los de allá, los de acá, los estúpidos humanos.

(Detrás de la humanidad

bailan y pacientes,

al acecho esperan,

al tiempo de las campanas

un poco antes en misa,

todos reunidos,

de casa venidos,

para contemplar la llegada

de quien salve la mañana.)

No me da gusto ser un humano estúpido que forma parte de una mayoría que sostiene a una minoría. No me da gusto y detesto la situación. Pero hay algo que me complace: ser de esa mayoría común que ve en su mismo dolor una forma de sentirse, muchas veces, uno solo, identificado con la misma piel o con las mismas emociones; que se les caen las mismas lágrimas involuntariamente, o que ríen y cantan sin pensar, en el momento, en nada.

Por eso creo en la estupidez humana; una estupidez inherente a la naturaleza de ser vivo, que cae en un charco y se resbala con la mierda del piso. Estupidez inevitable, a veces franqueable, que no puede ser arrebatada ni por el más inhumano. Ni la muerte es arrebato.

Es posible que nos podamos sentir orgullosos de esto. Es posible que, en otro instante, no soportemos la situación. Pero en estas posibilidades, también cabe manifestar la inconformidad como una catapulta para crear nuevas historias, como aquellas mismas que se han hecho con anterioridad, donde los triunfos humanos han echado abajo los ánimos más perversos.

Una estupidez nos distingue y es el de la bondad. Cada uno la tiene en sus diversas formas. Quizá para algunos no tenga ningún sentido, pero a mis ojos se parece a la voluntad de querer vivir. Disfruto, siempre, de observar las buenas acciones: existe entonces una sonrisa inevitable.

Sonrío en el camino del bien

cuando el bien encuentro,

cálido tolero el encuentro,

como en el desierto sus arenales,

con compañías genuinas,

con otras sonrisas.

Es la bondad del humano en situaciones críticas donde se hace sentir que la estupidez humana será, a pesar de los reveses, por siempre, la que seguirá viva; como la fogata en la cima de la montaña, es una luz que guía a quien escala y se apoya de sus mismas rodillas y de las manos y hombros de los demás, incluso de los más pesimistas.

En la escalada nos encontramos: todos somos estúpidos, pero hay de estúpidos a estúpidos. Hay estúpidos de entendimiento carentes de contexto.

Detrás de la humanidad

se esconden monstruos,

inteligentes,

de audaz entendimiento,

de razones y pasiones.

En la oscuridad transparentes;

a la luz del día invisibles

camaleones.

Hay los otros estúpidos con causa, los estúpidos con conciencia. Estos caminan, muchas veces, con miedo de aquellos; a aquellos, entonces, tal como ustedes lo hacen, los detesto.

hugoufp@hotmail.com

Colaboración*